XXXIV

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Jonathan

Hay momentos cuyas imágenes se te quedan en repetición constante en tu cabeza, impulsadas por las emociones que el corazón bombea. Y todo se vuelve un bucle eterno en el que volvemos a entrar siempre.

Sin lugar a duda puedo decir que este se convertirá en uno de esos momentos. Ariana Ocampo... aquí y ahora, y a pesar que aún no me ha dicho nada, su mera presencia ha logrado sacarme del pozo siniestro en el que me encontraba.

Lo hizo de nuevo, todo se volvió hermoso gracias a ella. Hermoso y raro. Está distinta, cómo Cami lo había comentado, definitivamente bajó de peso, se ve rara pero no de un modo negativo, su cara parece más alargada, sus pómulos están más definidos, sus caderas no son tan prominentes y sus piernas se ven claramente más finas. Su cuerpo actual no es feo para nada, pero extraño esa escultura que me pedía a gritos que la abrace. No es que está nueva escultura no me llame a tocarla, todo lo contrario, pero este llamado suena menos fuerte que el anterior o por lo menos eso siento.

—¿Hablar de qué?— pregunta y hasta su voz suena rara, más áspera de lo que recordaba.

Magui aparece en escena y se acerca a Ariana sonriendo.

—Hola Ariana.— saluda la pequeña y se dan un pequeño abrazo.

—Hola hermosa ¿cómo estás?

—Bien ¿Porqué ya no sos gordita?

—¡Magdalena!— la regaño palmeando suavemente su hombro.

—No pasa nada.— dice Ariana riendo.—Ya no soy gordita porque hice mucho ejercicio y comí muchos vegetales.

—A mí no me gusta la lechuga. ¿Te dije alguna vez que soñé con vos?

—¿Ya te acordaste por fin?— Ariana se agacha a su altura y la toma por los hombros.

—Mmm, más o menos.— responde haciéndose la interesante.

—Hola.— de pronto la voz masculina de Mariano Loaiza se hace presente y me hago recuerdo de que está acá y que llegó con ella.—¿Todo bien Jhoni?— estira su mano hacia mí y yo la estrecho.

—Mariano. Todo en orden.

Me acuerdo de este pibe en la escuela. Un día le salvé el pellejo de otros chicos que le querían pegar. Nunca me dijo gracias, solo salió corriendo mientras los otros corrían de mí.

—¿Querías hablar Jonathan?— pregunta Ariana poniéndose en pie.

—Si, en privado ¿puede ser?

—Si, si claro.

—¿Todo bien Ari?— pregunta Cami bastante nerviosa, insegura y hasta con un dejo de incomodidad, cómo quien se siente culpable ante alguien.

—Todo bien.— responde a secas y luego me mira.

—Acompañame.— le digo y nos acercamos al ventanal grande del hospital donde tenemos una vista bastante clara de la calle del frente y los transeúntes que la cruzan.

Llegamos y nos sentamos en la banca larga que está pegada al ventanal. No sé de qué hablar, de hecho no sé porqué la traje hasta acá. Quiero tenerla cerca si, pero tendré que remarla para que esto no se estanque y mis intenciones queden en evidencia.

Dentro del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora