23. Aniversario en Madrid

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La mañana del 23 de febrero, Martin y Juanjo se despiertan en la habitación del hotel en el que se están quedando en Madrid. Ayer estuvieron en Universal, les dieron sus discos de oro junto a todos sus compañeros, les dejaron llevarse discos de sus artistas favoritos y les enseñaron las instalaciones. Fue un día muy surrealista, nunca se imaginaron vivir algo así.

Martin se despierta primero, con el brazo de Juanjo bajo su cuello, en camiseta y calzoncillos, y lo primero que se le viene a la mente es que hoy es su aniversario,

Se levanta de la cama con cuidado de no despertar a Juanjo, que duerme con el torso desnudo y un pantalón de pijama largo. Va hacia su maleta riéndose él solo de lo que va a hacer y saca las pegatinas de números que compró en un bazar de Getxo. Coge la del 2 y la del 3 y se las pega a la frente, riéndose en silencio. Y sigilosamente vuelve a la cama y se sienta a horcadas sobre Juanjo, agarrándole las mejillas con las manos y susurrando:

—Do. Hola, Do. Despierta.
Juanjo entreabre los ojos y pega un brinco al encontrarse a Martin tan pegado a su cara, mirándolo fijamente.
—Ay, joder. Qué susto, ¿qué coño haces? ¿Y qué tienes en...? ¿Veintitrés...?

Martin sonríe con cara de pillo.
—¡Amor! —grita Juanjo, entendiéndolo todo de pronto. —¡Es veintitrés!

Abre los brazos para que Martin pueda abrazarlo, y eso hace. Se acuesta sobre Juanjo, que le aprieta con fuerza y le llena el pelo despeinado de besos.
—Ay, mi chico. —murmura Juanjo.
—Dos meses. Solo dos meses, eh. Es que yo siento que llevamos una vida entera. —dice Martin.
—Yo igual. Más que dos meses, parecen dos años.
—Es que ha sido muy intenso todo.

—Jo, y tenemos todo el día para estar juntos y hacer todo lo que nos apetezca, a nuestra bola. —dice Juanjo, feliz.
—Qué ilusión. —contesta Martin, mirándolo sonriente. Le da un beso que el otro recibe con gusto. Se separan y se quedan mirándose a los ojos, ambos con sonrisas amplias. Juanjo suelta una carcajada.

—Pero, ¿de dónde han salido esas pegatinas? —pregunta, en medio de un ataque de risa floja.
—Soy una caja de sorpresas. —contesta Martin, consiguiendo que Juanjo se ría aún más.

Se pasan un rato en la cama, acariciándose y acurrucados.
—Tengo hambre... —dice entonces Martin.
—Buah, ¿y si pedimos el desayuno a la habitación? —propone Juanjo.
—¿Eso se puede hacer?
—Supongo, no sé. Vamos a comprobarlo. —dice Juanjo, alargando el brazo hasta el teléfono que hay en la mesita de noche.

Pulsa la tecla del símbolo de recepción y le contesta una voz femenina.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?
—Hola, buenas, quería saber si sería posible que nos trajeran el desayuno a la habitación.
—Por supuesto, ¿qué habitación sería?
—La 424. —dice Juanjo.
—Perfecto. En unos 10 minutos debería estar ahí.
—Genial, gracias.

Y cuelgan. Martin lo mira embobado. Le gusta oír a Juanjo hablar por teléfono.
—Wow... —murmura el vasco. —El desayuno a la habitación... cuánto glamour.
Ambos se vuelven a partir de risa.

***

Al cabo de un rato tocan al timbre de la habitación, y Juanjo se levanta de la cama, pillando una camiseta que hay tirada en el suelo, y abre la puerta. Una chica aparece con un carrito repleto con mil cosas del bufet.
—Buenos días, ¿pidieron desayuno?
—Sí, gracias.

—Se los dejo por aquí. —dice la chica, empujando el carrito dentro de la habitación. Se da la vuelta y sale.
—Muchas gracias. —le dije Juanjo.
—¡Nada!
Justo cuando Juanjo va a cerrar la puerta, pasan por el pasillo Salma y Denna, yendo hacia su habitación.

—No me lo puedo creer. —dice Salma, muerta de risa.
—Cállate, Salma. —murmura Juanjo, escondiendo una sonrisa.
—¿Os habéis pedido el desayuno a la habitación? Es que no os creo. —dice Denna.

—Esta gente está como si fuera esto su luna de miel, eh. —añade Salma.
—Y a ver al otro bicho, que salga. —reclama Denna. —¿O está indispuesto?
—¿Os queréis ir, pesadas? —dice Martin, asomándose a la puerta.
—Míralo, en calzoncillos. Es que se acaban de despertar los cabrones. —se queja Salma.

—Bueno, fuera ya, que queremos comer. Además, estamos de aniversario. —murmura Juanjo, con una risa tímida.
—¡No me digas! —exclama Denna.
—Pues sí, así que adiós, que queremos estar solos. —dice Martin, con una sonrisita pilla.
—Ay, Dios. Sí, mejor vámonos, entonces. —dice Salma, riendo.

Cierran la puerta, y Martin y Juanjo se quedan mirándose a los ojos. Martin sonríe, totalmente enamorado. Juanjo sonríe, arrugando la nariz, y le coge la cara a Martin para darle un beso. El otro lo recibe feliz.

—Qué bonito eres. —dice Juanjo.
Se sientan en la cama, bien pegaditos, y desayunan en silencio.

—¿Me hazez? —le susurra Juanjo a Martin, al oído.
El otro se muerde el labio para ocultar su sonrisa y abre dos sobres de colacao, para echar cada uno en una taza con leche caliente. Juanjo hace los dos cafés, el de Martin más clarito y con media cucharada más de azúcar que el suyo.

Juanjo tiene en la mano un cruasán pequeñito que se está comiendo, y Martin se inclina y le pega un mordisco. Se miran sonriendo.

***

Cuando terminan de desayunar, se visten y se arreglan para ir a dar un paseo por Madrid. Pasan por mercadillos y recorren callejones preciosos. Luego se acuestan un rato en una zona de césped de un parque, hablando de mil cosas. Sobre las 14:30h, se compran unos bocadillos en un puesto del parque para almorzar.

Los paran dos chicas, que les piden una foto emocionadas, una de ellas casi llorando. Martin flipa bastante, pero se sacan la foto con ellas. Después siguen paseando, charlando y riendo.

—Se me hace muy raro, estar contigo por la calle, así normal. —comenta Martin, mientras recorren una transversal.

—Total. Es que en realidad hemos pasado toda nuestra relación sin salir de la academia.
—Tengo unas ganas de llevarte a mi casa... —dice Martin.
—Iremos, tranquilo. Tengo que conocer bien a mis suegros.
—Y a tus cuñados. Y a mis amigos, también.
—Oye, ¿vamos a...? —Juanjo se queda mudo a mitad de frase.

Al girar la esquina de la calle y entrar a Gran Vía, se topan de frente con una muchedumbre gritando sus nombres.

—Ay, Dios. —murmura Juanjo.
Ambos están flipando, y como en un trance saludan a la gente que se les echa encima, sonríen para un par de fotos y, sin saber muy bien qué hacer, se apresuran hacia otra calle transversal.

—¿A dónde vamos? —dice Juanjo, acelerado.
—No sé, yo te estaba siguiendo a ti para salir de ahí. —contesta Martin, con cara de impactado.
—Joder... Ha sido mala idea, ir para Gran Vía.
—Pero, ¿cómo han sabido...?
—Vete a saber, nos habrá visto gente hace un rato y habrán publicado por dónde estábamos. —especula Juanjo.

—Qué locura... ¿Y qué hacemos? —dice Martin.
—Son... las cuatro. —dice Juanjo, mirando la hora en el móvil. —¿Nos volvemos al hotel ya?
—Sí. Vale.
—¿Estás bien? —le pregunta a Martin.
—Sí, sí. Alucinando bastante, la verdad.
—Ya. Es que vaya locura...

Echan a andar hacia el hotel, ahora con más precaución, mirando a todos lados por si vayan a acorralarlos de nuevo.

Cuando llegan al hotel, hay gente fuera con carteles para todos los triunfitos: ya han descubierto que se están quedando ahí. Les vitorean y gritan sus nombres, y ellos sonríen y dan las gracias, y corren a dentro del hotel.

Una vez en la habitación, Martin se tira a la cama, y Juanjo se le acuesta encima.

—Qué fuerte... —murmura Martin.
—Muy fuerte.
Se quedan un rato en silencio.
—Feliz aniversario, Do. —dice Martin entonces.
—Feliz aniversario. Te amo.
—Yo más.

Detrás de cámaras - Juanjo y MartinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora