Alex
—Buenos dias—saludé a una de las encargadas del orfanato. Ella al verme asintió con una sonrisa y me dejo entrar.
—Buenos días Alex—dijo una de las hermanas a medida se iba acercando a mi.
—Buenos días.
—¿No deberías estar en la universidad?
—Estoy de vacaciones.
—Ah, eso me alegra. Los niños les agrada mucho tu compañía.
—Si, y a mi igual.
Dicho estas últimas palabras entre a uno de los salones donde uno de los maestros se encontraba dando clases a unos niños menores de 6 años. Sin tratar de llamar la atención me senté en una de las sillas para compartir algo de momento con los menores.
—Es un gran profesor—habló una hermana sentada detrás de mi—Creció aquí.
—¿Enserio?
—Su madre quedo embarazada a los 14 años y decidió dejarlo aquí. Las jóvenes cada día son más irresponsables.
—Es una lastima.
—No todos nacen con la suerte de tener a alguien quien los reciba en casa.
Esas palabras me hicieron pensar en mi madre. Tal vez estaba siendo muy duro con ella, pero tenia que entender que ya era un adulto y era capaz de tomar mis propias decisiones.
La clase termino luego de una hora, los niños salieron del aula en dirección al patio de juegos mientras yo me ofrecí a ayudar a la hermana en sus labores.
Me llevó a una habitación en donde guardaba los registros de los niños que venían y se iban, junto a los adoctantes. Era una habitación enorme llena de estantes repletas de carpetas, cada una con información distinta.
—La mayoría de estos niños tiene la suerte de ser adoctados por buenos padres.
—¿Que me dice del profesor?
—El Ehm... El nunca fue adoctado. Al cumplir los 12 empezó a trabajar, claro que el orfanato aun cuidaba de el. Al cumplir los 18 y tener suficiente dinero decidió salir del orfanato y vivir su propia vida. Ahora que es profesor le gusta donar dinero para aquellos niños que pasan lo mismo que el paso.
—Ya veo...
—Una condición bastante triste.
Un ligero golpe a la puerta llamó nuestra atención. Aquella muchacha asistenete del lugar se hizo presente en la habitación.
—Hermana Anna, la buzca una pareja, al parecer buscan al niño José.
—Oh, José—me miró—esta pareja está interesada en adoctar al pequeño, esta es una muy buena noticia.
Sonreí y de la misma forma ella y la asiste se marcharon dejándome en aquella habitación. Ver tantos estantes empezaba a marearme. A juzgar a simple vista diria que por lo menos 5.000 niños habían llegado a pisar este orfanato.
—Hermana Anna—una voz poco peculiar se escucho detrás de la puerta.
Me acerqué y abrí la puerta topandone con un hombre de alta estatura y hombros anchos.
—¿Lo puedo ayudar en algo?
—Estoy buscando a la hermana Anna, ¿esta por aquí?
—Esta atendiendo a Un pareja.
—¿Trabajas aquí?
—Si, ¿desea algo?
Me miró sin más. Parecía desanimado, su rostro me era familiar. Tarde unos segundos en darme cuenta que se trataba del mismo hombre del centro comercial, aquel acompañante de la madre de Emma.
—En realidad es algo muy complicado lo que estoy buscando. No creo que tengas idea de como ayudarme.
—Mmm su gusta puede esperar a que la hermana Anna regrese.
—¿puedo esperar aquí? —dijo señalando la silla detrás deo escritorio.
—Claro, póngase cómodo, tengo cosas que hacer, con permiso.
Salí de la habitación no sin antes girarme a verlo por ultima vez a medida me alejaba. La expresión desanimada de su rostro no parecía cambiar por nada. Quizá tenia se sentía solo y lo único que quería era un niño que le haga compañía.
Helena
Después de dar de lactar a Camila y acostarla en su cuna baje a preparar la cena. Eran las 6 de la tarde y Nathaniel había llevado a los niños al centro a cumplir sus caprichos. Solo era Camila y yo, solo las dos.
Recibí una llamada a los pocos minutos de tener lista la cena. Era de Manuel.
—¿Que pasó Manuel? ¿Que tal todo?
—Helena necesito que vengas.
—¿Qué? ¿Adonde? No puedo.
—Es importante.
—Manuel, no puedo, estoy con Camila.
—Trae a la bebé.
—¿Qué? Esta dormida ¿Manuel que sucede? ¿Por que es tan urgente?
—No puedo contartelo por aquí. Nos vemos en la cafetería de siempre a las 7.
—¿En una hora? ¿Manuel? ¿Hola? —tarde, había cortado la llamada.
No me explicaba que era lo que lo tenia en ese estado. Su voz era exagerada, como si quisiera gritar o lago así. Pero me era imposible ir, no podía llevar a Camila ni dejarla sola en casa.
Como si el destino hubiese querido que mi encuentro con Manuel se diera Nathaniel y los niños aparecieron.
—Ah, estoy cansado—dijo Gabriel tirándose al sofá.
Me acerqué a Nathaniel quien colgaba su abrigo en el pechero al pie del sofá.
—Nathaniel...
—¿Que pasa?—preguntó.
—Tengo que salir.
—¿A donde?—me interrumpió.
No queria darle detalles así que solo le pedí que cuidara a la bebe mientras estaba fuera de casa.
Fui a la cafetería a la hora en que Manuel me había citado. Admito que me sentía curiosa por saber de que se trataba esta urgencia.
—Ven vamos—dijo tomándome del brazo sin siquiera sentarse a pedir algo.
Entre al auto, sin decir palabra alguna condujo hasta llegar al orfanato.
—¿Que hacemos aquí?—pregunté saliendo del auto.
—Necesito bucar ayuda—dijo caminando hacia la puerta principal.
—Pero esta cerrado.
—Mejor aun.
De un salto Manuel logro subir a aquel muro y entrar por la ventana.
—Etas loco—susurré para que nadie me oiga.
—Sube.
—No, estas mal de la cabeza o que.
—solo hazlo, dame la mano.
Con el corazón lleno de culpa tome su mano y entre al orfanato. Manuel ya no era un adolescente pero actuaba como uno, me preguntaba si Emma se sentía igual estando con Gabriel.
Caminamos por la oscuridad de los pasillos hasta llegar aun habitación.
Manuel caminó hasta llegar a uno de los estantes Lara luego buscar entre las cientos de crapetas amarillas.
—Manuel, ¿que rayos haces?
—Busco información—dijo con la vista fija al estante.
—¿Sobre quien?—pregunté mas que confundida.
—Sobre mi sobrino.
—¿Qué?...