Capítulo 2

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Cinco años después

Hace poco cumplí los veintidós años, termine mi carrera como contadora y ahora me siento miserable porque trabajo como secretaria en una empresa inmobiliaria, pagan bien eh de admitir, pero no es para lo que estudie. Actualmente, no se nada de mi familia, pareciera que la tierra se los hubiese tragado, me pareció lo mejor aunque en ocasiones me daban mis ataques de tristeza y los extrañaba a montones, además de que no se las razones, se por una fuente de confianza que se mudaron de los Estados Unidos, ¿A dónde? No tengo la menor idea. Y cabe mencionar que ahora me respeto más, no me he vuelto a acostar con un chico y tampoco bebo, no me emborracho, no me acuesto, simple. Aquel suceso en mi vida marco lo suficiente para saber que el hombre "perfecto" no existe, es una fantasía un cuento de niños, en esa imaginación si existía.

-Kimberly, unos chicos están en recepción, preguntan por ti- me avisa la chica que atiende vía telefónica.

-Gracias, ya mismo voy- cuelgo la llamada, mataría a esos chicos.

Me levanto de mi asiento, observó mi reloj y estoy a tiempo para mi hora de almuerzo, toco el despacho de mi jefe, al escuchar un 'adelante', procedo a abrir las pesadas puertas, simplemente avisaria de mi retiro.

-Señor McKellen, me retirare para almorzar- él señor Antonio es mayor de cincuenta y tantos años, una persona casada y respetuosa, algo como esto no se consigue en todas partes.

-Por supuesto señorita Connor.

-Con su permiso regresare a la una y media- dicho esto cierro la puerta y entro al ascensor, presiono planta baja, en minutos ya me encontraba en el piso, salí del mini espacio y camino por recepción buscando con la mirada a los primos menores de Danielle. -Allí están- me dije a mi misma, me acerque a ellos, les hice una seña con la mano y salimos del edificio, -¿Se puede saber por qué demonios están aquí en vez del instituto?- me cruce de brazos, los tres empezaron hablar al mismo tiempo, -Momento, uno a la vez- levanto mi mano y señaló a Martín el del medio, que me pareció más responsable.

-Bueno, nosotros preferimos salir antes- responde Martín nervioso, lo note debido a su manía de quitarse los lentes y limpiarlos una y otra vez; él tiene tan sólo nueve años.

-Explicate- me cruzo de brazos.

-Que estábamos allí jugando, divirtiendonos....

-¿Divirtiendonos?- pregunto Juan, el menor, tiene siete años.

-Es la verdad- se cruzo de brazos.

-Si jugar ajedrez para ti es divertido, tú y yo tenemos diferentes definiciones de "diversión"- hace comillas el mayor, tiene doce años, su nombre es Francisco.

-Por Dios- susurro, -¿Si terminas de explicarme?

-Claro- mira fulminante a los chicos y clava su vista en mi, -unos compañeros...

-Y si es que a esos imbéciles se les puede llamar "compañeros"- se quejo Francisco, miro al moreno con reprendimiento, y Juan estaba por hablar, lo miro a sus ojos verdes que el cual los tres poseen, de ese modo él no objeta nada.

-En fin- dice molesto después de tantas interrupciones, -ellos nos molestaron- inclina mirando sus pies.

-Y ¿ya?- él asiente, lleve mi mano a la sien, suspire, -Danielle los va a matar- comente.

-No le digas- ruegan.

-Shh- digo al recordar que estoy en mi zona de trabajo, -hagamos algo, yo no le digo si ustedes no se escapan nunca más- ellos asiente, -excelente, pues vamos a comer y en eso los dejo en el departamento de su abuela- comento.
Camine tomados de la manos con ellos y llegamos a un centro comercial, donde les compre unas hamburguesas y yo me limite a un plato sencillo, después de terminar disfrute de la compañía de ellos, fue increíble, ellos se ganarían el corazón de cualquier persona.

-Vamos pues- limpiamos la mesa, tome un taxi a la casa de la abuela de los peques, al llegar los llevo hasta el piso, tocó y espero a que me abran.

-Querida, estaba apunto de ir por ellos- comenta la señora Paola, le sonrió.

-Como estaba cerca pase a recogerlos- mentí.

-Gracias- abrió la reja y los tres entraron en un santiamén.

Observo mi reloj, -me tengo que ir, si no me apresuró llegare tarde.

-Bien- responde, di media vuelta lista para correr y llegar a la oficina, -Kim- me detengo y volteo a verla.

-Dígame- me pare de nuevo frente a ella.

-Llevate mi coche- me pasa las llaves, -te lo prestare por el tiempo que quieras si te encargas de llevar y traer a los chicos, yo estoy muy vieja para conducir.

-Gracias- no peleare, por lo menos hoy, porque necesitaba llegar a la oficina.

-Es un placer, querida- se despide con un beso, -mandale mis saludos a Danny.

-Muy bien- la abrazo por última vez.

Recordando que para mi es como una madre, muy hermosa de corazón, ella sabia lo que sucedió aquella noche y lo entendió, de mis padres no puedo decir lo mismo, ni siquiera tuvieron la curiosidad de preguntar, solo me insultaron para luego terminar patas afuera de la casa. Baje por el ascensor hasta el sótano, recuerdo que Danny me comento que su abuela había cambiado hace siete años su carro, lo cual es del 2008, es una terios Ford blanca, me introduje en ella y agradecía mentalmente a Danielle por enseñarme a conducir. Salí del estacionamiento y me puse en marcha a mi oficina, en el camino lo cual se me hizo corto, me recorde que de ahora en adelante debía levantarme más temprano para dejar a los chicos en la escuela y llegar a tiempo a la oficina. Para cuando llegue, aparque en el primer puesto libre que vi y entre por la segunda puerta del edificio, normalmente no entraba por allí, pero apartir de hoy seria la excepción.

-Wow, Kim- me sonrie la recepcionista.

-¿Qué?- le sonrió apenada.

-Te sienta de maravilla ese look- me guiña un ojo.

-Gracias- mi vestuario consistía en una falda negra tubo y una camisa blanca abotonada, con unos tacones negros y accesorios color plata, le sonrió para regresar a mi escritorio.

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