XLIV

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Jonathan

El té se va enfriando. Y no entiendo por qué lo preparé. Supuestamente tenía ganas de tomar algo caliente. Pero heme aquí... mirando a la nada, sentado solo en la mesa, sin saber qué rumbo tomar.

Por lo general no tomo té. Tomo mate con mi tío. Pero ahora él no está y no le encuentro sentido a tomar mate solo. Supongo que de ahora en más, descubriré varias cosas que perdieron sentido.

Presiento que el té enfriándose es una metáfora sobre mi. Yo estoy enfriandome.

—Hola.— la voz de Magui apareciendo a mi lado me sorprende y doy un pequeño salto del susto.—Perdón, no quise asustarte.— se disculpa la pequeña.

—No pasa nada, estaba distraído.— le digo alborotando un poco su cabello y sonriéndole a pesar de que ella no lo hace.

—¿Que vamos a hacer hoy?

—No sé. Primero hay que desayunar. ¿Que vas a tomar?

—Una leche fría con Oreos.

—Casi no quedaron Oreos.

—No importa.

Mientras preparo su desayuno intento mantenerme fuerte y con una sonrisa. No puedo darme el lujo de estar triste con Magui mirándome. Debo transmitirle fortaleza, debe saber que puede apoyarse en mi.

—¿Al final que vamos a hacer hoy?

—¿Que querés hacer?— pregunto mientras le pongo el vaso de leche sobre un individual y le sirvo las galletitas.

—Salir. Salir de la casa. Todo el día si es posible.

—¿Salir y hacer qué?

—Lo que sea, pero salir. Y por mucho tiempo.

—Ok, si eso querés que hagamos. Eso haremos.

(...)

Ella sonríe parcialmente. Cuando parece que va a formular una enorme sonrisa, se detiene a mitad de camino, cómo si nada fuera suficiente para alegrarla al cien por ciento. Y eso puedo entenderlo bien.

La llevé a desayunar a un restaurante cerca de casa. La llevé al Sacoa dónde pasó tres horas jugando a cada juego posible. Me pidió que me suba con ella a un juego de a dos de Jurassic Park dónde entramos en una cabina con dos rifles conectados a la pantalla y debíamos disparar a reptiles gigantes.

Luego, almorzamos en el Quick al lado de Sacoa. Donde no hubo mucha conversación pero definitivamente comimos bien.

Después de esto, fuimos al parque al que ella le gustaba ir de pequeña. Yo solo me senté en una de las bancas pero ella disfrutó de todos los juegos.

Son cerca de las seis de la tarde y creo que la idea de "todo el día afuera de la casa" se cumplió con éxito. No fue todo el día pero si gran parte.

Ella me expresa que está cansada y que quiere volver a casa lo cual me parece una excelente idea. Yo también tengo muchas ganas de volver.

(...)

—¿La pasaste lindo?— le pregunto mientras ella me da su campera y la cuelgo.

—Si, rre lindo.— se retira al sillón donde prende la tele para ver dibujitos.

—Me alegro. Voy a limpiar la cocina. Si me necesitas, estoy ahí.

—Deberías salir.— comenta sin alejar su mirada del episodio de Catdog en la tele.

Dentro del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora