Veintiocho; Familia Fischer

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"...Y al final del día, tus pies deberían estar sucios, tu pelo desordenado y tus ojos brillantes."


El abuelo mira aburrido la televisión y me doy cuenta que debo tener la misma expresión de aburrida. Había quedado para cenar con ellos y aún papá no había llegado. Queríamos pedir unas pizzas y mi abuelo estaba más impaciente que yo por comer.

— Deberíamos cenar sin él —sugiere.

Sonrío y niego con la cabeza. Pensé que perder a la abuela iba a ser malo para él, y lo fue los primeros meses, sin embargo, continuó adelante y no se dejó vencer por la tristeza.

Papá había conseguido que se mudara con él y ahora era como si viviesen en un apartamento de solteros.

Estaba nerviosa. Nerviosa porque Jared había llevado el coche al taller en el que papá trabajaba e iba a conocer a mi novio sin estar yo presente, ya que tenía que trabajar.

Jared cuidaba mucho su coche, siempre lo tenía impecable. Limpio, bien cuidado, con sus revisiones hechas y yo... bueno, alguna que otra lata de refresco en el lateral del coche, chaquetas en el asiento trasero, folios con dibujos y mi estuche de lápices.

Me levanto del sofá y subo a la que antes era mi habitación. Papá la mantiene limpia y veo que no ha tocado nada. Sigue estando el tablón con fotos de mis antiguas amigas o con ese primer chico que intenté salir. La colcha sigue siendo rosa palo y las paredes siguen pintadas de blanco.

Pegadas en una de las paredes, veo mis dibujos, los que más me gustaban. Solía dibujarme, y ahora, viéndolos, me doy cuenta que he mejorado.

Me había llevado el caballete a casa, pero aún tenía ahí varios cuadros. Paisajes, más que nada. A mamá siempre le habían gustado y lo que más triste me puso es que no se llevó ninguno cuando se fue.

Recordaba perfectamente el día. Había llegado del instituto cuando ella estaba sacando varias maletas de casa. Había un taxi esperando en la puerta y mamá me había mirado preocupada.

Se había marchado después de decirme que lo mejor era que me quedase con mi padre. Ella había desaparecido tan rápido que ni siquiera me había dado tiempo a reaccionar.

Papá me había mirado con tristeza y sabía que estaba jodido. No era fácil criar de una adolescente, y había tenido toque de queda hasta los dieciocho años, ganándose muchas discusiones conmigo porque "ya era grande".

Siempre había deseado crecer, poder hacer lo que quisiera, por eso, estuve un verano entero trabajando y me quedé. Una joyería. Esa fue mi oportunidad para irme de casa. Tenía un trabajo que me permitía pagarme el alquiler y papá y mamá me ayudaban a lo poco más que necesitaba.

Salgo de la habitación cuando escucho la puerta de entrada y para mi sorpresa, papá tiene dos cajas de pizzas en sus manos.

Sonrío y me acerco a él para besarle la mejilla.

— Menos mal, el abuelo quería cenar sin ti —digo llevando las pizzas a la mesa.

— No venías, tenía hambre —dice excusándose mientras mi padre lo mira con una ceja alzada.

— Tener padre para esto —dice en tono burlón.

— He ido a comprar porque mi hijo no tenía comida en la despensa.

— No he tenido tiempo de ir a comprar.

Los dejo con su conversación para ir a la cocina a por varias fantas. Las llevo a la mesa y me siento al lado del abuelo. Las cajas de pizzas ya están abiertas y no tardo en alargar mi mano para coger un trozo.

Efímero (Devil's Touch) Borrador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora