Capítulo 21

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-Mis adoradas criaturas sedientas de sangre, pronto les daré su tan anhelada libertad, tan sólo deben de ser un poco mas pacientes como lo han sido durante estos veinte años- dijo Hegel en voz baja mientras observaba a aquellos fenómenos que una vez fueron personas comunes y corrientes como cualquier otra y que hoy estaban convertidas en extrañas bestias de distintos tipos y una mas peligrosa que la otra.

Aquellas criaturas permanecían allí encerradas y vigiladas todo el tiempo por varios hombres que estaban todo el día soportando los aullidos y gritos de las bestias que se mantenían bajo poca luz por razones de seguridad aun sabiendo que una de ellas tiene buena visión a pesar de la poca luminosidad.

-¿Por qué noto aquella diferente?- preguntó Hegel frunciendo su ceño y señalando a una jaula de vidrio donde estaba una criatura con una deformación en el rostro.

-Señor, el ZM-11 al parecer está pasando por una lenta y dolorosa mutación desde hace algunas semanas. Los cambios que se han estado observando son una leve decoloración en la piel y su boca al parecer se está transformando en una especie de hocico y en el unos pequeños dientes de aspecto puntiagudos parecidos a los de un tiburón y otro detalle es su crecimiento repentino- explicó el Dr. Miguel Morgan, biólogo y científico que trabaja para Hegel en la observación y estudio de aquellas raras criaturas que una vez fueron personas antes de ser usadas como ratas de laboratorios hace veinte años en los primeros inicios del virus que se había mantenido en secreto.

-Pero que interesante...- dijo Hegel observando a la criatura mientras el pasaba una mano por su creciente barba.

-También olvidé mencionar que los suministros de comida se están agotando, como ya sabe estas criaturas se alimentan de carne fresca y últimamente algunos animales como vacas, cerdos, gallinas etc. Se están extinguiendo y tal situación ha hecho que la carne para este tiempo sea artificial y difícil de conseguir.

-Miguel usted sabe que no es mi culpa que eso esté sucediendo. Una estudiante de medicina bioquímica estuvo trabajando con una cepa del virus y al parecer dio un resultado no esperado porque ahora los infectados están el las calles devorando a mi gente y me vi obligado a poner la ciudad en cuarentena hasta ver como soluciono este problema.

-Entiendo...

Hegel después de salir de aquel espantoso lugar estaba en su oficina parado frente al gran cristal que mostraba gran parte de la devastada ciudad desde allí y que era su pasatiempo preferido estar allí parado durante largos momentos. Ahora por primera vez en su vida siente miedo de realizar un ataque en la ciudad porque su hijo está dentro de ella y si había algo que el no haría sería asesinar a su único sucesor de sangre.

En ese preciso instante alguien toca la puerta y el da el permiso de que pueden pasar.

-Señor Hegel, necesitamos su opinión con respecto a la ciudad, ya pedí que fuera evacuada, pero necesito su consentimiento para permitir la explosión antes de que las armas biológicas invadan otros lugares- dijo su asistente con unos papeles en sus manos.

Hegel se volteó hacia el y le dijo:

-Deja ese asunto para después, envía todo tipo de medios para que traigan a mi hijo sano y salvo. Por ahora su vida es mas importante.

-Pero señor...

-¡ES UNA ORDEN!- interrumpió el hombre de enorme apariencia.

-Si señor, como usted ordene- dijo mientras bajaba su rostro y se marchaba.

***

Mientras tanto en la apocalíptica ciudad sólo había un aroma de muerte al cual era difícil acostumbrarse, aterrorizantes bramidos que erizaban la piel de cualquier persona que andará merodeando por las calles sin alguna protección, Kath y Steve se detuvieron frente a un centro comercial y se aaeguraron de no estar en un punto de peligro para ellos.

-Kath, al parecer hay mas personas aquí- dijo señalando aquel vehículo negro-debemos cubrir nuestros rostros por precaución, no sabemos que tipo de personas puedan estar allá dentro con vida o no- dijo Steve mientras escondía su pequeño afro en una gorra color negro y cubría sus ojos con gafas oscuras.

-Tienes razón, espero que no nos metamos en problemas Steve, yo talvez no sea una profesional disparando, pero debemos estar alertas ante cualquier anormalidad- respondió la rubia haciendo el mismo procedimiento que su amigo antes de bajar del vehículo en en que estaban.

***

Edwin...

En la tienda un vehículo oscuro, mas moderno que el de Alessia se estacionó cerca del lugar y de el se desmontaron dos personas las cuales andaban al parecer con mucha prisa y por su vestimenta yo juraría que están huyendo de algo mas que los zombies, Beatríz y yo estábamos atentos a la puerta y cuando ambos entraron Beatríz no se contuvo y los detuvo apuntándoles a ambos con un arma larga DC 15A de rápido alcance y blidanjes de última época.

-Alto ahí- dijo ella mientras sorprendía a los recién llegados haciendo que ambos alzaran sus manos.

-Beatriz ¿Qué haces? ¿Acaso estás loca?- susurré al ver lo que pasó.

Ambas personas tenían sus manos levantadas con nerviosismo sin decir nada.

-¿Quienes son ustedes?- preguntó la pelirroja con rígidez mientras les apuntaba.

Ellos se miraron uno al otro y no dijeron nada.

En ese instante salí de donde estaba y le dije a Beatríz que guardara su arma, pero ella insistió en seguirles apuntando.

-Hola, disculpen a la chica. Mi nombre es Edwin, pero pueden llamarme Ed. No somos asesinos ni nada por el estilo, sólo queremos ayudar- les dije.

En ese momento ambos volvieron a mirarse, asintieron y se quitaron las gafas oscuras y las gorras que tenían puestas. En ese instante quedé sorprendido al ver de quienes se trataba cuando debajo de esa gorra cayó una rubia melena y detrás de esas gafas los ojos azules mas hermosos que yo halla visto, sin duda alguna ella es la chica que he estado persiguiendo todo este tiempo y al fin la tengo frente a mi por pura casualidad del destino.

-¿Como te llamas?- le pregunté a la chica.

-Mi nombre...

-¡Maldición! ¡Corran!- gritó Beatríz mientras disparaba desde dentro un par de muertos que salieron de repente de unos pasillos echando escalofriantes gruñidos.

La rubia y su acompañante se echaron a correr y yo me quedé con Beatríz evitando que los persiguieran, para no dejarla sola y evitar que fueran detrás de nosotros y ataquen a Tad y las chicas.

Rigor Mortis//La Fiesta De Los Muertos//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora