Capítulo 77: Un nuevo camino

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Bee dio un paso hacia mí, su figura alargada proyectándose en el suelo como una sombra amenazante. Me observó sin prisa, evaluando cada uno de mis movimientos, como si estuviera descifrando un rompecabezas con piezas que ya conocía demasiado bien. La sala parecía encogerse a medida que la tensión aumentaba, y mi respiración se hacía más errática, luchando por encontrar algún resquicio de calma en medio de esa tormenta silenciosa.

—Escucha bien, Hannah —dijo finalmente, su voz cortante como el filo de una daga—. Tienes dos caminos, dos decisiones que tomar, pero debes ser inteligente sobre cuál eliges. El primero... es quedarte aquí. Aceptar lo que eres ahora, lo que ya no puedes dejar de ser. Jugar bajo mis reglas, ser parte de este mundo al que te has acercado, sin poder volver atrás. Convertirte en alguien más. Y no me malinterpretes, podría ser tu lugar... si sabes cómo jugar tus cartas. Pero si eliges quedarte, te lo diré claro: te mataré, no habrá lugar en este infierno para ti.

Mis manos empezaron a temblar involuntariamente, y no pude evitar mirar la pistola que todavía tenía en sus manos, como un peso muerto que no me permitía pensar con claridad. La amenaza estaba ahí, palpable en cada palabra que salía de su boca. Pero Bee no se detuvo.

—La segunda opción —continuó, su tono ahora mucho más frío, más calculador— es que te vayas. Sí, lo oíste bien. Si decides que tu vida vale más que todo esto, si decides irte de la isla, te dejaré ir. Pero si tomas esa decisión, tienes que irte... y no mirar atrás, Hannah. Y si no lo haces... si siquiera consideras quedarte, entonces no te servirán tus lágrimas ni tus súplicas. Te mataré.

Mi mente estaba nublada, mi cuerpo completamente paralizado por el terror y la confusión. Había algo en la forma en que lo dijo, tan seguro, tan convencida de su poder sobre mí, que casi podía sentir la presión en mi pecho, como si me aplastara de a poco. El peso de su voz, de su amenaza, hacía que la habitación se cerrara aún más sobre mí.

—Lo que quiero es simple —dijo ella, mientras se acercaba, casi como si disfrutara del dolor que causaba en mi interior—. Si quieres vivir, si tienes alguna esperanza de salir de esto, entonces vete. Pero si te quedas... no serás más que otra víctima más en esta isla. Serás una más de las que se quitan de en medio, Hannah. Tú decides.

El aire se volvió denso, y mis manos comenzaron a sudar mientras sentía el peso de la decisión que me imponía. ¿Era esta mi oportunidad para escapar de todo? ¿O simplemente me estaba condenando a una muerte lenta? Las palabras de Bee retumbaban en mi cabeza una y otra vez, pero no había respuesta clara, solo una verdad: quedarme significaba la muerte, irme era mi única oportunidad para vivir. Pero ¿cómo huir sin dejar atrás todo lo que había sido?

Antes de que pudiera decir una sola palabra, Daniella irrumpió en la sala, su rostro marcado por el miedo y la angustia. No necesitaba que me hablara, porque su expresión lo decía todo. Sin pensarlo, me abrazó con una fuerza desesperada, como si temiera que, en un parpadeo, pudiera desvanecerme de su vida para siempre. Pude sentir cómo sus sollozos se filtraban entre mis ropas, cómo se disculpaba una y otra vez, como si en algún modo fuera su culpa, aunque yo sabía que no lo era.

Mis brazos permanecieron inmóviles a su alrededor, atrapada entre la incomodidad y el deseo de sostenerla, pero no podía. No podía reaccionar, no podía decirle que todo estaría bien, porque la verdad era mucho más compleja que eso. Irme de la isla significaba dejarla a ella, y no sabía si podía hacer eso. Si tomaba esa decisión, la estaba abandonando, condenándola a lo que fuera que Bee tuviera preparado para ella.

Con Amor, Hannah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora