Con Amor, Hannah.

Capítulo 55: Promesas de Niebla

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El aire en la isla se había vuelto pesado, como si la atmósfera estuviera cargada de secretos que ambos sabíamos que no podíamos ignorar. Ryan había estado actuando de forma extraña durante las últimas semanas; algo en su mirada y su forma de hablar me decía que algo no estaba bien. Sus llegadas tarde se convirtieron en una rutina, y las heridas que a veces mostraba parecían contar historias de noches que no podía compartir conmigo.

—¿Qué te ocurrió esta vez? —le pregunté un día, mientras trataba de curar una herida en su brazo, disimulada por una manga larga que no podía esconder la tensión de sus músculos.

—Un accidente, solo eso —respondió, evitando mis ojos, y la frialdad en su voz hizo que un escalofrío recorriera mi espalda.

Con el paso de los días, sus amigos empezaron a irse de la isla, uno por uno. Las despedidas se volvieron frecuentes y melancólicas, llenas de abrazos apresurados y promesas vacías de mantener el contacto. Observé a Ryan sonreír en esas ocasiones, pero esa sonrisa no llegaba a sus ojos. Había una sombra en su rostro que se hacía más evidente con cada adiós.

Una tarde, mientras paseábamos por la playa, no pude evitar hacerle la pregunta que había estado acechando mi mente. —¿Qué está pasando, Ryan? Siento que me estás alejando de algo importante —dije, sintiendo la presión en mi pecho aumentar, como si cada palabra me costara un esfuerzo monumental.

Se detuvo, mirando hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a ocultarse tras el mar. Su expresión era grave, como si las olas estuvieran arrastrando algo más que la luz del día. —No puedo... —comenzó, y luego se detuvo, como si las palabras se le atoraran en la garganta.

—Ryan, por favor —insistí—. Dímelo. Estamos en esto juntos. No tengo miedo de lo que sea.

Finalmente, giró su rostro hacia mí. La lucha en sus ojos era evidente. Era como si estuviera atrapado entre dos mundos, y yo sentía que estaba a punto de ser arrastrada al lado más oscuro. —No quiero que te preocupes. No quiero que esto te afecte. Ya hemos pasado por tanto juntos, y yo... —su voz se quebró.

En ese momento, lo vi caer. No en el sentido literal, sino que la armadura que había llevado durante tanto tiempo se desmoronó. Sentí un nudo en la garganta mientras su lucha se convertía en mi propia preocupación. —¿Es algo peligroso? —pregunté, el temor comenzó a invadir mis pensamientos.

—Quizás. —Él tomó una respiración profunda. —Hay cosas en las que me estoy metiendo, gente con la que me estoy involucrando... no es seguro.

Un silencio pesado se instaló entre nosotros. Mis pensamientos giraban en torno a las implicaciones de sus palabras, y la ansiedad de lo desconocido me ahogaba. —¿Por qué no me lo dijiste antes? —mi voz era un susurro, cargado de confusión y dolor.

—Porque quería protegerte, Hannah. No quería que te sintieras culpable por lo que está sucediendo. —Su mirada se endureció, como si estuviera intentando levantar barreras entre nosotros.

—¿Culpable? ¿Por qué habría de sentirme culpable por lo que elijas hacer? —La frustración se apoderó de mí.

—Porque yo elegí esto. Estoy metido en un mundo que tú no conoces y... no sé si esto tiene un final feliz —dijo, y por primera vez desde que nos conocimos, vi que la incertidumbre lo hacía más vulnerable.

Las olas rompían en la orilla, como si trataran de traerme una respuesta, pero no había ninguna. Mi corazón latía con fuerza, sabiendo que esta conversación podría cambiar todo entre nosotros. —No quiero que me alejes de ti, Ryan. Si hay algo que te preocupa, quiero ser parte de ello. —La resolución en mi voz era clara.