42. Atormentado.

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"No sirves para nada" Se escuchaba una y otra vez en su cabeza.

"Es mejor que te mates" Se repetía mil veces.

"Eres un estorbo" Las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos con libertad.

"Vamos cariño, no pasará nada con esos hombres" Imágenes inundaban su mente.

Sus manos descansaban sobre su cabello, apretando estas con fuerzas, pareciendo que se arrancaría parte de su suave cabellera oscura de un sólo jalón, las lágrimas se deslizaban con libertad por sus mejillas, mojando sus rodillas, sus labios apretados, prohibiendo la salida de llantos donde se reflejaba que su alma se había quebrantado por cuarta vez en su vida. Las luces apagadas, el sonido de la estática de la televisión por antena, la puerta abierta del cuarto del baño, una pequeña vela iluminaba su interior, el agua tibia mojaba su espalda, esperando a que eso lo tranquilizara, pero nada lo lograría en esos momentos, los recuerdos, los gritos, las cicatrices, todo se trataban de golpes a su cuerpo sin compasión.

— ¿Por qué, por qué, por qué...?— Repetía para sí mismo, tratando de encontrar una buena respuesta para todo ese sufrimiento que anteriormente había sentido en la mayor parte de su vida.— ¿Por qué soy un estorbo...?— Suspiró entrecortadamente, dejando escapar un débil llanto de sus labios, elevó su cabeza, apartando algunos mechones de su rostro para ver la orilla de la tina, teniendo ahí una pequeña navaja.— No, Keith, no es la solución y lo sabes...

— Lo es...— Escuchó en su mente, aunque ignoraba su subconsciente, sabía que todo su cuerpo se encontraba cansado de ese sufrimiento, quería dormir y al día siguiente no recordar nada de su vida pasada, quería sentirse fresco cada mañana.— ¿No extrañas dizque desahogarte con eso? Ja, como si fuera posible eso, Keith.

— Cállate.— Se deshizo del arma blanca con brusquedad, levantándose con cuidado de la tina para cerrar la llave, tomando una toalla para secar su anatomía con cuidado, y en eso se topó de las cicatrices en sus muslos y antebrazos, sacudió su cabeza y suspiró, negándose rotundamente a volver con eso.— No, no, no y no.— Se negó, saliendo de cuarto del baño para ponerse un ropa cómoda y así recostarse en la cama de la habitación.

Descansó sus manos sobre su abdomen, juntas, su mirada clavada en el techo que apenas podía visualizar entre la oscuridad, sus párpados le pesaban, decidiendo que, tal vez, dormir fuera la mejor idea para calmarse y olvidarse de sus penas. El alcohol no le gustaba para nada.

— Sh, no te haré daño.— Un hombre mayor tomó del brazo al pequeño azabache, acercándolo a su cuerpo.

— No, es mi turno.— Otro de los hombres tomó el pequeño y débil cuerpo del azabache.— Ya tuviste tu turno, bastardo.

— Calmados, que es para que todos gocemos de su pequeño cuerpo.— Un tercer hombre se puso frente al pequeño, poniéndose de cuclillas, llevando su mano hacia el pequeño mentón del menor, dejando suaves caricias sobre su mejilla mientras éste luchaba por zafarse del agarre.— No puedes contra nosotros, tenemos mayor fuerza que tú.

— Púdranse...— Murmuró entre dientes el menor, escupiéndole en la cara al hombre frente a él.

— Tocaste el fondo...— Impactó su mano contra la pequeña mejilla del menor, tomándolo con fuerza de su cintura.

— ¡No, por favor, no!— Suplicaba, cerrando sus ojos con fuerzas al sentir las manos del mayor sobre su piel, suplicando que alguien interrumpiera todo esto.

Abrió sus ojos al no sentir nada, frunció su ceño al encontrarse en el baño del instituto, sentado sobre el retrete con una charola que contenía un sándwich a la mitad, algo de puré de patata y un jugo de cartón en la esquina, se preguntaba el qué hacía ahí, encerrado y solo. Puso aquello en el suelo, levantándose y abriendo la puerta con lentitud, se encontraba solo como lo había sospechado.

First time kissing a guy. ↪klanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora