Skelita Calaveras

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T/N Male x Skelita Calaveras


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Skelita Calaveras

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La luna brillaba con fuerza sobre la ciudad mexicana, su luz plateada derramándose suavemente sobre las calles decoradas de pétalos de cempasúchil y velas encendidas. Era la noche de Día de los Muertos, y los altares relucían en cada rincón, adornados con fotografías, flores, papel picado y ofrendas llenas de recuerdos y amor. Skelita Calaveras, con el corazón latiendo con emoción, respiró profundamente el aroma de la flor de cempasúchil que llenaba el aire. Por un instante, se sintió completamente conectada con sus ancestros, con su familia y con todo lo que representaba esa noche.

Skelita no era cualquier esqueleto; era una orgullosa calavera del mundo de los monstruos, una criatura que, desde su nacimiento, había vivido inmersa en la cultura hexicana. Con su larga cabellera negra rizada adornada con mechas de un vibrante color naranja, y su rostro similar al de una calavera de azúcar con finas líneas negras que destacaban sus labios, Skelita caminaba con gracia y discreción por las calles del mundo humano, encantada de poder mezclarse entre los vivos sin ser señalada. Esa noche era una celebración de vida y muerte, y entre todos los disfraces y altares, ella pasaba desapercibida, como una obra de arte más en esa noche mágica.

Skelita caminaba lentamente, sus grandes ojos marrones explorando cada detalle de los altares. Cada uno era una ventana al pasado, una historia de amor y nostalgia, y ella sentía cómo su corazón —aunque invisible— se estremecía de ternura al imaginar las vidas de aquellos que eran recordados con tanto cariño.

En medio de su recorrido, se detuvo a contemplar un altar especialmente hermoso. Estaba decorado con calaveras de azúcar, fotografías antiguas, y pequeñas figuras de barro, con velas que parecían danzar al compás de la brisa nocturna. Fascinada, Skelita dio un paso más cerca, y justo en ese instante, chocó suavemente con alguien. Levantó la mirada, sorprendida, y sus ojos se encontraron con los de un joven humano.

Era un chico de sonrisa amplia y luminosa, con ojos brillantes llenos de vida y una expresión tan cálida que Skelita sintió que su propio rostro se sonrojaba, o al menos, así lo imaginaba. Él parecía igual de sorprendido, pero no pudo evitar reír suavemente, dejando escapar una carcajada amistosa.


—Vaya, disculpa—Dijo él, rascándose la nuca con una sonrisa divertida—No esperaba encontrarme con alguien... tan radiante.

Skelita, sintiéndose repentinamente tímida, sonrió y bajó la mirada, pero no pudo evitar reír también—Perdón, es que... estaba tan absorta mirando este altar. Es muy bonito.

El chico asintió, sin apartar la vista de ella, como si también estuviera fascinado por su presencia—Me llamo T/N, por cierto ¿Te gustaría ver los altares juntos? Conozco las historias de muchos de ellos—propuso, ofreciéndole su brazo de forma cortés y divertida a la vez.


Skelita aceptó la invitación, entrelazando su brazo con el de él, y comenzaron a caminar lado a lado, explorando los altares. T/N le contaba historias de cada uno con un tono tan animado y apasionado que Skelita no podía dejar de sonreír. A su lado, el mundo parecía más brillante y acogedor.

A medida que avanzaban, él la miraba de reojo, observando los detalles de su "disfraz." Sus dedos tocaban suavemente su collar de caléndula mientras escuchaba, disfrutando de cada palabra, de cada sonrisa que él le ofrecía. Había algo en T/N que la hacía sentir segura, como si lo conociera de otra vida, o quizás de otro mundo.

Monster High - One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora