XXXVIII

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Jonathan

Las hojas están tan secas que la mínima fricción en cualquier encuentro tanto material como inmaterial las destroza en pequeños pedazos. El cuerpo del árbol en el que estoy sentado también está muy seco, se sienten las asperezas porosas en mi espalda.

Hay una brisa un tanto fresca que es suficiente para mover las hojas de un lado al otro en un pequeño e inofensivo remolino otoñal.

Me siento bien, me siento tranquilo y en paz, lo cual es muy raro, no recuerdo cuando fue la última vez que me sentí así. No recuerdo no sentirme nervioso, incómodo o asustado por lo menos en el ochenta por ciento de mí vida.

Pero ¿cuál es la razón por la que me siento asi? ¿a que se debe esta plenitud?

Siento pisadas a mi lado, me doy vuelta y veo a Ariana caminando hacia mi. Ella tiene puesto un vestido informal de tela muy parecido a un camisón blanco que le queda hermoso. Ella sonríe y se arrodilla a mi lado y todo se vuelve claro. Ella es mi paz, ella es la plenitud que necesito.

—¿Estás bien?— pregunta y toca mi mejilla y la acaricia y mis respiraciones aumentan en intensidad.

Estoy anonadado por su presencia, desconcertado por su belleza, enamorado a fin de cuentas, tan enamorado cómo se pueda estar.

—S-si, si, estoy bien.— comienzo a ansiar sus labios, ansío el contacto físico de manera urgente.—Te amo Ariana...— confieso entre suspiros y ella ladea un poco su cabeza aún sonriendo cómo sintiendo ternura por mi comentario.

—Si me amás ¿porqué me mataste?

La confusión se apodera de mi. No entiendo lo que está diciendo y eso me asusta.

—¿Qué? ¿Que estás diciendo?

—¿Porqué me mataste Jonathan?— se pone en pie y me muestra su pecho lleno de sangre.

La sangre le corre a ríos por todo su cuerpo y hasta se le escurren por las pestañas haciendo que sus mejillas estén cubiertas del líquido carmesí.

—¡Me mataste!— grita cómo si fuera un animal y yo me asusta mucho. De hecho, me asusto tanto... que despierto.

Miro a mí alrededor y estoy en el sillón del hospital. Estoy agitado y hasta un poco sudoroso. Él corazón me late fuerte y va aminorando progresivamente sus pálpitos al percatarme de que estoy en la "realidad".

—¿Mal sueño?— pregunta mí tío mirandome de costado.

—El peor... ¿cómo estás?

—No muy bien, de hecho me siento muy mal Jonathan.— su voz está algo difonica.

—Tranquilo, ahora llamo a la enfermera.

—No, no hijo, no es necesario. Necesito hablar con vos.

Se lo ve tranquilo y a pesar de que manifestó sentirse adolorido se lo ve mucho mejor que ayer. De hecho, su semblante es otro, cómo si se tratara de alguien quien apenas ha experimentado un simple resfriado. Eso me da confianza y una mejor esperanza de verlo fuera de este lugar.

—¿Hablar de que?

—De Magui.— ya sé para donde va esto pero sinceramente no me lo esperaba, no ahora.

—Tío, por favor...

—Escucháme, simplemente escucháme.— toma mí mano y la aprieta un poco.—Sé que nunca le vas a hacer faltar nada. Pero si no encontrás la forma de salir de esta vida, es mejor que actives el plan B.

Dentro del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora