86. El vaso roto

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Martin está subiendo por el ascensor y está cabreado. Viene del estudio y no ha fluido nada, siente que se ha estancado y no sabe materializar las ideas y visiones que le recorren la mente. De camino a casa le han parado fans tres veces, y él ha tenido que tragarse su mal humor.

Y entonces, justo en la puerta de su edificio le han parado unas chicas. Claro, ha tenido que dar una vuelta a la manzana para no entrar a casa delante de ellas y evitar que volara la noticia:
¡Localizado el piso de Juanjo y Martin!

Abre la puerta de casa echando humo. Estas cosas le pueden.

—Hola, mi amor, ¿cómo estás? —lo saluda Juanjo, recostado en el sofá con la televisión encendida.
—Bien —contesta Martin, seco, y se va directo a la habitación para cambiarse de ropa.

A Juanjo le sorprende su parquedad, pero no le da importancia.
Estará cansado.

Martin se pone el pijama y entra al baño. La toalla de Juanjo vuelve a estar tirada en el lavamanos, cuando le ha dicho mil veces que la cuelgue en el toallero.

La mira fijamente y se obliga a coger aire para calmarse. Sale del baño, mosqueado y murmurando:
—La toalla sin colgar, otra vez.

Juanjo lo oye, claramente lo oye. Está flipando y se siente bastante atacado.
—¿Qué te pasa, Martin? —pregunta desde el sofá, pero el otro no contesta nada. Se limita a entrar en la cocina.

Juanjo decide dejarlo, y el vasco se pone un plato de garbanzos para calentarlo. Siente que todos los sonidos le molestan, la televisión, el murmullo del microondas, las cucharas chocando entre sí cuando coge una del cajón. Por otra parte, está teniendo muy poco cuidado, y haciendo más ruido del necesario.

En esto, sin querer vuelca el vaso con agua que se ha puesto, y este se vierte por toda la encimera.

—Coño —suelta, yendo a coger un paño para secarlo. No se da cuenta, pero el vaso entonces rueda hasta el borde de la encimera y se cae, haciéndose añicos contra el piso. El ruido le resulta ensordecedor.
—Me cago en todo, ¡baja el volumen, joder! —le grita a Juanjo, estresado.

El maño pausa la serie y se incorpora en el sofá, mirando alucinando al menor y al suelo lleno de cristales. No sabe qué le pasa, pero no tiene motivo para hablarle así.

—Oye, Martin, relájate.
—No.
—¿Se puede saber qué te pasa?
—¡Joder! ¡Nada, no me pasa nada! —dice el vasco, limpiando el agua furioso.

Juanjo respira hondo. Está empezando a sentirse muy molesto.
—Mira, no tienes motivo para hablarme así. —Juanjo le habla con cautela, intentando no perder los estribos. —Si estás cabreado yo no tengo la culpa. Y si no me hablas no puedo saber qué te pasa.

Martin, en lugar de entrar en razón, se cabrea aún más y se larga a la habitación. Juanjo, flipando, lo oye dar un portazo.
Hasta aquí hemos llegado.

El maño se levanta enfadado y sin entender nada, y entra en la habitación. Martin está guardando su ropa en el armario.

—¿Tú estás loco o qué? —le dice Juanjo.
—Déjame solo —exige el otro, sin mirarlo.

—Martin, mira, se acabó. Cuando el rodaje nocturno te pasabas el día poniéndote de mal humor a la mínima. Y no te decía nada porque estabas durmiendo poco y era normal. Pero ya no hay rodaje nocturno. Estás empezando a ir al estudio. ¡No llevas ni tres putos días, y mira cómo estás!

Detrás de cámaras - Juanjo y MartinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora