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Sé que es repetitivo, pero los días aquí pasan de una forma extraña, como si el tiempo funcionara de otra manera. La rutina me envolvía, y los años llegaban con rapidez, arrastrándome en su corriente. Ya no era esa joven doctora que había llegado llena de sueños e ilusiones; ahora era una mujer a la que le faltaban mil trozos de su corazón. En lugar de buscar la manera de restaurarlo, me resignaba a vivir con la ausencia, como una casa en ruinas que se había vuelto un hogar para el dolor.
Cada mañana, el sonido del despertador me sacaba de un sueño perturbador. A menudo, me encontraba de nuevo frente al espejo, tratando de reconocerme entre las sombras que se cernían sobre mi reflejo. La luz del día se filtraba tímidamente por la ventana, y cada rayo parecía burlarse de mí, recordándome que el tiempo no se detiene por nadie. Con el rostro impasible, me vestía con la misma monotonía, como si cada prenda fuera una armadura para enfrentar el mundo exterior.
Los pasillos del hospital estaban llenos de murmullos, risas y el sonido del equipo médico funcionando, pero yo me sentía como un espectro que vagaba entre los vivos. Mis interacciones eran superficiales, limitadas a lo estrictamente profesional. Las miradas de mis colegas reflejaban preocupación, pero sabía que no podía permitir que nadie se acercara demasiado. Había aprendido la lección de que el amor y la cercanía traían consigo un dolor inevitable.
A menudo, en medio de las rutinas, mis pensamientos se deslizaban hacia lo que había perdido. Las noches se convertían en un campo de batalla, y mientras la oscuridad se instalaba, mi mente se llenaba de recuerdos que no podía reprimir. Ryan y Jaime eran sombras que danzaban a mi alrededor, sus risas, sus voces, como ecos lejanos de un pasado que no podía recuperar. Con el paso del tiempo, incluso esos ecos se desvanecían, dejándome con el vacío.
Pero había algo que aún me mantenía en pie: la esperanza de que quizás un día podría volver a encontrarme a mí misma. Así, cada día, llevaba flores a la tumba de Ryan, un ritual que se había convertido en mi refugio. Colocaba un ramillete de jazmines y orquídeas, las flores que él amaba, y me quedaba allí, sumida en mis pensamientos. Era un momento a solas, una pausa en el ruido del mundo, donde podía hablarle de mis días, de las decisiones que tomaba, y de cómo lidiaba con la soledad que me envolvía.
No obstante, sabía que la vida seguía, y que, aunque yo me sentía atrapada en un ciclo de tristeza, las estaciones cambiaban, el sol nacía y se ponía, y el hospital nunca dejaba de funcionar. Las risas de los niños en la sala de pediatría me recordaban la fragilidad de la vida, y por un instante, deseaba poder abrazar el caos de la existencia sin el miedo que me había consumido.
El tiempo seguía avanzando, y aunque me sentía perdida en el remolino de lo cotidiano, había una pequeña parte de mí que aún anhelaba la luz. ¿Podría encontrar la forma de sanar esos mil trozos de mi corazón? ¿O me resignaría a vivir con ellos, como un mosaico desgastado por la vida? Me vi tan envuelta en mi trabajo que no pude observar de cerca el crecimiento de mis colegas, especialmente el de Daniella. Después de aquella discusión en la oficina, había dejado de insistir, pero yo estaba ahí, en la penumbra de mi propia soledad, observándola desde lejos. Sentía una mezcla de orgullo y nostalgia al ver cómo se convertía en la profesional que siempre había deseado ser.
Daniella, con su energía contagiosa y su dedicación, había logrado lo que muchos consideraban imposible. Ahora era una de las cirujanas especialistas más destacadas del hospital, liderando el equipo de trauma con una habilidad y confianza que la hacían brillar. La veía moverse con gracia entre los pacientes y el personal, siempre dispuesta a ayudar, a escuchar y a aprender. Su voz resonaba en los pasillos, llena de vitalidad, mientras yo me quedaba en la sombra, aferrándome a un pasado que no quería soltar, pero deseando compartir aquel brillo que ella transmitia.
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Con Amor, Hannah.
Novela JuvenilEn un mundo donde el amor y el desamor son dos caras de la misma moneda, Hannah se enfrenta a un corazón destrozado, marcado por recuerdos de pérdidas y promesas olvidadas. A través de cartas, ella desvela sus pensamientos más profundos y vulnerable...