Martin se lava los dientes y se deja caer en la cama, en su cama de Getxo. Esta tarde su familia ha dejado el apartamento de verano, y no puede evitar pensar que eso supone que queda menos para ver a Juanjo. Como todas las noches que han pasado separados, lo llama al móvil.
Juanjo, que estaba en su habitación de Magallón deslizando en TikTok, coge la llamada de inmediato.
—Hola, cariño —saluda el maño.
—Hola, Do. ¿Estás en la cama?
—Sí. ¿Tú?
—También. ¿Qué tal tu día? —pregunta Martin, cerrando los ojos para concentrarse plenamente en la voz de su chico.—Bien... Bueno, los fans no entendieron lo del libro de París...
—En su defensa, no lo he entendido ni yo —suelta Martin muerto de risa.
—Vale, cabrón. Tendrías que apoyarme, soy tu novio... —se queja Juanjo, indignado.—Tienes razón, perdón. Pero al final lo han encontrado.
—Las majas, que están locas. Dejo un mensaje en un libro de un museo en París, y las cabronas van y lo encuentran —ríe Juanjo.—Oye, he visto por Instagram que has hablado con la Taurus esta, la de Twitter —dice Martin de pronto, cambiando de tema con algo de recelo.
—Ah, sí. Compartió el vídeo de la primera chica que encontró el libro y le contesté. Aproveché para...—Para agradecerle lo que hace, sí, sí, lo he visto —dice Martin en tono molesto, dejando al aragonés bastante confuso —. Le pusiste: "gracias por lo que haces por mí y por Martín" —suelta, enfatizando esa última palabra.
—¿Qué...? —a Juanjo se le escapa una risita al oír el tono de mosqueo del menor —. ¿Puse Martín?
—Sí. Martín. Ya me dirás quién es ese tal Martín, porque yo no lo conozco.
—Ay, cariño, no te enfades. No me di ni cuenta, el móvil me lo auto corrige—se excusa Juanjo, sintiéndose atacado, pero a la vez divirtiéndose con la situación.—¿Por qué te lo autocorrige? ¿Es que nunca escribes el nombre de tu novio? —pregunta Martin, en tono acusador.
—Es que no suelo llamarte por tu nombre, te llamo de otras formas —dice Juanjo.
—Eso no es excusa.—No te enfades, si te encanta, mi amor... Mi bebé. Mi Dovio... Mi cosita, mi agapornis, mi cruasán, mi bollito...
Martin se muerde el labio al otro lado de la línea para ocultar su sonrisa.
—Eres tonto —le dice, intentando sonar enfadado.
—Mi estrellita, mi mostachín, mi guapo, mi vida, mi pequeñín... mi actor de cine...
—Vale, que sí —dice, soltando una carcajada ante la creatividad de su novio —. Sigo enfadado, que lo sepas.—Vete a la mierda, no puedes enfadarte conmigo si estamos lejos —se queja Juanjo —. Si no te puedo abrazar y besar, ¿cómo voy a quitarte el enfado?
—Tendrás que seguir hablando, es lo único que te queda —responde Martin, soltando una risa traviesa.—Hmm, vale. Lista de motivos por los cuales debes perdonarme. Número uno...
—¿En serio? —pregunta Martin, muerto de la risa.
—Y tan en serio. Número uno: no tengo la culpa de que exista el auto corrector. Número dos: no tengo la culpa de que tus padres fueran tan cool quitándole la tilde a tu nombre.
—Serás idiota...—Número tres: me amas y no puedes enfadarte conmigo.
—Sí, claro —dice el vasco con sarcasmo.
—Número cuatro: te amo y amo tu nombre.
—Pues aprende a escribirlo.—Número cinco: eh... si me perdonas haré lo que me pidas —dice Juanjo, con cautela.
—¿Ah, sí? ¿Cualquier cosa?
—...Sí —contesta, arrepintiéndose al momento.
—Perfecto. Me guardo este vale para cuando estemos juntos en casa.—Oye, que el vale tiene fecha de caducidad... —intenta rebatir el maño.
—Tranquilo, me dará tiempo a canjearlo —suelta Martin, sin una pizca de inocencia.
—Tonto... —murmura Juanjo, acostándose en la cama.
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Detrás de cámaras - Juanjo y Martin
Romance¿Qué nos perdimos entre Martin y Juanjo cuando no había cámaras? Basándome en cosas reales, imagino momentos y conversaciones que pudieron ocurrir. La historia está en orden cronológico, desde las semanas en las que Juanjo aún tenía miedo, vemos su...