Es increíble cómo las cosas suceden de un instante para otro, en un día había perdido todo lo que nunca imaginé que perdería, la tristeza nunca había sido más reconfortante y las lágrimas y las noches frías nunca antes habían sido tanto mis mejores...
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El vuelo duró más de 7 horas, más de 7 horas en las que no quise volver a abrir los ojos, más de 7 horas en las que, a pesar de las palabras de mis tíos o las miradas extrañadas de las personas a mi alrededor, nada me impidió llorar en la mayoría del tiempo. Me fui a dormir y cuando desperté ahí estaba ese sentimiento de infinita tristeza y desolación presionando mi corazón, un dolor que no se fue en ningún momento, un dolor que me recordó cómo iba a ser mi vida desde ahora en adelante: deprimente y desgarradora.
Mis tíos trataron de consolarme en todo momento, trataron de hacerme sentir mejor recordándome que ya iba en camino a mi hogar con mi verdadera familia, que nunca más tendría que volver a estar sola y que todo iba a cambiar para mejor. Sin embargo, ni siquiera podía responderles, tan solo asentía con la cabeza y en mi mente pensaba en que tal vez sería todo lo contrario a lo que ellos me decían.
Ellos no comprenden que es doloroso estar cambiando de familia a cada rato. Viví con mi mamá sin siquiera conocerlos, y después de la tragedia, aquella que nunca se me ha olvidado y que jamás se me podrá olvidar, llegué hasta familia Way, y después de todo el tiempo que pasé con ellos, después de las aventuras y todas las emociones, ellos tan solo no pueden esperar todo de mí, mis tíos no pueden esperar mi aceptación de la forma como quieren que acepte todo. Yo no conozco a estas personas, no sé dónde viven ni a qué se dedican, no los puedo considerar como mi familia aunque ellos sean mis tíos. Y ahora al parecer tendré que empezar de nuevo, tendré que conocer a las personas con las que conviviré, tendré que adaptarme al nuevo lugar donde viva, tendré que buscar a nuevas personas con quien pasar el rato —y eso si a alguien le llego a agradar—. Así que, sí, será mucho más doloroso hacer todo de nuevo teniendo en cuenta que en Nueva Jersey ya había encontrado mi lugar y sabía muy bien quién era entre los demás.
Sabía muy bien quién era para Gerard.
—Oh no, querida, esa es la puerta del conductor —me habla mi tía interrumpiendo de pronto mis pensamientos.
—¿Qué? —pregunto mirando a mi alrededor como si no tuviera ni idea de dónde estoy.
—El taxi. Estás entrando al asiento del conductor, Hayley —me aclara mi tío y yo frunzo el ceño.
Maldita sea, es cierto, había olvidado este pequeño detalle... En esta parte del mundo las personas conducen del otro lado del auto. Muerdo mi labio con fuerza cuando ver este taxi inglés me hace recordar cuando papá me llevaba a la escuela, tiempo antes cuando su enfermedad todavía no avanzaba y aún le permitía hacer algunas pequeñas cosas básicas.
Volteo a ver a mi alrededor y el corazón me comienza a latir con fuerza. No solo el taxi inglés me recuerda a papá, todo a mi alrededor me recuerda a él, es casi como volver a mi infancia... y eso no es precisamente bueno, en realidad.
Mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas y doy un paso hacia atrás sintiendo un terrible miedo de pronto atorándose en mi garganta. El señor del taxi, después de ayudarnos a meter las maletas en la cajuela del gran carro, vuelve en dirección al asiento del piloto para llevarnos a nuestra dirección, sin embargo yo no me puedo mover, el miedo me tiene paralizada.