Jonathan
Conduzco, cuando todo va mal y cuando todo va bien, conduzco. Mi vida entera se mide en fragmentos de conducción. Sobre todo de este Duna, los momentos más peligrosos, hermosos, turbios y adrenalinicos los viví en este auto, cual portador de los más intensos recuerdos de mi corta existencia. Decir que mi vida transcurre en este auto no sería exagerar.
Observo su cabellera, antes enrulada, ahora lacia, ondeando con la brisa externa. La veo sonreír y porta con ella un aura de alivio y tranquilidad. Y eso me invade, y de pronto la oscuridad no es tan intensa, el ruido no es tan ensordecedor, el dolor no es tan fuerte. Porque ella está acá, durante ocho meses me faltó pero ahora está acá y eso es todo lo que importa.
—¿Todo bien Mi Laydy? —pregunto anhelando escuchar su voz una vez más.
—Todo bien Sir Jonathan... Bueno, en realidad, estoy un poco abrumada con esta situación.
—¿Qué situación? —pregunto con curiosidad.
—Esto... nosotros.
—Ok... ¿Eso es bueno o malo?
Me detengo frente a un semáforo en rojo.
—No sé lo que es, pero me encanta —se gira hacia mí, se arrodilla en el asiento y se acerca mientras pone sus manos en mis mejillas y tengo que controlar los espasmos que mi cuerpo siente como reacción al contacto con su piel— ¿Puedo manejar yo? —pone puchero cual niña caprichosa pidiéndole dulces a su padre.
—Mmm, no lo sé. Vas a tener que ganarte al Dunita —intento hacerme el difícil.
—¿Y qué me va a costar ganármelo? —arquea una ceja como percibiendo el desafío.
—Para empezar unos besos, pero ya.
—¿Y para terminar? —se me acerca aún más lo que me pone los pelos de punta.
—Lo podemos averiguar ¿Querés? —intento no dejarme intimidar y seguir con el juego.
—Sí, sí quiero —se abalanza su rostro al mío y conecto enseguida con sus labios. La beso suave pero incrementando la intensidad conforme pasan los microsegundos.
El fuego entre nosotros en innegable, la intensidad con la que nos deseamos es insoportable, no la podemos reprimir, no se puede luchar en contra de un salvaje océano y eso somos nosotros ahora mismo.
De pronto sentimos un bocinazo desde atrás y recuerdo que estoy en medio de una calle y cuando me alejo de los labios de Ariana me doy cuenta que el semáforo está en verde. Ambos nos miramos y largamos una pequeña carcajada mientras el Corsa de atrás nos levanta un dedo lo que nos hace reír aun más.
—Tendrá que ser en otra ocasión —sentencia sonriente y se retira al asiento.
Llegamos al cine, estacionamos y lo primero que hago al bajar es ir a abrir su puerta y extenderle mi mano para que ella la tome. Siento la necesidad de ser caballeroso, de ser amable y que sienta que pienso en ella, que me importa mucho que esté acá y que su presencia no pasa desapercibida para mí.
Cuando ella toma mi mano sonríe y sus ojos se llenan de un brillo hermoso. Y eso es lo que busco, ese resultado, su máximo confort, su máxima felicidad, quiero saborear cada minuto, cada instante, cada roce, cada mirada. No puedo creer lo feliz que me hace.
—¿Qué hice para recibir tanta generosidad? —pregunta sonriente.
—Existir —respondo determinado.
—Basta, dejá de decir esas cosas —me empuja un poco luego de una pequeña risa histérica.
—Trataré de controlarme, pero no te prometo nada.

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Dentro del Fuego
RomanceAño 2002. Argentina sigue sufriendo las consecuencias de la crisis económica. Ariana es una joven de familia y amigos, es amable y cariñosa y se encuentra cursando su último año escolar, pero nadie sabe (ni siquiera ella misma) que esconde un secret...