I

358 14 10
                                    

Ariana
Marzo 2002

El ruido del despertador en la mañana es un sonido grotesco, nunca van a existir palabras suficientes para describir el odio que siento hacia este aparato. Pero era de mi abuelo asique lo sigo teniendo conmigo. Aunque me encantaría quedarme en la cama, sé que hoy comienza mi fatidico viaje por el último año escolar y eso me llena de alegria.

Hoy, Lunes 4 de Marzo del 2002, comienza el último tramo de esta tortura de tantos años. Aunque el año que viene tendré que unirme a una tortura peor, pero no hay que adelantarse a los hechos. Despues de todo, soy joven y tengo toda una vida por delante.

Aunque no puedo negar el placer que me causa acurrucarme en la cama. No entiendo como puede haber gente que salta de la cama al primer sonar de la alarma. Es una falta de respeto a tu colchón, tus frazadas, tus sabanas, tu cubrecama y por sobre todo, a quien más mal le hacen es a la almohada. Despues de todo, ese comodin que sostiene tu cabeza fue tu receptor de lágrimas, confidente silencioso e indiferente. Una almohada que te abrazó en silencio mientras te ahogabas en lágrimas ¿Acaso hay mejor consuelo que ese?

Por eso, cuando suena mi alarma, la apago, me tapo hasta la mitad de mi cara y abrazo mi almohada como dandole gracias por un hermoso descansar. Es como un ritual. Y lo repetiré una y otra y otra vez hasta dar mi último suspiro.

Me pongo en pie y comienzo a vestirme. Odio mi guardapolvo con toda mi alma. Pero este es el año en que nos dejan firmarlos con dedicatorias de nuestros compañeros y creo que, decorado de diferentes tintas, lo voy a querer un poquito más.

Luego de lavarme los dientes y la cara, decido que lo mejor es bajar a desayunar. Pero apenas voy por antes de la mitad de la escalera cuando mi mamá grita: "¡Ariana tu hermano todavia no se levanta!"... eso quiere decir que yo debo despertarlo. Refunfuñando vuelvo por donde vine y golpeo la puerta de Victor lo más fuerte que puedo.

-¡Hey zaparrastroso! ¡Levantáte o te rompo la puerta!

-Ya voy tarada, ya estaba levantado.-Me contesta desde adentro. Su voz suena hueca y fatigada.

-¡No quiero volver a subir Victor!

-¡Te dije que ya voy! ¡Rajá de acá!

Nos amamos, no parece, nunca lo parece, pero nos amamos. Victor tiene 14 años y está adolesciendo demasiado para mi gusto. Tiene arranques de mal humor y cuando no lo dejan salir con sus amigos hace berrinches como cuando eramos niños. Pensar que alguna vez yo tambien fui asi y de solo recordarlo siento verguenza, pero bueno, supongo que todos pasamos por esa etapa.

Cuando por fin llego al comedor, veo a mi madre preparandose para el trabajo. Mi madre es hermosa, de hecho, cuesta trabajo creer que es mi madre. Donde ella tiene ojos verdes claros yo tengo ojos marrón oscuros, donde ella tiene un intenso alisado natural castaño yo tengo ondas azabache que no podrian alisarse ni con una plancha de hierro. Donde ella es escultural yo soy amorfa. Donde ella es dulce yo amarga. Donde ella es suave yo aspera. Soy su sangre pero a la vez no lo soy. Soy su hija sin serlo.

Viendola ahí, poniendose su saco azul del banco y su pañuelo negro, recuerdo las palabras que mi padre siempre nos repite: "no saben la suerte que tuve de que su madre me halla elegido".

-Ariana ¿Me estás escuchando?-pregunta chasqueando los dedos cerca de mi cara.

-¿Que pasó?-pregunto desorbitada.

-Te dije que laves la ropa hoy.

-¿Vas a llegar tarde?

-Tengo unas horas extras. Asique voy a llegar una o dos horas tarde. ¿Levantaste a tu hermano?

Dentro del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora