24. El jotero en Getxo

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—Se me ha ocurrido algo que te va a gustar. —dice la voz de Juanjo.

Martin está en el salón de su casa, con sus amigas Arrate y Lara. Les ha obligado a pausar la película que estaban viendo cuando ha visto quién le llamaba.

—¿El qué?
—Pues... es que no sé si...
—¡Dime, Juanjo! —pide impaciente.
—Pues que mi prima Ilanit, la de...
—La del novio vasco. —dice Martin.
—Sí. Pues se ha sacado el carnet. Y me ha dicho que tiene ganas de hacer un buen viajecito por carretera...
—Ay, Juanjo.

—Y, con la excusa de que así ve a su novio, le he propuesto irnos mañana para Bilbao.
—Me muero. —dice Martin, mientras aparta a sus amigas, que intentan acercarse al móvil para escuchar lo que dice Juanjo.
—Y de paso veo yo también a mi novio...

—No me lo puedo creer. Bua, espérate, ahora tengo que preparar un montón de cosas. Vale, primero quedamos con mis amigos para que los conozcas. Y luego te quiero llevar al campo, y a la playa, y enseñarte Las Arenas...
—¿Te quieres calmar?
—Perdón. Pero ¿está confirmado?

—Hombre, necesito que me lo confirmes tú. ¿Tendré donde quedarme a dormir si voy?
—Obviamente, Juanjo. En mi cama hay hueco para ti siempre. —dice sonriendo vacilón antes las caras de asco que le dedican sus amigas.

—Qué tonto. Pues te veo mañana, amor. —se despide Juanjo.
—Te amo, te amo, te amo.
—Yo a ti más.
—Adiós, Do.
—Adiós, cariño.

Martin lanza el móvil al sofá, emocionado.
—Que viene mañana. —suelta.
—¿Qué dices? ¿El Juantxo? —dice Arrate.
—Me meo. Os visteis hace menos de 24 horas. —suelta Lara.
—Me la suda. —dice Martin con una sonrisa bobalicona.
—Bua, es que nunca te había visto así, Martin. —dice Arrate.
—¿Cómo?
—Tan enamorado. Me encanta.

De pronto se abre la puerta de su casa y entra su madre, recién llegada del trabajo.
—¿Qué tal, chicas? —pregunta al llegar.
—¡Ama! ¡Que Juanjo se viene mañana!
—¿Sí?
—¡Sí! —exclama Martin, dando saltitos.

Su madre lo abraza emocionada.
—Ay, qué me alegro. Pues haremos algo rico para cenar, entonces. A María le va a hacer muchísima ilusión.

***

Al día siguiente, a eso de las 3 de la tarde, Martin está con Arrate en la estación de tren, donde han quedado con Juanjo e Ilanit, pues aparcarán el coche ahí.
—¿Estás nervioso? —pregunta Arrate.
—Estoy emocionado. Jo, es que te juro que Juanjo es tan guay. Ojalá os guste.

—Claro que nos va a gustar, tonto. Lo hemos visto, sabemos que es guay. Y sabemos que tú estás muy enamorado, aunque eso no siempre ha significado que el tío no fuera un gilipollas...
—Ja ja ja, qué graciosa. —dice Martin con sarcasmo. —Además, enamorado nunca he estado hasta Juanjo, que lo sepas.
—Jo... me alegro muchísimo por ti, Martin. Te lo juro.

Martin le sonríe, agradecido.
—Gracias.
—Tengo unas ganas de escucharos hablar como idiotas. —suelta Arrate.
—¿Qué dices?
—Sí, todo esto de "¿me hazez?", "erez una eztrella", "¿me quierez?" —dice, haciendo unas imitaciones de Juanjo y Martin bastante acertadas.

—¿Te quieres callar? —le pide Martin, riéndose. —No sabes lo raro que es que la gente sepa nuestras cosas, que me dieron una pulsera que ponía "me hazez", así con zetas. Es rarísimo.

A lo lejos ve de repente un brazo saludando, y encuentra con la mirada a su novio, con sus gafas de sol, un jersey de cuello alto y una chaqueta vaquera, sonriéndole. Martin camina con rapidez hacia él, contagiado de su sonrisa. Se funden en un abrazo.

—Do... —dice Martin.
—¿Cómo estás, mi amor? —susurra Juanjo.
—Bien. Te echaba de menos.
Se separan al fin, y Ilanit y Arrate los están observando, ambas sonriendo.

—Bueno, mi prima Ilanit. —dice Juanjo.
—Y esta es Arrate. —dice Martin. Todos se saludan entre todos y tiran hacia la salida de la estación, donde se encuentran con el novio de Ilanit. Pasean un rato por Getxo, charlando. Después de un rato, Ilanit y su novio se despiden y se van por otra parte. Entonces se reúnen con el resto de amigos de Martin.

Pasean por Getxo y comen helados. Lara y Juanjo se enfrascan en una interesante conversación y Martin los observa. Fijamente.
—Oye, Martin, ¿estás ahí? Que "eztaz" embobado. —dice Arrate. Los amigos de Martin se parten de risa.
—Sois todos gilipollas. —dice Martin, riendo.

—Pero dilo con voz de bebé. —suelta Regina, otra de sus amigas.
—Eso, eso. Insúltanos en bebé, por favor. —pide Arrate.
—AHHHHHH —Martin salta hacia Arrate y la estrangula de broma.

Entonces Arrate le hace una especie de llave y lo tira al suelo, y él se agarra de su brazo para que ella caiga también. Juanjo los mira flipando, tirados en mitad de la acera.
—Martin, ¿qué cojones?
Todos se mueren de risa.

A eso de las 19h, Martin y Juanjo se despiden de los amigos de Martin, y se dirigen a casa del vasco. Cuando se han alejado lo suficiente de los amigos de Martin, Juanjo pregunta:
—¿Les he caído bien?
—Sí, Do. Les has encantado. —contesta Martin, prácticamente saltando de la alegría que siente.
—Vale, vale.

—¿A ti te han caído bien? —pregunta Martin, frunciendo el ceño.
—Claro. —y entonces se fija en la cara que está poniendo Martin. —¿Qué? Te lo digo en serio, me han caído genial. A ver, somos muy diferentes.
—Bueno, también nosotros dos éramos diferentes al principio.
—¡Pues a eso voy!

—Qué feliz me hace que estés aquí, Juanjo.—dice Martin, de repente.
—Y a mi, amor.
—Bueno, ¿estás preparado para la cena increíble con mi familia?
—Me muero de ganas. —dice Juanjo, entusiasmado y algo nervioso.

—Mi madre me ha preguntado que qué te gusta.
—Me gustas tú.
—No, para comer.
—Me gustas...
—JUANJO. —le corta Martin, partiéndose de risa.

—Perdón, perdón. —dice Juanjo, también riendo. —Pues qué mona tu madre. ¿Y qué le dijiste?
—Le pedí que hiciera hamburguesas, es que mi madre hace unas hamburguesas increíbles. Ya verás, te van a encantar.
—Qué rico. Qué hambre me está dando, Dios. Te amo tanto, Martin.

Martin mira alrededor con cautela, y entrelaza su mano con la de Juanjo.
—¿Ahora te preocupa la gente? —dice Juanjo entre risas. —Nos han grabado durante tres meses, amor. Nos ha visto toda España.
—Bueno, pero es distinto estando en mitad de la calle, no quiero que nos acorralen.

—Sí, lo de los fans es raro, eh. —dice Juanjo.
—Buah... Nunca me imaginé algo así. A mí me estresa un poco.
—Lo sé, amor. —dice Juanjo.
—Y estoy tan agradecido por todas ellas, pero es que no me acostumbro a ver...

Giran la esquina y se encuentran a un grupo de gente por delante.
—Ala, ¿y eso? —pregunta Juanjo.
—Eso... madre mía. Esa es la casa de mi madre.
—Ostia.

Juanjo empuja con cuidado a Martin, poniéndose de nuevo detrás de la esquina. Le agarra las manos y lo mira a los ojos.
—¿Estás bien? —pregunta el aragonés.
—Sí, pero... ves, a esto me refiero. ¿Es normal que vengan hasta mi casa?
—Lo sé, pero estate tranquilo, estoy aquí contigo. Cógete de mi, ¿vale? Vamos a pasar rápido.
—Vale.
—Va a ser un segundo.

Martin camina al lado de Juanjo, pero un paso por detrás. Se acercan y la gente se percata. Se giran y empiezan a gritarles. Ellos saludan cordialmente.
—¿Es el portal rojo? —murmura Juanjo.
—Sí.

Cuando entran en la marea de gente, Martin se agarra del brazo de Juanjo, que va caminando delante, a paso ligero, saludando y mandando besos volados a la gente. Llegan al portal y Juanjo deja a Martin pasar primero, poniéndose entre él y la gente para que no se acerquen más a su novio.

Martin tapa el telefonillo con la mano antes de pulsar el botón de su piso. Inmediatamente les abren la puerta y entran.

Detrás de cámaras - Juanjo y MartinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora