Monster High - One shots

Cleo De Nile

◆━━━━━━━◆❃◆━━━━━━━◆

Cleo De Nile

◆━━━━━━━◆❃◆━━━━━━━◆

T/N avanzaba por los pasillos de la escuela, con las zapatillas húmedas haciendo un leve sonido a cada paso que daba. La mañana había comenzado con lluvia, y aunque T/N había salido preparado con una chaqueta, la tormenta había resultado mucho más feroz de lo que esperaba. El cabello, que alguna vez estuvo perfectamente arreglado, ahora caía en mechones húmedos y rebeldes alrededor de su rostro. Su ropa se pegaba a su piel, incómoda y fría, y un rastro de gotas dejaba constancia de su recorrido.

Mientras avanzaba por el corredor, escuchó un suspiro dramático seguido de un jadeo. Al levantar la mirada, se encontró con los ojos azules y electrizantes de Cleo de Nile, que lo miraban con una mezcla de horror y compasión.

—¡Oh dios mío! ¡Te ves horrible! —Exclamó Cleo, llevándose una mano a la boca con dramatismo—¡Necesito arreglarte INMEDIATAMENTE!

T/N intentó balbucear alguna excusa o asegurarse de que estaba bien, pero Cleo no estaba dispuesta a escuchar razones. Antes de que pudiera articular palabra, ya había sentido la firmeza de su mano tomando la suya y tirando de él con sorprendente determinación hacia el baño más cercano.

—Cleo de verdad, no es necesario... —Intentó decir T/N, luchando por seguir su paso.

—¡No, no, no! No puedes presentarte así ¡Imagínate lo que dirán los demás! —Replicó Cleo, frunciendo el ceño con un aire de realeza herida— Además, no puedo permitir que mi pareja esté en semejante estado.

Una vez en el baño, Cleo cerró la puerta con un empuje firme y se giró hacia T/N con una mirada calculadora, evaluando el desastre en el que se había convertido su apariencia. La momia tenía un brillo decidido en los ojos, y su cabello oscuro y dorado brillaba bajo las luces fluorescentes, como si la lluvia de afuera no pudiera afectarla. Estaba impecable, como siempre, con su diadema dorada con joyas azul cielo adornando su frente, y el delineador alado en sus ojos intensificaba su expresión.

—Primero, el cabello —Murmuró, mientras sacaba un cepillo de su bolso y comenzaba a arreglar los mechones desordenados de T/N con una habilidad sorprendente. A medida que el cepillo se deslizaba por cada mechón, T/N notó cómo el aroma dulce de Cleo los envolvía, dándole una sensación de calidez en contraste con el frío de sus ropas mojadas.

Cleo torció un poco la boca al ver que el cabello de T/N todavía tenía algo de humedad, así que con gran precisión sacó una toalla pequeña que parecía haber traído específicamente para emergencias de este tipo y empezó a secar cada mechón con cuidado.

—¿Sabías que, en el antiguo Egipto, el cabello era símbolo de estatus? —Dijo Cleo mientras trabajaba, con su tono usualmente elegante y un toque de orgullo—No puedo permitir que mi pareja luzca menos que perfecta.

T/N solo pudo asentir, aunque la mezcla de vergüenza y sorpresa le hizo bajar la mirada. Era algo surrealista estar ahí, bajo el cuidado atento de Cleo de Nile, quien parecía realmente determinada a restaurar su apariencia. Pero en ese momento, no pudo evitar sonreír, a pesar de todo.

—¡Listo! —Dijo Cleo finalmente, dando un paso atrás para evaluar su trabajo— Aún no has recuperado completamente la dignidad, pero al menos ya no pareces haber sobrevivido a una tormenta.

T/N soltó una risa suave, y Cleo le devolvió una sonrisa satisfecha, como si acabara de completar una de las hazañas más nobles.

—Gracias, Cleo. Realmente no tenías que hacerlo —Susurró T/N, mirándola con una mezcla de gratitud y ternura.

Ella entrecerró los ojos, esbozando una expresión que mezclaba arrogancia y suavidad a partes iguales.

—Oh, por supuesto que tenía que hacerlo ¿Qué clase de pareja sería si no?

Cleo terminó de ajustar el último mechón de cabello de T/N, evaluando su trabajo con una satisfacción que era casi palpable en su sonrisa. Se cruzó de brazos, inclinando la cabeza mientras lo miraba, su expresión estaba teñida de una mezcla de orgullo y aprobación, como si acabara de esculpir una obra de arte perfecta.

—Muy bien, ahora sí. Te ves absolutamente presentable —Anunció con una sonrisa autosuficiente— Bueno, dentro de lo que se puede hacer con este clima tan inclemente.

T/N se echó a reír suavemente, aun sintiendo el eco del toque suave de Cleo en su cuello y en su cabello, y la calidez del aroma que ella había aplicado, tan delicado y envolvente. Sus miradas se cruzaron, y algo en el brillo dorado de Cleo, en sus ojos intensos, hizo que el mundo a su alrededor se desvaneciera, dejando solo el espacio que compartían en ese instante.

—Gracias, Cleo. Realmente... gracias por cuidarme —Susurró T/N, tomando la mano de Cleo entre las suyas. Podía sentir el suave calor de su piel, adornada por finas vendas que marcaban sus raíces como una princesa del Antiguo Egipto.

—Eres mi pareja, T/N. Eso significa que me importa cómo te ves y cómo te sientes. No es solo una cuestión de apariencia, sino de que tengas el porte adecuado para la posición que ocupas. Además... —Añadió, desviando la mirada apenas un instante—Me importa verte feliz y cómodo.

Sin esperar más, T/N se inclinó y dejó un suave beso en los labios de Cleo. Fue un roce breve, tierno y lleno de gratitud, pero también de algo más profundo, algo que llevaba guardado desde hacía mucho tiempo. La cercanía de Cleo y el aroma dulce de jazmín y ámbar parecían envolverlos en un instante eterno. Por un momento, Cleo se quedó en silencio, sus ojos abiertos y su expresión sorprendida. Luego, sus labios se curvaron en una sonrisa radiante, esa que rara vez permitía mostrar tan abiertamente, con suavidad, levantó la mano de T/N y la acarició con sus dedos, entrelazando las manos de nuevo.

—Bueno, supongo que te has ganado un lugar especial ¿No es así? —Dijo ella en un susurro, y aunque su tono tenía ese toque de vanidad, sus ojos reflejaban algo más: una dulzura que rara vez compartía con los demás.

En ese instante, Cleo ya no era solo la reina de los pasillos, la chica siempre perfecta e intocable. Era alguien que, en su propia y sofisticada forma, había encontrado un lugar en el corazón de T/N, y que ahora, sin pretensiones, lo aceptaba de vuelta.