Capítulo 67 - Antes de la tormenta

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Capítulo 67

ANTES DE LA TORMENTA

Una mañana antes del gran día.

Sacaba Celeste de su delicada caja, el hermoso vestido elaborado por Lilita. Era blanco, blanquísimo, tanto como su amor, que era puro. Lo colocó en la cama delicadamente. Era hora de abandonar el miedo, Vicente no lo tenía, ella tampoco debía tenerlo. Ante la adversidad, el amor se hacía más fuerte. Sin embargo, era mejor que Diego se quedara, por ahora, con Karla.

En el itinerario del día, que escribió con sumo cuidado decía, "arreglar pies y manos". Se vistió con sencillez, y salió al ruedo, lista para brillar.

Otra mañana de sol, como el día anterior, como deseaba que fuera el siguiente, el último día soleado siendo una mujer soltera. La peluquería llena desde temprano, ella tenía cita, se entregó a los mimos de la pedicura y fingió tranquilidad.

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Otras personas madrugaron. El centro de Caracas era un hormiguero de gente agitada. Gerson, fresco como una lechuga se tomó un cafecito mientras esperaba. Ahora tenía un teléfono móvil, moderno, el mismo se encendió, al ritmo de una música extraña. Primero confirmó el número y luego atendió.

-Ya estoy donde me dijiste. Vente que no tengo todo el día.

Al rato, Wilmer y Gerson disfrutaban a su manera de su hermandad. Con algo de clandestinidad, se encontraron en un discreto restaurante situado en el interior de un bonito centro comercial. Desayunaron con abundancia, Wilmer dijo que pagaba todo. Gerson no se hizo rogar y comió.

-El asunto es mañana al mediodía. –Wilmer Le pasó un papel arrugado con varios datos escritos.- En el departamento de una vieja que anda enferma. El tipo, vive en la dirección que esta al final, pero se está quedando en casa de la vieja.- Sacó de un bolsillo una foto doblada en cuatro partes y la estiró. – Es el.

Gerson tenía la boca llena de comida, y evitaba hablar, pero se mantenía atento a los detalles, absorbiendo a voluntad datos de suma importancia.

-Tienes que cuidarte, hacerlo bien, salir de esta vivo. Yo lo haría por ti, si quisieras. – Wilmer, sumaba puntos, hasta esa frase.

-Nadie tiene que hacer nada por mí. Este es mi rollo. Yo lo resuelvo. – Se secó las manos con la servilleta y dejó a un lado la precaución, quitándose los lentes oscuros que enmascaraban su defecto. Wilmer miró en ambas direcciones comprobando que no eran el centro de otras miradas curiosas.

-Solo te digo que te puedo sacar del país, cambiar tu identidad, lo que sea. – Algo cuidadoso en vista de la reacción inicial.

-Respóndeme algo ¿Tuviste algo que ver en la fuga?

-Ayudé un poco.- Wilmer, se colocó una gorra y además unos lentes. Recuperar el resguardo de su identidad era importante.

-Sabias que estaba vivo, esperabas mi llamada, ¡Coño hermano, ni que fueras brujo!-Gerson se colocó nuevamente los lentes.

-Cuando me enteré que Simón Cazalis estaba pagando condena en la misma cárcel que tú se me ocurrió la idea.

-¿Simón Cazalis?

-Lo llaman Infierno. Un duro de la guerrilla.- Wilmer pidió dos cafés y sacó un cigarrillo, le extendió el cajetín a su hermano que aceptó glorioso la propuesta.

-¿Cómo sabes todo eso? ¿En qué andas?- Gerson se sorprendió calladamente.

-Ando en lo que piensas. A punta de robar carteritas y someter gente en el barrio no se alcanza el poder. El negocio de la droga es el que manda. Yo me entiendo con los grandes. Y de cuidarte la espalda en el retén, un pajarito me contó.

-¿Tú planificaste la fuga?

-¡Qué va! Ya eso lo tenía planificado Infierno. Yo cuadré tu ingreso en el grupo que se fugaba.- Wilmer se concentró en su cigarrillo. –Necesitaba contactar a un tal Joaquín, y algunos explosivos fuertes, era un riesgo, pero si no te ibas con ellos, la cárcel iba a ser tu tumba.- la simplicidad de Wilmer al contar su proeza, el desprendimiento del dolor, generó admiración de Gerson hacia su hermano.

-Entonces... por eso me dejó ir sin problemas Infierno... estaba negociado...-Gerson se quedó meditando. Wilmer cambió rápidamente el rumbo de la conversación. La reunión estaba por terminar y deseaba respuestas.

-Cuando hablamos por teléfono, me dijiste que estabas bien acompañado. ¿De quién hablabas?

-De una carajita que conocí en la carretera. Ella me trajo a Caracas.

-¿Y qué pasó? ¿Dónde la dejaste?

-No la he dejado....

Los hombres se miraron con malicia, un reproche subliminal en la cara de Wilmer, y una mueca torcida en la cara de Gerson, que replicó al gesto de su hermano.

-Está en un lugar seguro.-Jugueteó con las manos y finalmente las cruzó.

-¡Que vaina contigo, no llevas ni una semana fuera de la cárcel y ya te estás metiendo en peos!-Wilmer ante todo era un hermano. Su sobreprotección era innecesaria, ya el rubicundo pirata tenía lo que necesitaba para continuar con su asalto.-Dime que por lo menos está viva aun.

-Muerta no me sirve. Esta viva. Te preocupas por una extraña, cuando ayudaste a incendiar una cárcel entera...

-¡No lo repitas! ¡Eso se queda aquí, entre nosotros! Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda...Escúchame bien Gerson, si por casualidad sales de esta vivo y te reúnes nuevamente con Simón, calladito, cero cuento.

-Nunca he sido un soplón, yo sé de qué puedo hablar y de que no. No soy el único que está metido en peos. – Gerson se incomodó de repente. Su intromisión en las decisiones de Wilmer no era aceptada. Mucha violencia latente en el ambiente para seguir alargando el encuentro.

Wilmer llamó a la camarera, pagó en efectivo y dejo una sustanciosa propina. Miró su reloj, y leyó un mensaje en su teléfono móvil. La cita terminó.

-¡Hasta aquí nos trajo el rio!-Se levantó al tiempo que parafraseaba refranes populares.

-¿Te volveré a ver?- Gerson experimentó nostalgia. Un sentimiento extraño en alguien como él.

-Nuestros caminos son distintos. ¡Quién sabe! – Se sacó un fajo de dinero del pantalón y se lo entregó a su hermano menor. – Guárdalo. Úsalo con inteligencia.

Gerson recibió el dinero, se lo guardo, la franela larga le cubría el bulto que formó en el bolsillo de su jean. Se dieron un fuerte apretón de mano, un abrazo y evitaron hablar, decir adiós, decretar el final. Ese breve momento de calma fue la antesala de una tormenta que nadie prevé en días de sol. 

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora