41. Adiós, Andorra

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Esa noche, tras la fiesta, llegan al hotel reventados y se duermen enseguida. Al día siguiente, su último día esquiando, vuelven a levantarse temprano y hacen su clase de esquí. La verdad es que a todos se les ha acabado dando aceptablemente bien, a diferencia de los del snowboard, que pasan más tiempo cayéndose que bajando pistas. Tras la clase recorren todos juntos las pistas que más les han gustado, disfrutando de las vistas y de la nieve.

A las cinco cierra la estación de esquí y se van en el bus al hotel. Juanjo y Martin se van directos a su habitación.
—Estoy cansadísimo. —dice Juanjo, quitándose las zapatillas y acostándose de espaldas en la cama.
—Y yo. —contesta Martin, quitándose el pesado pantalón de esquí y quedándose en ropa interior y camiseta térmica.
—¿Me lo quitas? —pregunta Juanjo, con voz de bebé. —Por favor.

Martin se le acerca, vencido por el puchero que le dedica el maño, y tira de su pantalón para quitárselo. Seguidamente se acuesta a su lado.

—Me ha encantado esquiar. —comenta Juanjo.
—Sí, es muy guay. —asiente Martin. —Y se nos ha dado bien.
—Bueno, a ti más que a mi.
—En algo tenía que ser mejor que tú, lo siento. —dice Martin, sonriendo.
—¿Pero qué dices, gilipollas? Si eres mejor que yo en mil cosas. Baile...
—Bah. Solo eso. —lo interrumpe Martin.

—¿Solo eso? Eres mejor que yo actuando, expresándote, empatizando... eres fiel a ti mismo sin importarte lo que digan, a diferencia de mí... Eres modelo innato, no eres capaz de salir mal en una foto...
—Ay, por favor, Do, que me sonrojo. —dice Martin con voz de bebé.

A Juanjo le da un ramalazo de amor y se acuesta sobre Martin, estrujándolo en un abrazo y dándole muchos besos en la mejilla.
—¡Mi Do! Que te quiero. —murmura entre beso y beso.
—Yo te quiero más que a nada en el mundo. —susurra Martin, recibiendo el cariño de su novio.

Juanjo empieza a besarle el cuello con picardía, sabe lo nervioso que esto lo pone. Mientras lo hace, enreda sus dedos en el pelo de Martin, extrañando un poco el mullet que llevaba antes.

—Juanjo... —murmura Martin ante la succión de este contra su cuello.
—Shhh. —lo manda a callar el otro, quitándose la camiseta térmica e incorporando a Martin para quitarle la suya también.

Adora tener el pecho pegado al de Martin, con sus corazones latiendo con rapidez por la excitación. Martin, queriendo tomar el control, empuja a Juanjo para que este se acueste sobre su espalda, y se sube encima de él, besándolo con deseo. Se asegura de friccionar su erección con la del otro, generando jadeos por parte de ambos.

Juanjo le sostiene las caderas con las manos, y empieza a levantar el elástico del calzoncillo de Martin con los dedos, acariciando con delicadeza el principio de las nalgas del chico.

Martin no puede esperar más. Se levanta y corre a la mochila a por un preservativo, que abre con algo de dificultad mientras deja caer al suelo su ropa interior.
—Venga, quítatelo. —le dice a Juanjo, que ríe ante su impaciencia y procede a quitarse los calzoncillos.

Juanjo no se mueve de su postura, acostado boca arriba, y a Martin le parece que está guapísimo.
—¿Me lo das? —le pregunta Juanjo, señalando al condón.
—¿Puedo yo? —pregunta Martin, a lo que Juanjo asiente sonriendo.

Martin coge el látex y lo extiende a lo largo de la erección de Juanjo, aguantándole la mirada con la boca entreabierta mientras lo hace.
—Joder, qué ganas tenía de esto... —murmura Martin, acomodándose a horcadas sobre Juanjo y agarrando con la mano su miembro.

—Pero, amor, vas a... ¿ya? ¿Y sin lubricante? —lo interrumpe Juanjo.
—Da igual.
—No, coño. No te has preparado ni nada, te vas a reventar y después te va a doler todo.
—Estoy bien.
—Martin, eres un bruto. No quiero hacerte daño, amor.

—¿No decías ayer que para saber qué es que me traten mal tenía que follar contigo? —suelta Martin.
—Tonto. No apoyo tu masoquismo. —dice Juanjo. —Lo hacemos pero solo hasta donde llegues, y no te vas a forzar más.
—Vale. —acepta Martin.
—Y me dejas arriba a mí. —añade Juanjo, quitándose a su novio de encima y empujándolo para que se acueste de espaldas.

Martin le sonríe con la cabeza en la almohada, sintiéndose la persona con más suerte del mundo. Juanjo no puede resistirse a darle un sonoro beso antes de ponerse a ello. El vasco se lleva una rodilla al pecho y apoya la pierna sobre el hombro de Juanjo, para facilitarle el proceso. Juanjo se coloca perfectamente alineado a Martin, y lentamente empieza a entrar. Tiene los antebrazos apoyados en la cama, a los lados de Martin, que se aferra a los bíceps de Juanjo con fuerza.

—Voy, ¿eh? —avisa Juanjo.
Martin asiente con rapidez, con los cachetes colorados y los labios entreabiertos. Juanjo va entrando más y más, despacio.
—¿Bien ahí? —pregunta, una vez que está dentro aproximadamente a un 75%.
—Bien. —contesta Martin, jadeando.
—Vale. Voy despacito.

Juanjo empieza a mover la cadera adelante y atrás, en un baile sincronizado. La velocidad aumenta, pero siendo constante y controlada, y ambos se mezclan entre gemidos, suspiros y frases poco coherentes.
—Ahhh... eso, eso... más, Juanjo... mi amor... más... —murmura Martin.
—Hmm... Martin... Joder... te amo... Dios, sí sí sí. —jadea Juanjo, sonriendo ante los arañazos que Martin le está dejando con las uñas en la espalda.

—Me queda poco. —avisa Martin tras un par de minutos.
—Y a mí. —dice Juanjo, con la respiración entrecortada.
Martin termina manchando la sábana. Juanjo tarda unos cinco segundos más en correrse dentro del látex, y suspira cansado acostándose al lado de Martin.

Se acuestan cara a cara, tratando de recuperar el ritmo normal de sus respiraciones. Juanjo posa su mano en la mejilla de Martin, acariciándolo con el pulgar. Martin mira a los preciosos ojos color miel de su novio, embobado, enamorado.

—Amo... hacer el amor... contigo. —susurra el vasco, hablándole con la voz de bebé y enseñando a picón.
Juanjo cree que se va a morir de amor.
—Yo también, bebé. —responde sonriendo con cariño.

De pronto alguien toca a la puerta.
—Chicos. —dice la voz de Bea desde el pasillo. —¿Salimos o qué?
—Hostia. —susurra Juanjo. —¡Sí, ya vamos! ¡Danos 5 minutos!

Los chicos corren a vestirse para ir a pasear con Bea y Álvaro por Andorra la Vella, como habían acordado.

—Se suponía que íbamos a descansar en la habitación... ahora sí que necesito un descanso. —murmura Martin, poniéndose una sudadera a toda prisa.
—Cállate que he sido delicado, no te puedes quejar. —contesta Juanjo atándose los cordones de los zapatos.
—Es verdad. Es que eres el mejor, Do.
Juanjo le sonríe y le agarra de la mano, tirando de él hasta la puerta de la habitación. Martin se deja arrastrar.

—¿Qué hacíais, cabrones? —dice Bea.
—Nada, vestirnos. —contesta Juanjo.
—Hombreee que en la media hora que hemos descansado, estos dos han tenido tiempo hasta de hacer el triquitrí. —suelta Álvaro.
—Silencio, Mayonesa. —le dice Martin.
—Eso, eso. A dejar de hacer preguntas, coño. —añade Juanjo sonriendo con picardía.

***

Recorren la capital de Andorra, que no es grande pero es bonita, y cuyas calles son pequeñitas y antiguas. Mientras caminan, hablan entre los cuatro y ríen felices.

Juanjo le coge la mano a Martin y, con los dedos entrelazados, las mete en el bolsillo de su sudadera, donde los dos se mantienen calentitos. Martin no dice nada, pero este gesto significa muchísimo para él. Se muere de alegría y orgullo de que Juanjo, el Juanjo que no podía ni mirarle a la cara, le coja la mano por la calle.

—¡Ala! Por favor, mirad qué cucada. —dice Juanjo, cuando llegan a una crepería que parece una casita de un duende de Navidad.
—A mí me entra un crepe ahora, eh... —dice Álvaro.
—Joder, que si entra. —añade Bea.

—Pues ala, decidido. A merendar. —dice Juanjo, besando el dorso de la mano de Martin.
—Hace muchísimo que no como crepes. —comenta el vasco, mientras entran al local.

Detrás de cámaras - Juanjo y MartinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora