L.2 Capítulo 35

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La niebla y una noche sin luna grita mal augurio veas por donde lo veas.


Vengan todos, sean presentes de las malas decisiones, saben que quieren ver lo que les depara el destino a esos cuatro chicos en aquella zona peligrosa.

Izuku jamás pensó que su verano se vería envuelto en tantas emociones, mucho menos se imaginó que estaría caminando en plena madrugada rodeado de una espesa neblina en búsqueda de su nuevo amigo.

Un nuevo amigo que es un drogadicto, el antiguo Izuku se estaría golpeando la frente al saber que estaba arriesgando todo para ayudar a un adicto.

Lo peor era el sentimiento de culpa por arrastrar a Hitoshi, alguien que se había desligado de todos para vivir de forma tranquila.

El peliverde intentaba ignorar los pensamientos negativos que surgían en su mente, por ejemplo, que Shoto se reiría en su cara o peor, que terminen siendo asesinados por el traficante.

Ignorar era lo más sano para su mente o si no tendría un ataque de pánico.

Tenía que estar estable para no dejar solo a Hitoshi, estaba seguro de que aquel chico estaba asustado y con justa razón.

Tic tac, tic tac, tic tac…

Izuku sentía que en su cabeza había un reloj antiguo que resonaba su armoniosa melodía con cada segundo que pasaba.

Tic tac, tic tac, tic tac…

El tiempo corría, sin prisas ni demoras, cada segundo era importante, lo tenían claro como el agua.

Sus pasos tenían que ser veloces, pero precavidos, el sonido del reloj seguía acompañándolos mientras observaban el gps.

Tic tac, tic tac, tic tac…

El silencio perduraba entre los dos chicos, un acuerdo tácito entre ambos para no delatarse ante cualquier amenaza.

Izuku soltó un suspiro al ver que ambos chicos se detuvieron en un callejón; miró a Hitoshi y mientras señalaba la pantalla dijo en voz baja—: iremos por el lado contrario. No deseo toparme de frente.

Hitoshi asintió mientras mordía su labio inferior, intentaba ocultar el miedo que sentía, no podía evitar recordar ese horrible año en la calle.

—En serio lo siento —dijo el peliverde—. Lamento haberte arrastrado…

—No te culpes, esto no habría pasado si no hubiese sido un idiota inocente…

Ver esa mirada en el chico dolió, ninguno era el culpable de los actos de Fumikage y Shoto, pero esas decisiones podían causar un resultado irreparable.

—Vayamos antes de que sea demasiado tarde —susurró para luego caminar hacia la dirección señalada.

Tic tac, tic tac, tic tac…

En completo silencio se escabulleron por pequeños y solitarios callejones angostos, solo eran las murallas de ladrillos de las pequeñas tiendas.

Cuando llegaron al punto donde se encontraban los otros, se dirigieron a unos contenedores de basura y se ocultaron detrás de estos.

Rescataré tu sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora