Clawdeen Wolf

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Clawdeen Wolf

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La luna llena iluminaba débilmente las calles, una presencia enigmática que parecía susurrar secretos antiguos en la ciudad. En un rincón apartado de un bar algo oscuro y acogedor, Clawdeen Wolf se encontraba como siempre, deslumbrante y única, pero con una energía palpable en el aire. La gente en la habitación podía sentir su presencia antes de verla, como una corriente eléctrica que recorría el espacio. Sentada en una mesa junto a una ventana empañada por el vapor de la humedad, sus ojos dorados brillaban intensamente, casi como dos pequeñas lunas que reflejaban su energía indomable.

Su cabello castaño oscuro caía en una cascada de rizos suaves que se mecían con el ritmo de su respiración, y sus largas uñas afiladas tocaban la superficie de la mesa, creando un leve repiqueteo que era casi musical. A veces, su mente vagaba lejos, pero el bar siempre tenía una manera de devolverla a la realidad. La gente que entraba y salía era solo un telón de fondo; su atención estaba en su entorno, en los pequeños detalles, en las miradas fugaces que cruzaban la habitación.

En eso, una figura que destacaba entre la multitud se acercó con una energía igualmente imponente. Una chica de aspecto fuerte, casi imparable, se movía con gracia y confianza. Era una dragona, su piel ligera y escamosa brillaba débilmente bajo la luz tenue, y su mirada parecía capaz de atravesar la oscuridad. Sus ojos, de un verde intenso como esmeraldas recién pulidas, se posaron en Clawdeen, y la loba sintió una chispa de intriga.


—Clawdeen ¿Verdad?—La voz de la dragona resonó en el aire como un suave rugido, y su sonrisa, cálida pero peligrosa, dejó ver sus propios colmillos afilados. La tensión era palpable, una atracción inexplicable, casi mágica, que las conectaba de inmediato.


Clawdeen levantó la vista, sus ojos dorados parpadeando con curiosidad y diversión. Una sonrisa feroz, como la de un depredador que ya sabe que tiene el control, curvó sus labios. Sus colmillos brillaron con una intensidad fugaz, una advertencia juguetona de que no estaba allí para ser conquistada, sino para jugar.


—La misma ¿Qué hace alguien como tú aquí?—Dijo Clawdeen, su voz grave y confiada, dejando que la tensión en el aire creciera. 


Su mirada recorría a la dragona de pies a cabeza, evaluando la fuerza de su presencia. Era una mujer poderosa, y eso solo aumentaba la fascinación de la loba. Ambas eran criaturas del mismo calibre, animales fuertes y seductores, y en el intercambio de miradas había algo más que simple curiosidad; era un reconocimiento mutuo, el entendimiento de que ninguna de ellas sería fácilmente domesticada.

La dragona, mostrando una media sonrisa, se acercó más, su aroma sutil pero marcado por un toque metálico, como si la brisa hubiera traído consigo la fragancia de fuego—Vine a ver qué tan feroz es la fama de la loba más caliente de la ciudad—Dijo, y su tono juguetón hacía que el aire se volviera aún más denso. Sus ojos brillaban con algo más que curiosidad; era desafío, algo que ambas parecían compartir.


Clawdeen se echó hacia atrás en su silla, sus caderas se movieron con un movimiento fluido y elegante, sus garras dibujaron pequeños círculos en la mesa, y su sonrisa se ensanchó. La tensión creció, pero no había miedo. Al contrario, era la excitación de un juego que ambas sabían cómo jugar.

Monster High - One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora