25. Casa Horas

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Martin camina hacia el ascensor, Juanjo lo sigue. Entran y Martin pulsa el 4. El vasco suspira y baja la cabeza, apoyando la frente sobre el pecho de Juanjo. Juanjo lo rodea con sus brazos, frotándole la espalda.

—Ya está, mi chico. Mi bebé tímido, estoy aquí. —susurra Juanjo.
—Es que, ¿cómo van a venir hasta mi casa? Se pasan.

Se abren las puertas del ascensor y fuera está esperando Erik, el hermano pequeño de Martin. Se separan, sorprendidos.

—Hola. —dice Martin, saliendo del ascensor.
—Hola. —dice Erik, alegando la última vocal con timidez.
—Hola, yo soy Juanjo. Tú eres Erik, ¿no? —pregunta Juanjo, agachándose un poco para poder mirar a la cara al niño.

—Sí. ¿Te sabes mi nombre?— pregunta Erik, con una pequeña sonrisa.
—¡Pues claro! Martin siempre está hablando de vosotros.
—Ja. Que pringado. —se burla el niño.
Juanjo, sorprendido, suelta una carcajada.

—Pues sí. Es un poco friki tu hermano.
—Oye... —se queja Martin, mirándolos con ternura.
—¿Erik? —dice la voz de Rebeca Horas, la madre de Martin, proveniente de una puerta que está entreabierta.
—¡Ama, han llegado! —grita Erik.

Y corre hacia la puerta que pone 4ºC. Martin hace un gesto a Juanjo para que pase delante y él lo sigue.

Juanjo empuja con cautela la puerta del piso y entra. Rebeca está ahí, con un pantalón ancho y un jersey de punto.
—¡Juanjo! ¡Por fin llegáis! —dice, corriendo a abrazarlo.
—Rebeca, ¿qué tal? Estás guapísima. Ay, qué alegría estar aquí. —dice Juanjo.

—Ay, gracias, hijo. Para nosotros es un placer, ya lo sabes, estás invitado siempre.
—Jo, muchas gracias. Qué bien huele aquí, eh.
—Las hamburguesas. Cuando las pruebes vas a alucinar, están buenísimas.
—Ay, qué ganas. —dice Juanjo, sonriendo.

Charlan un poco, y Martin los mira desde el marco de la puerta, mordiéndose el labio.
—¿Tú qué miras, bobo? —le suelta Rebeca, sonriendo vacilona.
"Tiene la misma sonrisa que Martin", piensa Juanjo.

—Nada, a vosotros. —dice Martin riendo.
—¿Por qué no llevas a Juanjo a la habitación para que deje sus cosas, hijo? Que tiene que estar cansado. Y enséñale la casa, si quieres.
—Vale.

—Ponte cómodo, Juanjo, cielo. Podéis poneros el pijama ya. Y si os apetece ducharos, también. Le das a Juanjo una toalla de las nuevas, hijo. —dice Rebeca.
—Valee.
—No he sacado el colchón inflable, hijo, pero si queréis está...
—No hace faltaa. —dice Martin.

Martin tira del brazo de su novio enseñándole cada habitación.
—Colchón hinchable, dice. Tú duermes conmigo. Bueno, el salón. —lo presenta Martin. Su hermano está jugando a la Play en el sofá.
—Oye, es precioso.
—Es que a mi madre le gusta la decoración. Bueno, ahí está la cocina y el comedor. Y... aquí está la habitación de Erik, y aquí la de María.

Martin abre la puerta de golpe y Juanjo espera apartado, no queriendo irrumpir en la habitación de la niña.

—¿Y Juanjo? —dice una voz femenina.
—Hola, yo también estoy, eh. Soy tu hermano.
—¿Pero está Juanjo?
—Sí. —dice Martin con un suspiro, tirando del brazo de Juanjo.

María lo mira con una sonrisa radiante.
—Holaa. ¿Cómo estás? —dice Juanjo, dándole dos besos a la chica.
—Bien, ¿qué tal? Qué ilusión conocerte por fin. —dice sonrojada.

—Pero qué mona. A mi me hacía aún más ilusión, te lo juro. Por lo que me cuenta Martin, tú y yo nos vamos a llevar de puta madre.
—Juanjo... —lo regaña Martin.
—Perdón. Con tu madre hablaré bien, lo juro.
—Que pesado, Martin. Déjalo hablar como quiera. —dice María.
—Eso, pesado. —dice Juanjo, riendo.

—Pero, ¿esto qué es? No puedes aliarte con mis dos hermanos, tu novio soy yo, ¿te acuerdas? —se queja, tratando de ocultar su sonrisa.
—Ay, Martin —ríe el mayor.
—Me llevo a Juanjo a mi cuarto, antes de que hagáis juntos una campaña de odio contra mi.

María y Juanjo siguen riendo, y Martin está feliz de que se gusten.
—Bueno, nuestro baño, ahí la habitación de mi madre y su baño, el patio y... aquí está mi cuarto. —dice Martin, invitando a Juanjo a entrar.

Martin cierra la puerta tras de sí y observa cómo Juanjo se pasea por la habitación, fijándose en las fotos con sus amigos de las paredes, los pósters de música, los libros de la estantería, las cámaras antiguas, los funko pops. El maño quiere preguntar por cada póster, cada objeto que hay en esa habitación. Quiere saberlo todo sobre Martin.

Deja caer su mochila al suelo y se tira sobre la cama, mirando al techo. Martin sonríe feliz y se tira encima de Juanjo, aplastándolo.
—Ay... Martin... —se queja el aragonés, entre risas.

Martin se acomoda con la cara a escasos milímetros de la de Juanjo, mirándole a los ojos.
—Hola. Hola, Do. —murmura Martin.

Juanjo le agarra las mejillas y lo acerca a su cara para besarlo. No paran de darse piquitos cariñosos, rozando sus narices.
—Ay, Dios, ¿pero qué es esta nariz tan fría? —murmura Martin.

Le da besitos a la nariz enrojecida del aragonés.
—Hace frío en Getxo. —dice Juanjo con voz de bebé.
—Mi amor... Te como. —suelta Martin, y le llena la cara de besos.

Juanjo, mientras tanto, no puede parar de acariciar el pelo de Martin.
—Eso, eso. Dame calorcito. —susurra Juanjo, derritiéndose con los besos de Martin.
—Oye, si quieres te das una ducha caliente, si tienes mucho frío.
—Me la daría contigo, pero me parece una falta de respeto a tu familia.
—Uf... ducha juntos apetece, eh...

—Martin, cojones. Estamos en casa de tu madre. Y no es plan desnudarme contigo después de haber estado cinco minutos aquí.
—Jo, vale.
—No te preocupes, esta noche cerramos bien la puerta... —susurra Juanjo. —Y entramos en calor.

Martin se sonroja y se abraza al pecho de Juanjo, sonriendo como un loco.
—No me digas esas cosas... que me pones nervioso... —murmura.

De repente escuchan la puerta abriéndose y saltan, separándose.
—Martin, la tele está...
—ERIK, PERO ¿QUÉ HACES?
—¿Qué?
—¡Que toques antes de entrar!
—Ah, perdón.
—Vete.
—Eres un borde... —se queja el niño, saliendo de la habitación.

Juanjo aprovecha que vuelven a estar solos para partirse de risa.
—Pobre chiquillo, Martin. —dice, riendo con ternura.
—Ya, he sido un borde. Luego pondré el puto pestillo.
—¡Ala!, ¿y esa boca? —dice Juanjo.
—Toda tuya, bebé. —contesta el otro, vacilón.
—Que tontito estás, eh. —dice Juanjo, aguantándole la mirada al otro con una sonrisa.

Se vuelven a besar, y Martin está bastante intenso. A Juanjo le hace gracia. De repente el menor se levanta, rompiendo el beso inesperadamente.

—Bueno, venga. A ponernos el pijama que la cena debe estar a punto.
—...Vale.
—Te dejo algo cómodo. —dice Martin, abriendo su armario y sacando un pantalón de chándal y una camiseta para Juanjo.

Este se quita el jersey y lo dobla, distraído, y se está quitando la camiseta cuando nota las manos calientes de Martin en su vientre. Juanjo se queda mirándolo, sorprendido.
—Pero, pero...
—Es que... —murmura Martin, con la mirada fija en el torso de Juanjo, mientras le recorre los brazos con las manos. —estás tan guapo... —dice, besándole la clavícula.

Juanjo le agarra la cara con las manos, flipando, y le obliga a mirarlo a los ojos.
—¿Te quieres calmar? —dice.
—Ay... pesado.
—Pesado no, es que ahora vamos a cenar con tu familia, amor. —dice Juanjo, sorprendido.

—Es que estás muy guapo, joder. Con los cachetes y la nariz rojitos, las gafas de sol... Agachándote para abrazar a mi madre y mis hermanos... Tan alto, metro noventa...
—Mido uno ochenta y cinco, pero como tú digas. —ríe Juanjo.

—Es que eres la persona más guapa del mundo, y encima verte interactuar con mi gente, siendo tan tú... te hace mil veces más atractivo.
—Amor, no sé qué te pasa.
—¡Que te quiero! Me atraes mucho. Y hueles tan bien que quiero tener la nariz pegada a ti todo el día.

— Madre mía. Y yo estoy enamorado de esta personita. —dice Juanjo, riendo.

—¡Chicos, a cenar! —los llama la voz de Rebeca.
—Vamos, anda. —dice Juanjo.

Detrás de cámaras - Juanjo y MartinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora