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Jonathan

Mi corazón late a más velocidad de lo que nunca podré soportar, está situación es la más distinta y desoladora de todas las situaciones a las que me he visto expuesto. No sé porqué, pero esto, se siente como el fin, como un cierre, como un precipitado desenlace de una historia plagada de errores y accidentes que nunca debieron haber ocurrido.

Todas las decisiones de mi vida me han llevado a esto, a este momento, todo me ha conducido a este auto, con tres bolsos en el baúl, una niña desahuciada llorando y a una amiga que se muere de miedo, casi tanto como yo.

—¡Siguen detrás nuestro Jhoni! —grita Chechu desesperada.

—Tranquila, ya los pierdo —saco mi celular del bolsillo de mi campera y se lo paso a Chechu.

—¿Qué hago? —pregunta desesperada.

—Llamá a Enrique, preguntale si el Gol del estacionamiento Rialto está disponible.

—¿El qué?

—¡Es un auto que tenemos en caso de emergencia como este! —respondo maniobrando para perder a la policía.

Chechu comienza a hacer la llamada mientras evado autos, transeúntes, edificios y más policía.

—¿Estás bien Magui? —pregunto mientras la veo aferrándose a su cinturón de seguridad.

—¡Si pero no quiero estar más en este auto! —responde a voz quebrada.

—Tranquila bebé, nos vamos a ir a otro auto y vamos a ir más lento ¡Lo prometo!

—Dice Enrique que sí, que te espera en la casa segura en Rada Tilly —comenta Chechu con el celular todavía en su cara.

—¡Decile que en cuarenta minutos nos vemos allá!

La adrenalina me recorre el cuerpo entero provocándome espasmos que inclusive temo que puedan hacerme perder el control del vehículo. La desesperación hace que mi corazón lata demasiado fuerte, casi tan fuerte que apenas puedo contenerlo en mi pecho.

Intento no respirar tan fuerte, porque creo que eso puede provocar que termine hiperventilando, y no quiero que Magui me vea así. Sé que es casi imposible, pero necesito resguardarla lo mejor que pueda, necesito que entienda que aunque estamos viviendo algo sin precedentes, ella puede tener un futuro. Ella puede sentir esperanza, ella puede salirse de este mundo.

Me tengo que recordar a mi mismo que estoy en medio de una persecución. Vuelvo mi concentración frente a mis ojos y maniobro como nunca maniobré en mi vida para perder a esta gente.

—¡Pónganse el cinturón de seguridad y agárrense fuerte las dos! —ordeno entre gritos mientras chequeo el retrovisor viendo las luces y oyendo las sirenas acercándose.

Acelero lo más que puedo, concentro mis ojos en una vía de escape que me permita llegar al estacionamiento donde sé que se encuentra el Gol, que es nuestro auto de emergencia.

No es fácil, la policía está empecinada en encontrarme. No lo voy a permitir, no hasta tener a salvo a Magui.

Luego de un par de giros imprevistos y de esconderme en un callejón, logro mi camino hacia el estacionamiento, donde rápidamente bajamos del Corsa y nos ponemos a buscar el Gol.

—¿Qué color es? —pregunta Chechu desesperada, tiene a Magui de la mano.

—Es azul oscuro, debe estar cerca —respondo intentando encontrar el maldito auto.

Mi mirada se pierde entre los centenares de autos estacionados. Hasta que... finalmente lo veo...

—¡Acá está! ¡Rápido vengan! —exclamo dirigiéndome al auto.

Dentro del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora