Capítulo 42 - La retirada

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Capitulo 42

LA RETIRADA

Al día siguiente, en horas del mediodía, en la Riviera del Lago Como, rodeado de altas y verdes montañas, en el pintoresco pueblo de Gravedona, apostado frente a la bella iglesia de Santa María de Piona, el Potrillo asistía al encuentro con el patrón, que solicitó entrevistarse con él en persona urgentemente, desde la noche anterior. El sol en su punto más alto, relucía en el espejo de agua, la arquitectura antigua adornaba la escena con esplendor, la actividad turística de la región florecía, los pescadores descargaban diversos frutos del lecho marino, presumiendo las bendiciones de ese lago inmenso.

Dentro de la embarcación que lo recogió, estaba Carlos Ignacio esperándolo. El potrillo abordó la nave, rumbo a Lecco, lugar pautado para cerrar un trato sustancioso. Las primeras impresiones eran cruciales, el cliente era exigente, solo se dirigía al principal. Carlos lo sabía, no era primera vez que hacían negocios en Italia. En Europa, la palabra empeñada lo era todo. Caso contrario, el que se aplicaba con los carteles del norte y los clientes de América, que requerían un amplio rango de investigación y suspicacia, para tan siquiera iniciar conversaciones. Adaptarse a las particularidades de cada mercado era fundamental y crear un precedente favorable rendía dividendos a largo plazo, aumentando la cartera de posibles compradores.

En el largo trayecto, el fiel servidor, conocedor del carácter del patrón, tuvo una sensación extraña, vio en los ojos de Carlos la incertidumbre, algo inadmisible para una pieza clave dentro de la organización. Ya sospechaba el origen de su pesar, cuando le informó que se reuniría con Marco Benedetti, en el Castillo de Piedra, nombre con el cual se referían a esa propiedad.

-¿Qué le pasa patrón? ¿Malas noticias?- preguntó el potrillo.

-Yo creo que ya sabes lo me pasa, pero te confirmo la sospecha. Malas noticias. – respondió Carlos Ignacio sin ánimo de continuar hablando.

-Le sugiero que elimine, de momento, lo que sea que le haya dicho el italiano. Recuerde que esos zorros huelen el miedo, y quizás hasta les de hambre.- Su trabajo era ser el mejor apoyo, hacerle ver sus errores. No era un atrevimiento, solo una advertencia para centrar al jefe.

-Ya lo pensé. Tienes razón, no puedo mostrar debilidad. El pasado debe quedar en el pasado. El presente es lo que importa ahora. – Carlos agradeció, en su manera única de hacerlo, el gesto del potrillo.

-¿Y la dama? ¿Dónde la dejó? – El potrillo se refería a Nicole.

-Un jet la escolta hacia Paris. Está muy a gusto haciendo compras. Esta hembra es chupasangre.

-¿Por qué sigue con ella Patrón? Esa arpía solo busca su dinero, no lo ama, lo usa. – Desde hace tiempo que el potrillo ansiaba expresar su opinión.

-No soy tan estúpido. Yo también la uso. Es insaciable, una veterana bastante agraciada. No soy hombre de estar solo. Ella me representa bien, por ahora. Un movimiento en falso y termina en la jaula de los leones. Se te nota demasiado que no la soportas.- su confianza con el pequeño indio le permitía comentar sus impresiones de la loba desalmada.

-No quise ser grosero, mi trabajo es protegerlo. – reconoció el potrillo.

-Y lo haces bastante bien, mi fiel amigo. Cuando caiga la noche te contare un poco de esta tormenta que llevo dentro, por ahora concentrémonos en el trabajo... Solo te adelanto una orden, elimina la vigilancia, dejaremos en paz a la joyita y al mequetrefe, luego te contare porque.

Al potrillo solo le costó un par de llamadas, acatar la orden de su patrón. 

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora