First time kissing a guy. ↪klance

38. Happy Birthday, my son. [Especial]

23 de octubre, 00:00 a.m

— ¡Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños mi hermoso Keith, feliz cumpleaños a ti!— Entró de golpe el moreno a la habitación del azabache con varios globos en una mano mientras que con la otra sujetaba un pequeño pastel de chocolate con una vela roja encima.— ¡Feliz cumpleaños, greñudo, te traigo un regalo súper bonito!— Sonrió ampliamente al ver el gesto del azabache cuando éste interrumpió su gran partida, ganándose una vista mala de su pareja.— Ven, sólo soy yo.

— Sabes que odio mi cumpleaños, Lance, no me gusta festejarlo.— Masculló, volviendo su vista hacia la pantalla del televisor para continuar con una partida, ignorando por completo al moreno y las cosas que le traía.— Puedes comerte eso, no pienso celebrar nada, ¿correcto? No me agrada.

— No seas amargado.— Rodó sus ojos al ver la actitud del azabache, acercándose a la cama del joven para subirse, poniéndose de rodillas sobre esta.— Anda, voltea a verme.

— Enfadas...— No tenía otra opción que girarse, obteniendo un beso al momento en que se giró para mirarlo, haciéndolo reír en medio de este.— No pensé que te importara mi cumpleaños.

— Acabas de decir la cosa más estúpida de la vida.— Se burló, sentándose a su lado para soltar los globos, siendo estos que llegarán hasta el techo de la habitación.— Eres mi novio, es obvio que me importa tu cumpleaños, no andes con tontadas.

— ¿Vas a encender la vela o qué?— Miró el pequeño pastel, alzando levemente una ceja, esperando a que encendiera la vela.— ¿Te presto un encendedor?

— Yo traigo uno.— Le regaló una pequeña sonrisa para después inclinarse un poco, llevándose una mano al bolsillo de su pants, sacando un pequeño artefacto de color gris, incorporándose nuevamente.— Está bonito, lo acabo de comprar.— Le enseñó para después llevarlo cerca de la vela, pasando su pulgar por un pequeño botón hasta que lo encendió, acercando la llama de este al pequeño cordón blanco que la vela contaba en su superficie, encendiendo esta.— Pide un deseo, anda.

— Uhm...— Se llevó una mano hacia su mentón, entrecerrados sus ojos para pensar con exactitud el deseo, aunque sabía que jamás se cumpliría, acercó sus labios, expulsando una pequeña ráfaga de viento que apagó la llama para después recibir ese pequeño pastel en su rostro sin previo aviso, escuchando la risa del moreno.— Eres un idiota...

— Tenías que probarlo.— Siguió riendo, aunque su risa se detuvo cuando el azabache lo había embarrado de igual manera del pastel, riendo.

(...)

Keith no se encontraba preparado para llegar al lugar donde Shiro y Lance lo llevaban, no tenía ni la mínima idea del lugar y, para su mala suerte, le habían cubierto los ojos con una venda, prohibiéndole que se la quitara o le iría mal, únicamente escuchaba algunos murmullos de ambos jóvenes, molestándose un poco que le ocultaran cosas, aunque entendía, era su cumpleaños y debía de tener una fiesta sorpresa con sus amigos. Se sobresaltó al sentir que el vehículo se había detenido, algo obvio, Shiro había avisado que habían llegado a su destino, por lo tanto se desabrocharon sus cinturones de seguridad.

— ¿Ya me puedo quitar la venda?— Preguntó el azabache, aunque no obtuvo respuesta al escuchar el cierre de la dos puerta al mismo tiempo, bufó.— Gracias por dejarme solo, yo me lo quitaré.— Y al momento en que se quería llevar su manos hacia el nudo por detrás de su cabeza, dos manos lo detuvieron por completo, sintiendo que ejercían fuerza en sus muñecas, lastimándolo un poco.— ¡Más vale que no sea otra de tus broma o te golpeo en los huevos! ¡Suéltame!

Sintió que lo jalaban hacia el exterior del vehículo, cayendo al duro concreto del lugar en donde se encontraban, realmente se había puesto tenso y el miedo no tardaba en dominarlo, aprovechó para quitarse la venda de sus ojos, levantándose con rapidez y, sin ver de quién se trataba, le dio un buen golpe en la mandíbula, escuchando un quejido de su parte y un golpe en seco, momento en que abrió sus ojos, encontrándose con Shiro, sintiéndose extremadamente mal al darse cuenta de a quién había golpeado sin piedad.