🦋Capitulo 63.🦋

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Arabela

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Arabela

Escucho a mi ruso hablarme, pero aún me encuentro en estado de shock. Trato de asimilar, de procesar lo que mi padre ha dicho. ¿Ese es el amor que él ha dicho tenerme? Toda esa mierda que ha hecho solo ha servido para lastimarme. ¿Y dice que lo hace porque me quiere? Sí, claro. Si así es el amor de un padre, no lo quiero.

Si mi padre ha sido aliado del demente de Alan, eso significa una cosa: gracias a mi propio padre, ha pasado todo, desde el primer intento de secuestro de mis hijos, pasando por el secuestro de ellos y luego mi propio secuestro. He pasado por todo eso por su maldita culpa. Esto realmente no lo esperaba. Cada día, mi padre me sorprende más y lo aborrezco.

A ese ser despreciable no se le puede llamar padre.

—Arabela, cariño, ¿estás bien? Mírame. —la voz de mi ruso me saca de mi estado de shock. Nuestras miradas se cruzan y él me observa preocupado. —Amor, ¿qué pasa? Dime, ¿es algo de las bebés? ¿Te duele algo? Háblame. —puedo notar preocupación en su voz.

Mientras mi voz no sale, siento un nudo en la garganta, ese deseo de gritar miles de cosas, unas ganas de golpear a ese hombre que me engendró. Con rabia, me limpio las malditas lágrimas que se me escaparon sin mi autorización. Mi rostro está tenso, mi mandíbula la tengo apretada. Siento tanta rabia que creo que mi rostro debe estar rojo.

—Déjame golpearlo. Déjame torturarlo. —espeto con rabia. Él niega rotundamente y lo fulmino con la mirada.

—Cálmate, ya te dije que no harás eso, estás embarazada y debes cuidarte. Ahora explícame, ¿qué pasa?

—¿Acaso no escuchaste? Ese hombre ha sido aliado a tu hermano, todo lo que pasó, los secuestros, fue por su maldita ayuda. No puedo quedarme tranquila, mis niños sufrieron, al igual que nosotros, así que tengo que hacerlo.

Los ojos de Vladmir se oscurecen. Su semblante cambia a uno furioso. Su mandíbula está tensa, y siento como sus manos aprietan mis brazos para retenerme porque intenté caminar hacia el sótano.

—Escúchame, escuché muy bien lo que dijo ese infeliz, pero no harás nada. Déjamelo a mí, solo serás espectadora de la tortura y nada más. ¿Estamos claros? —dice enfadado sin apartar su mirada de la mía.

Se nota decidido y que no dejará que haga algo. Y mejor le hago caso, no quiero arriesgarme, porque lo conozco y creo que sería capaz de cumplir con su amenaza anterior de dejarme en abstinencia.

—Está bien, no haré nada. Sé que me castigarías sin sexo y no quiero eso. —digo mirándolo a los ojos, mordiéndome el labio inferior. —Pero no quiero que te contengas. Tienes que torturarlo cruelmente. Necesito que sufra. —exijo.

Él sostiene mi rostro y me da una media sonrisa perversa, se apodera de mi boca y me besa con mucha pasión, sin importarle que nuestros hombres nos estén viendo. Cuando el beso se está volviendo más ardiente y nos falta el aire, nos separamos.

Arabela «PGP2024»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora