Capítulo 74: El refugio que encontré (A su lado)

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Para cuando Daniella despertó, yo ya tenía su desayuno listo en el comedor. El día afuera, aunque frío, se sentía extraño de alguna forma. El sol, débil pero presente, se filtraba entre las nubes, haciendo que la luz se reflejara en las paredes de la casa. No era una mañana brillante ni alegre, pero había algo en esa luz apagada que calmaba el nerviosismo que seguía recorriéndome.

El aroma del café llenaba el aire, y las tostadas se doraban lentamente en la sartén mientras los huevos revueltos se cocinaban, suaves y esponjosos. Automáticamente, como si no estuviera viviendo la tormenta interna que había comenzado la noche anterior, preparaba el desayuno, uno que Daniella podría disfrutar después de la fiesta que no recordaba. Algo tan mundano, tan tranquilo, que no podía evitar sentirme algo culpable por querer mantener las cosas de esa manera. Como si la normalidad pudiera borrar lo que había sucedido entre nosotras.

Cuando finalmente Daniella salió de su habitación, su caminar tambaleante me hizo sonreír, aunque en mi pecho algo se tensó. Ella se veía cansada, desorientada, los ojos hinchados por el alcohol, y su cabello estaba desordenado como si la noche no hubiera sido solo una fiesta, sino un remolino en su cabeza. No parecía recordar mucho de lo que había pasado, y al principio eso me alivió. Al menos, pensaba, podría mantener las cosas bajo control, hacer que todo pareciera menos importante.

Se acercó al comedor con esa mirada perdida, los labios algo resecos y el rostro con una mueca de resaca. —¿Qué pasó ayer? —preguntó, frotándose los ojos mientras se dejaba caer en la silla, mirando la comida como si no estuviera segura de si era lo que quería o solo algo que debía comer.

En ese momento, su voz sonaba distante, como si aún no hubiera terminado de despertar por completo. Lo que dijera a continuación podría ser importante. Una parte de mí quería revelarlo todo, decirle que no solo había estado borracha, sino que había estado vulnerable, confesando cosas que, al menos en mi cabeza, dejaban de ser simples palabras de una borracha. Pero otra parte de mí, la parte más cautelosa, no quería encender una chispa que tal vez no podría apagar.

Sonreí, intentando mantener la calma, e incluso me sentí algo aliviada al no tener que tratar el tema en profundidad, por lo menos aún. —Nada, Street —respondí, con una sonrisa juguetona mientras ponía las tostadas en su plato—. Anoche tuviste que ser rescatada de una fiesta porque te estabas besando con más de dos chicas.

Reí mientras negaba con la cabeza, como si eso fuera lo más normal del mundo, pero al mismo tiempo me sentía rara, insegura, casi como si el aire alrededor de mí hubiera cambiado de temperatura. Sabía que Daniella no recordaría esto, no al menos de la forma en que había ocurrido realmente. ¿Acaso no lo sabía? ¿O tal vez, de alguna forma, su mente había bloqueado esa parte de la noche, la que me preocupaba, la que había sido más allá de las copas y las risas?

Daniella la miró en silencio por unos segundos, como si todavía tratara de reunir sus pensamientos, y luego soltó una pequeña risa. —¿Besándome con más de dos chicas? —dijo, incrédula, tocándose la cabeza como si estuviera tratando de recordar—. No puedo ni recordar a una.

Esa respuesta me hizo sentir una extraña mezcla de alivio y ansiedad. Claro, parecía ser solo un juego de borrachera, una de esas noches en las que las palabras se desvanecen en la niebla. Pero algo en su tono, en su mirada al no recordar, también me hizo preguntarme si realmente eso era todo. Tal vez la verdad estaba ahí, entre las sombras de sus recuerdos borrosos, algo que no podía admitir ni yo misma. Algo que no quería enfrentar, pero que me rondaba, cada vez más cerca. —Ya lo sabes —respondí con tono juguetón, intentando restarle importancia—. La próxima vez, tal vez deberías moderar las copas.

Con Amor, Hannah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora