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Toralei Stripe
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Habían pasado varias semanas desde que T/N y Toralei comenzaron su guerra de bromas. Al principio, las bromas eran ligeras y algo inofensivas: una pintura en el espejo, una prenda desaparecida, un mensaje anónimo. Pero poco a poco, Toralei, como siempre, había empezado a jugar en un terreno mucho más peligroso. A veces sus bromas eran ingeniosas, otras veces crueles. Como aquella vez en que había lanzado un rumor devastador sobre T/N, diciendo que se había acostado con todo el equipo de Grave Ball.
El golpe fue certero, mucho más de lo que Toralei había calculado, y a T/N le había dolido profundamente. Todos comenzaron a mirarla con curiosidad, algunos incluso con desdén, y a medida que el rumor se propagaba, ella no tuvo más opción que huir de las clases y evitar todos los eventos escolares. Las risas y las miradas curiosas se habían vuelto insoportables, como si su nombre estuviera escrito en neón sobre su frente. Ningún intento de desmentirlo había sido suficiente. El daño estaba hecho.
Los días siguientes fueron un tormento: pasó horas frente al espejo, preguntándose cómo había llegado hasta allí. Y lo peor de todo es que Toralei no parecía arrepentirse. Para ella, todo era parte del juego. Pero T/N no podía dejar que la chica gata se saliera con la suya. Ya se estaba preparando para su siguiente jugada, cuando de repente, sucedió algo que la dejó completamente desconcertada.
Una tarde, mientras descansaba en su habitación, intentando evadir la realidad, escuchó un golpe en la puerta. No estaba esperando a nadie. Miró la cerradura, sus sentidos alertas, y antes de que pudiera levantarse, la puerta se abrió lentamente. Y allí estaba Toralei, en pie en el umbral, con una expresión de sorpresa en su rostro, que era casi genuina.
—¿Qué... qué estás haciendo aquí? —T/N preguntó, su voz quebrada por la sorpresa, y una pizca de confusión.
Toralei no respondió de inmediato. Sostenía una canasta de regalo entre sus manos, llena de cosas curiosas: una pequeña caja de chocolates, un par de peluches minúsculos que parecían de un color naranja brillante, y algunos objetos de broma, por supuesto. También había algo que parecía ser un perfume, y una carta que sobresalía de la canasta. Todo parecía cuidadosamente preparado, pero Toralei no tenía la típica sonrisa burlona en su rostro, ni ese brillo travieso en sus ojos. Algo era distinto.
—Lo siento—Murmuró, apenas audible, lo suficiente como para que T/N pudiera escucharla, pero lo suficientemente bajo para que pudiera ser un susurro perdido en la habitación.
T/N frunció el ceño. Nunca en la vida había esperado oír esas palabras de Toralei. Era imposible. Toralei, la chica de las bromas crueles, la manipuladora nata, la misma que había hecho correr rumores despreciables sobre ella, ahora estaba pidiendo disculpas. Sin embargo, el tono de su voz no dejaba lugar a dudas: no era una disculpa falsa. No había sarcasmo, ni ironía, ni juegos en sus palabras. Solo una profunda y, aunque algo torpe, genuina disculpa.
La chica gata levantó la mirada, sus ojos dorados brillando bajo las luces tenues del dormitorio de T/N, como si estuviera buscando una reacción, esperando una respuesta que no sabía si merecía.
T/N se quedó quieta por un momento, sintiendo una mezcla de sorpresa, desconfianza y algo de incredulidad. Después de todo lo que había hecho, ¿por qué ahora? Toralei nunca había mostrado esa faceta de sí misma, nunca había mostrado vulnerabilidad. Pero ahí estaba, su rostro inexpresivo, sus orejas ligeramente caídas, como si estuviera esperando el golpe de vuelta.
—¿Lo dices en serio? —T/N preguntó con voz firme; pero con un toque de tristeza. No estaba segura de qué pensar, no sabía si creía en esa disculpa. Toralei no era de esas personas que se disculpan, y mucho menos por algo tan... cruel.
Toralei suspiró, bajando ligeramente la mirada antes de dar un paso al frente, acercándose lentamente, como si la canasta fuera su único escudo.
—Sí. Lo siento—Repitió, con más convicción—Me pasé de la raya. Estaba... jugando; pero no pensé que fuera a llegar tan lejos.
T/N no sabía qué hacer con esa revelación. La guerra de bromas había sido un terreno peligroso, pero jamás había imaginado que Toralei, en el fondo, sentía alguna clase de arrepentimiento. Y aunque su corazón aún palpitaba con algo de resentimiento, algo dentro de ella se suavizó. No todo podía ser un juego cruel. Tal vez, solo tal vez, Toralei no era completamente la villana en esta historia.
Sin embargo, T/N sabía que la batalla no había terminado. Una disculpa no borraba las huellas de lo que había sucedido. En su mente, una pequeña chispa de duda se encendió. No era fácil perdonar, pero al menos la chica gata estaba haciendo el primer movimiento hacia algo diferente.
T/N observó la canasta, y después levantó la vista hacia Toralei. Su expresión era seria, pero también había un destello de curiosidad. ¿Sería esto un intento genuino de hacer las paces, o Toralei solo estaba jugando una jugada más en su interminable partida de bromas?
El silencio entre las dos se alargó, tenso, mientras las miradas se cruzaban, evaluándose mutuamente. A lo lejos, el eco de las risas de la escuela parecía resonar en el aire, pero dentro de esa pequeña habitación, por primera vez en mucho tiempo, había algo más que una simple competencia. Algo que T/N no sabía si podía o quería entender.
—Gracias, Toralei—Dijo, al final, con un suspiro, recogiendo la canasta de la mano de la chica gata. No estaba lista para perdonar, no todavía, pero tal vez este fuera el primer paso hacia algo diferente.
Toralei sonrió levemente, algo en su mirada de gato había cambiado, aunque no mucho.
—Nos vemos en la próxima ronda—Dijo en tono casi desafiante, pero sin la usual malicia—Si es que decides dejarme jugar.
Y con eso, dio un paso atrás y se marchó, dejándole a T/N con la canasta y un montón de preguntas sin respuesta; pero esta solo sonrió para luego admirar la canasta que le había dado la gatuna.
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Monster High - One shots
Fanfiction¡Bienvenidos a este one-shots de Monster High! Espero que les gusten estás minis historias de cada uno de estos personajes. ¡Espero que le gusten!