8; Angelo

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"Tú ganas. Te echo de menos"

Miro con una mueca de desagrado a Frederic, que está mirándome en todo momento desde el otro lado de la barra. Si fuera mi bar, no dejaría a ese hombre entrar aquí. Podría estar todo el día limpiando su lado de la barra de la baba que soltaba.

Jared no había vuelto a acompañarlo más desde que me había visto trabajando aquí, y sinceramente, parecía una acosadora. Aunque yo solía llamarlo destino. Jared, por supuesto, no pensaba así, porque le faltó echar a correr nada más verme. Suspiro pesadamente cuando Frederic llama mi atención y miro a mi compañera para después girar mi vista hacia ese hombre que no me dejaba tranquila.

Me acerco a él y alzo una de mis cejas para que me diga qué narices quiere ahora. Él señala el billete de la barra y cuando voy a cogerlo, su mano se pone encima de la mía, impidiéndome que la retire.

— Tu número de teléfono —dice.

— Por décima vez, no. Llamaré a la policía como no dejes de pedirme el teléfono.

— ¿A la policía? —Él se ríe y tengo ganas de arrancarle el bigote con mis manos—. ¿Y qué le dirás? Es tu palabra contra la mía. Soy un hombre de negocios y tú una simple camarera.

Aprieto mi mandíbula y él suelta mi mano. Cojo el billete y lo observo levantarse y ponerse su abrigo. — Nos vemos mañana, Grace —dice girándose y saliendo de la cafetería.

Había intentado que mis quince minutos de descanso cogieran a la hora que él siempre venía, pero no había colado porque era cuando más gente solía venir. Guardo el billete en la caja y cierro los ojos para después girarme con una sonrisa a la mujer que acaba de llegar a la barra.

Mis mañanas eran aburridas y monótonas poniendo café y deseándoles buenos días a todos los clientes con una sonrisa a pesar de no tener ganas de sonreír siempre. No había conseguido trabajo en ninguna de las galerías a las que había echado el currículum y eso mantenía mi ánimo por los suelos.

Había estado en Blogiasco porque quería tener un futuro de la pintura, quizás la madre de Jared tenía razón y esto no servía para nada. Mi sueño era solo un sueño, como muchos otros, y se quedaría en el fondo porque nunca conseguiría salir a flote. La beca había sido mucha suerte, ya se me había acabado.

Salgo del trabajo y voy a casa a comer con papá y el abuelo. Dejo mi mochila en la entrada, como siempre y me dirijo a la cocina para hacer algo de comer. El abuelo seguramente estaría dando su paseo matutino a las una de la tarde y papá está en el taller. No había visto a mamá desde hacía un tiempo cuando había venido a Italia la última Navidad para que no la pasara sola. Se lo había agradecido enormemente porque esa época era la peor.

Había cocido la noche anterior el arroz y solo tuve que calentarlo para después ponerlo en los platos. Hago los lomos de res con champiñones y cebolla y el abuelo no tarda en entrar, alabando lo bien que huele lo que estoy cocinando.

— Has mejorado mucho —dice.

— No me ha quedado de otra —respondo apartando la comida en los platos-. Internet tiene muy buenos tutoriales.

— ¿A eso te dedicas en tu tiempo libre ahora? —Coge el mantel para poner la mesa y se lo quito de las manos para hacerlo yo.

— Eso parece —voy al salón para poner el mantel encima de la mesa y me encuentro al abuelo con los vasos en la mano.

No he vuelto a tocar un pincel desde que volví de Italia y eso me enfadaba y preocupaba al mismo tiempo. Había estado pintando en mi cuaderno pero todo lo que dibujaba era... triste y melancólico. Y era normal, así me sentía.

Efímero (Devil's Touch) Borrador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora