Capítulo 7

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—¿Madi? —escuchó su nombre en un susurro. Estaba sentada al lado de la puerta de ese cuarto de castigos, hecha un ovillo y apoyada en la columna de la pared. En la parte baja de la puerta había una rendija, era mediana y tenía barrotes.

Madison tenía los ojos llorosos y cerrados, no le gustaba estar en la oscuridad. Su mente jugaba con ella y le hacía ver cosas que en verdad no estaban ahí.

»Madi —volvió a escuchar, esta vez un poco más fuerte. Abrió lentamente los ojos y miró hacia la rendija. Sabía de quien era la voz, así que se sentó sobre sus talones y agachó la cabeza para verla.

—Hayley —respondió con voz ronca de tanto llorar. Quería con todas sus fuerzas abrazarla. Había estado todo el día ahí y ya no lo aguantaba, sentía que el espacio se hacía más pequeño conforme el tiempo transcurría.

La habitación era algo pequeña, hecha de piedra y madera, además de ser muy antigua y con mucha humedad. Había muebles viejos, sillas rotas, madera y muchas cosas que no servían. No había ventanas ni luz artificial, sólo lo poco que pasaba por los barrotes de la puerta. Había un diminuto baño que se encontraba en la parte de atrás. Todo el lugar era frío y horrible para estar.

—Lo lamento tanto, Madi —la voz preocupada de su amiga se coló por sus oídos. Su voz le trajo cierto alivio.

—No es tu culpa, Hayley —se las arregló para responder —Me alegro de que hayas venido a verme —murmuró con voz apagada.

—Lo siento por no venir antes, pero Borowski me estaba observando, No me ha dejado en paz hasta hace diez minutos —explicó con culpabilidad.

—No te preocupes —la más pequeña trató de que su voz sonara normal, pero seguía adolorida, con hambre y, sobre todo, con miedo; y eso fue lo que transmitió.

—Ven, extiende tus manos —habló Hayley dulcemente. Madison le hizo caso y pasó sus manos por los barrotes, eran suficientemente anchos para que sus pequeños brazos cupieran —Voy a curarte ¿De acuerdo? —explicó mientras sacaba de sus bolsillos todo lo que había podido conseguir para curarla.

Las palmas de Madi estaban lastimadas, líneas rojas en diferentes direcciones se podían ver, todo por culpa de la vara haciendo contacto con su piel. Le ardía desde que había llegado, pero no tuvo más remedio que soportarlo.

Hayley limpió los rasguños mientras la menor se mordía la lengua para no gritar. Alguien podía oírla y no quería recibir otro castigo. Luego la rubia le echó una pomada desinfectante que había conseguido y guardó todo nuevamente entre sus ropas.

—Gracias —susurró la niña, aquella transparente pomada había calmado un poco el ardor. Esta vez, Madison se acomodó mejor sobre el suelo con las piernas cruzadas frente a los barrotes.

—Siempre voy a ayudarte, no me agradezcas. Para eso están las amigas ¿verdad? —Hayley sonrió; aunque Madison no pudo verla, tuvo la corazonada de que lo había hecho. Siempre lo hacía.

—Siempre seremos amigas —respondió la niña con una mueca, lo más cercano a una sonrisa.

—Siempre —Hayley aseguró —Ten, come —la rubia le entregó dos piezas de pan con una manzana y una botella de agua. Se los había robado de la cocina. Sabía que Madison no había comido nada y quería, por lo menos, disminuir su hambre.

—Gracias, gracias —habló mientras agarraba la comida y lo devoraba con rapidez, sintiendo su pequeño estómago llenarse un poco. Se estaba muriendo de hambre y sed.

Hayley, cuando podía, hacia esto por ella. Venia por las noches y le traía comida y agua cuando era encerrada en ese pequeño cuarto.

A veces la dejaban sin comer hasta tres días. Madison creía que el hambre era uno de los peores castigos. Sentir que su cuerpo se debilitaba hasta ya no poder sostenerse, era lo peor. Creía que a Borowski le gustaba verla sufrir. Pensaba que, por alguna razón desconocida, se estaba desquitando con ella.

Innocent Blood [The Flash] Barry Allen / Caitlin SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora