VII

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Ariana

No me doy cuenta que sigo con su enorme campera hasta que me veo en el espejo de mi habitación. Miro mi reflejo y pareciera que estoy viendo a otra persona. Sonrío tanto que me duele la cara y no puedo forzar los músculos de mi rostro para hacer que la curvatura de mis labios vuelva a su lugar. Es casi imposible, me largo a reír por la histeria de la situación.

Me tiro a la cama y reboto en ella. Mi sonrisa se va y agradezco al cielo por eso, ya sentía mi cara entumecida. Miro al techo de mi habitación llena de retratos y quedo pensando en la nada y de pronto me doy cuenta que estoy sola y a la vez no, Jonathan está acá, tengo un pedazo de él, una extensión de su totalidad. Y eso me alegra, pero aún no sé si será que me dejé llevar por el momento divertido y él simplemente se convertirá en un amigo o si va a ser algo más... no sé, supongo que lo averiguaremos a medida que pase el tiempo.

No soy del todo nueva en esto. El coqueteo con algún chico sucedió una que otra vez en mi vida (obviamente no tanto como las perras hermosas y super delgadas de la escuela, pero bue) y entiendo que esto pudo sumarse a esa pequeña lista. No tiene porqué significar nada más ¿no?

Aunque, si esto pasa de ser algo más que una amistad... no me molestaría, para nada. De hecho sería algo lindo. Obviamente siempre es lindo que te quieran, que te piensen y que te esperen. ¿A quien le desagradaría algo así?

Mi puerta suena.

-¡Pase!-grito y veo a mi papá abrir la puerta y me muero de vergüenza por que me está viendo en este mismo instante con la campera de un chico.-Hola pa.-digo tratando de no sonar tan nerviosa.

-¿Como te fue? ¿Te trató bien?

-Si pa.-contesto riendo un poco y él se sienta a los pies de mi cama. Me queda viendo raro.-¿Que pasa?

-¿Campera nueva?-pregunta curioso y yo siento otra puntada de nervios recorriéndome.

-Eh... si, tenía frío.-contesto sacándome la campera y dejándola a un lado.

-Eso es bueno. Quiere decir que es un caballero.

-Si. ¿Vos como estás? ¿Trabajaste hoy? No me acuerdo de verte salir.

-No pero ya me voy. Me toca guardia. Entro en treinta minutos.

Desde que tengo memoria, cada vez que mi padre se va de guardia siento una cosa muy particular dentro mío: dolor. Las guardias son muy peligrosas para un policía como él, eso, sumado a los cambios climáticos propios de nuestra ciudad siempre me causaron mucha preocupación.

-Tengo una idea. Andá a cambiarte y yo te espero con una sorpresa.

-¿Qué? No hija, dormí, es tarde.

Pero yo ya estoy de pie dirigiéndome a la cocina.

Voy a la mesada, agarro la tostadora y la pongo al fuego. Saco pan en rodajas de la alacena y los pongo al fuego. Voy a la heladera y saco jamón y queso. Una vez que el pan está un poco caliente le pongo el queso para que se valla derritiendo a medida que el pan se va tostando. Una vez que el pan está tostado y el queso derretido, le pongo el jamón y lo cierro en un delicioso sándwich tostado. Pongo los 4 sándwich en una bandeja, la cierro y se la doy a mi padre quien ya a bajado con su uniforme.

-No solo sos la mejor hija que un padre pueda tener. También sos mi princesa, mi reina, mi diosa.-me abraza fuerte y le devuelvo el abrazo. Solo pasan un par de segundos cuando me doy cuenta que está llorando.

-Papá ¿que pasa?-pregunto intrigada.

-Nada, no pasa nada.-dice despegándose de mi abrazo y refregándose los ojos. Me da mucha pena, las lágrimas comienzan a rejuntarse en mis ojos.

Dentro del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora