Capítulo 4 - La llegada de Doña Amelia

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Capítulo 4

LA LLEGADA DE DOÑA AMELIA

Era mediodía del día lunes, y como siempre, Vicente se aislaba para devorar su pan relleno con jamón, queso, alguna salsa, y ahora, tomate y cebolla, cuando una señora de unos cuarenta y cinco años de edad, llegó sin tocar la puerta, entró en la oficina vacía de Don José y saludó a los otros hombres, mientras miraba al joven con curiosidad. La mujer de cabello agarrado en un moño, de piel blanca, vestido largo, por debajo de las rodillas, y zapatillas bajas interrumpió el momento de intimidad, y preguntó con pretensión:

-¿Y tú, quién eres? – Le preguntó algo molesta al muchacho.

-Trabajo aquí – respondió Vicente algo confundido.

-¿Desde cuándo? – volvió a indagar la mujer, con autoridad en los ojos.

-Desde hace dos semanas cuando el Señor José me contrató – Replicó Vicente metiendo el pan relleno, nuevamente en la bolsa de papel. Sus movimientos eran lentos, su actitud calmada.

Raúl que vio la escena a lo lejos, y ya no sentía desagrado por su compañero de trabajo, intervino en el acto:

-Doña Amelia, ya viene el patrón. Lo llamé y le dije que usted llegó. Si quiere le sirvo un cafecito recién colado – su dulzura calmó el ánimo de la mujer que entró en la oficina, sin mirar al muchacho nuevamente.

Raúl en solidaridad con su nuevo amigo, también lo abordó para que supiera con quien estuvo hablando minutos antes.

-Mi pana ella es la socia de Don José– dijo con tono bajo.

-No sabía que tenía una socia, pensé que era su esposa – respondió Vicente con ingenuidad.

Walter que siempre se mantenía al margen no resistió el impulso de participar en la conversación.

-La esposa de Don José está muerta. Doña Amelia estuvo de viaje un tiempo, visitando sus negocios en Barinas. Por esa causa no la viste antes. Al patrón se le olvidó hablar de ti con ella- Walter dejó su comida tapada, y buscó en la cocina el cafecito prometido.

Una hora después, se encontraban reunidos José y Amelia. No había gritos, ni ruidos fuertes, sin embargo todos estaban atentos a la puerta. El jefe salió un momento y le pidió a Vicente que entrara en la oficina. El joven algo sucio y cansado por la expectativa dejó de revisar el chasis de un automóvil que lo mantenía ocupado. Se limpió las manos, se lavó la cara y los brazos y entró en la oficina sin hacer comentario alguno. La mujer que antes se imponía como una bestia ante su presa, mostraba otra faceta, más amable y humana.

-Quiero disculparme contigo muchacho. No sabía que te había enviado el Padre Aurelio. Hablé con José, ya todo está arreglado.

-No se preocupe Señora, todo está bien.

Walter y Raúl seguían sin conocer el origen de Vicente, había una discreción extrema en relación a ese tema. El recelo aumentó, el cuidado en torno a ese extraño visitante generaba suspicacia.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora