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La resaca se disipó lentamente tras unas horas y demasiados vasos de agua. Mi mente volvía a la claridad, aunque todavía me sentía extrañamente desorientada, como si una parte de la noche anterior estuviera atrapada en una neblina densa y esquiva. Mientras tanto, Daniella se movía a mi lado con una calma que parecía imposible. Se veía feliz, tan despreocupada, y no parecía tener intención alguna de hacer preguntas sobre lo que realmente había ocurrido. Al parecer, solo yo había perdido el hilo de los eventos, atrapada en una especie de vacío mental.
Me sonrió mientras besaba mis mejillas, y con una dulzura que me desarmaba, comenzó a curar aquellas heridas dispersas que ahora notaba en mi cuerpo. Sus dedos eran suaves, pacientes, y sentí cómo cada caricia parecía apaciguar algo más profundo en mí. No pude evitar mirarla, contemplarla con una mezcla de asombro y confusión. —¿Estás bien, Hannah? —me susurró mientras me pasaba un paño frío por la frente.
Asentí, intentando esbozar una sonrisa que probablemente quedó a medio camino. No sabía cómo explicarlo, pero algo en mí se tambaleaba, algo que no era sólo resultado de la resaca. Era un miedo extraño, como si temiera despertar de un sueño.
Y, querido lector, no sé cómo explicarte la maraña de emociones que sentía en ese momento, pero dime... ¿alguna vez has sentido el corazón tan lleno, tan apretado, que parece a punto de estallar? ¿Has experimentado ese impulso de llorar, no por tristeza, sino por la sobrecarga de un amor que parece haberse filtrado entre las grietas de tanto dolor? Porque, entre el caos, el miedo, y las dudas que me rodeaban, yo estaba descubriendo algo que no había buscado, pero que había encontrado en los ojos de Daniella: ese amor, profundo, inesperado y desbordante, el tipo de amor que solo se encuentra una vez en la vida.
Ella seguía acariciando mis mejillas, y en esos gestos cotidianos y sencillos, mi mente comenzó a aquietarse. De pronto, todas las respuestas parecían encontrarse ahí, entre sus manos, en esa ternura que me envolvía y hacía que el mundo entero dejara de importar. Porque sí, a veces, entre la confusión y las decisiones que se ciernen sobre nosotros como nubes oscuras, aparece algo tan puro que nos recuerda que aún vale la pena seguir adelante. Y yo, perdida en esa calma efímera, sabía que al menos, por este momento, no quería estar en ningún otro lugar.
El amor que sentía por Daniella era difícil de poner en palabras, una mezcla de paz y una tormenta al mismo tiempo. No era el tipo de amor que llega con fuerza y luego se disuelve, sino uno que se había ido tejiendo en silencio, hilo a hilo, entre miradas, entre silencios compartidos y pequeños gestos. Era como si una parte de mí siempre hubiera sabido que, aunque no la buscara, terminaría encontrándola.
Mientras la miraba en esos momentos, mientras ella se preocupaba por mis heridas, todo parecía quedar en suspenso. Era una sensación como si cada parte rota de mí, cada herida del pasado, cada pérdida que había experimentado, estuviera siendo suavemente cubierta y sanada solo por su presencia. Era una calidez constante, una llama que no ardía ni quemaba, sino que iluminaba, y que, de alguna forma, había logrado entrar en cada rincón oscuro que había en mí.
Cuando Daniella me abrazaba, sentía una conexión que iba más allá de cualquier palabra o promesa. Su abrazo me decía que estaba ahí, que no importaba lo que el mundo nos lanzara, ella sería mi refugio. Su rostro en mi cuello, su respiración pausada que rozaba mi piel, todo hacía que mi corazón se sintiera seguro, como si, por primera vez, hubiera encontrado un lugar al que pertenecer sin miedo a ser juzgada o rechazada.
Me perdí en el aroma de su cabello, en la suavidad de su piel, en esa confianza que solo alguien que te ama de verdad puede darte. Y entonces lo entendí: el amor no era un escape de la realidad, sino un lugar donde podía estar completamente presente, desnuda de cualquier máscara o pretensión. En sus brazos, podía dejar de correr y finalmente sentirme entera.
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Con Amor, Hannah.
Roman pour AdolescentsEn un mundo donde el amor y el desamor son dos caras de la misma moneda, Hannah se enfrenta a un corazón destrozado, marcado por recuerdos de pérdidas y promesas olvidadas. A través de cartas, ella desvela sus pensamientos más profundos y vulnerable...