Capítulo 60: El brillo de tus ojos

2 1 3
                                    

≿————- -ˋˏ ༻✿༺ ˎˊ- ————-≾

Desde que te fuiste, todo cambió de manera irremediable. No hay un rincón, ni un minuto en el día en que no sienta que algo está fuera de lugar. Es como si el mundo hubiera perdido sus colores, sus sonidos, como si estuviera caminando por una realidad paralela, una donde todo lo que alguna vez significó algo, se disolvió contigo. Siento el peso de tu ausencia en cada paso que doy, en cada respiro que intento tomar, como si el aire se volviera más denso, más insoportable.

Recorro las calles, esas mismas calles por las que solíamos caminar juntos. Las luces parpadean sobre el asfalto mojado, reflejando las sombras de los transeúntes que pasan sin saber, sin entender lo que se siente haberlo perdido todo. Mis pies me llevan automáticamente a aquellos lugares que solían tener significado para nosotros. No porque quiera, sino porque mi mente, mi cuerpo, todo en mí, aún sigue buscando alguna señal de ti. Busco tus pasos, tu risa, incluso tu aroma. Pero solo hay vacío. Un vacío que se cuela entre mis huesos, que cala hondo y me deja congelada, inmóvil.

Cierro los ojos, como si al hacerlo pudiera volver a esos momentos. Me imagino tu mano entrelazada con la mía, tu voz susurrándome que todo estará bien. Pero ya no hay consuelo. Lo único que queda es este silencio insoportable que parece gritarme lo que no quiero aceptar: que te has ido y no volverás.

Intento continuar. De verdad lo intento. Me esfuerzo por mostrar una cara distinta ante los demás, por no dejar que este dolor se note, pero dentro de mí, todo está roto. Es como si estuviera hecha de pedazos sueltos que intento mantener unidos por fuera, mientras por dentro, cada día, me desmorono un poco más. Sigo yendo al trabajo, sigo interactuando con la gente, pero no soy yo. No soy la misma persona que era antes de perderte. Porque desde que te fuiste, una parte de mí murió contigo.

A veces, en medio de la noche, me despierto sobresaltada, esperando oír tu voz, sentir tu presencia a mi lado. Busco tu cuerpo en la cama, mis manos recorren el espacio vacío donde solías estar, pero solo encuentro frío. Un frío que no viene del exterior, sino de lo que se ha convertido en mi vida. Porque desde que te fuiste, incluso el calor se ha vuelto inalcanzable.

He intentado hablarte en el cementerio, contarte todo lo que he estado sintiendo. Pero cada vez que lo hago, es como si me rompiera aún más. Te cuento sobre mis días, sobre lo mucho que te extraño, pero siento que esas palabras se pierden en el viento, en la nada. Y aunque intento convencerme de que de alguna manera me escuchas, la verdad es que no lo sé. No sé si estás allí, si puedes oírme, si realmente hay algo más allá de esta vida donde podamos volver a encontrarnos.

Lo que más me duele es que llegará el momento de no saber exactamente cómo sonaba tu voz. Es irónico, ¿no? La voz que me daba consuelo, que me hacía sentir amada, se desvanecerá de mi memoria. Me esfuerzo por traerla de vuelta, por recordar el tono exacto, la calidez con la que decías que me amabas, pero ya no puedo. Y eso... eso me destruye. Nunca pude decirte cuánto te amaba mirándote a los ojos en esa última despedida. Nunca pude hacerlo, y ahora me consume el arrepentimiento.

Sigo caminando, pero ya no hay un rumbo. Solo me dejo llevar por la monotonía. Trabajo porque es lo único que puedo hacer para no quedarme en casa, sola, rodeada por los fantasmas de lo que fuimos. No sé si alguna vez dejaré de sentirme así. A veces me pregunto si podré volver a amar, si podré encontrar a alguien que me haga sentir siquiera una fracción de lo que sentí contigo. Pero no puedo imaginarlo. No puedo concebir la idea de que alguien más pueda ocupar el espacio que dejaste, porque lo llenaste todo.

El sonido del mar, ese que antes me traía paz, ahora solo me trae dolor. Porque me recuerda a ti. A las veces que caminábamos por la playa, a tu risa que se mezclaba con el sonido de las olas. Ahora, esas mismas olas parecen susurrar tu nombre, recordándome que no estás aquí. Y cada vez que oigo el romper de las olas, siento que se rompe también un pedazo más de mi corazón.

Con Amor, Hannah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora