Arabela es una joven italiana de la mafia más peligrosa de toda Italia. Solía tener una personalidad dulce y tierna, pero todo cambió cuando ese ser en quien confiaba y que pensó que la amaba, la traicionó al confesarle que todo era una vil mentira...
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Arabela
Cinco años después......
—¿Me mandó a llamar? —pregunta mi asistente entrando a mi oficina.
—¿Espero que ya tengas información? Tengo que ver a los infelices responsables del robo de la mercancía. —respondo viéndolo fijamente.
Él se tensa, y eso me da a entender que aún no hay nada, lo cual me molesta más de lo que ya estoy.
—Estoy esperando. ¿Te quedaste mudo o prefieres que de verdad te deje mudo en estos momentos? —pregunto alzando la voz y sosteniendo mi navaja. —Sabes que mi paciencia es poca, habla. —espeto con rabia.
—Lo siento, mi señora, aún no hemos encontrado a los responsables del robo del cargamento que transportaríamos a México. —responde viéndome con preocupación.
Yo lo miro con rabia y con ganas de matar a alguien. Él retrocede ante mi mirada; sabe que debe hacerlo o le irá mal. Trato de controlar la rabia porque debo admitir que ha salido un hombre fiel a mí.
—Necesito que me respondas algo. —hablo viéndolo fijamente con molestia. Veo que asiente con nerviosismo. —¿Hace cuánto tiempo robaron el cargamento? —pregunto molesta.
—Hace una semana. —responde en voz baja, que apenas logro escucharlo.
—¡Respóndeme en voz alta, maldita sea! —grito, parándome de mi silla y golpeando mi escritorio.
—Hace una semana, mi señora. —responde más nervioso y esta vez en voz alta.
—Bien, hace una semana y aún nada. Les di ese tiempo para encontrarlo, y son tan incompetentes que ni eso pueden hacer. —espeto aún molesta, mientras froto mi sien, que está a punto de empezar a dolerme.
—Se nos ha complicado; supieron hacer bien el trabajo para no dejar rastro. —justifica él.
—Me importa un demonio si esos imbéciles hicieron bien su trabajo. Les doy una última semana para traerme al responsable, o todos pagarán con sus cabezas. Y sabes que cumplo con lo que prometo, ¿entendido? —él asiente nervioso. —Lárgate. —ordeno, y él no protesta, sale a pasos apresurados.
¿Es tan difícil hacer algo bien? Odio cuando algo no sale como lo planeo. Son miles de euros que están en juego en ese cargamento, y no puedo darme el lujo de perderlo tan fácil. Cuando me enteré de lo que había pasado, casi maté a todo aquel que se me cruzaba en mi camino. La verdad, odio esto de traficar con drogas, pero es a la mierda a lo que mi padre se ha dedicado, además del lavado de dinero. Y no es que tenga otra opción; aunque no me guste, tengo que mostrar que sí.
Me froto la sien; ya empezó el dolor de cabeza. Esto siempre me pasa cuando me altero de esa forma. Tengo que dejar de hacerlo. Mejor buscaré otra forma de causar miedo y que me respeten, porque lamentablemente, en este mundo, si no causas terror, nadie te respeta.
