Capítulo 44 - Cien rosas rojas

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Capitulo 44

CIEN ROSAS ROJAS

El padre Aurelio invitaba al pueblo de Dios, que convergía en el santuario, a darse la paz, estaba culminando la primera misa del día, cuando la sombra de un hombre con muletas atravesaba la entrada principal del templo. Su andar pasivo, generó desconfianza, por lo que el sacerdote también se aproximó previendo la intención. La deteriorada faz del irreconocible Vicente, conmocionó al Padre Aurelio, que desconocía la gravedad de las lesiones cuando le informaron lo sucedido telefónicamente.

-¡Esto es peor de lo que pensé!... ¿Qué haces entrando en la iglesia en esas condiciones? Me dijo Don José, que estabas de reposo ¿Qué clase de reposo es ese?- El Padre Aurelio, siempre tan dramático.

-Entonces, también le habrá comentado su desagrado al saber que ahora tengo el apellido de Doña Amelia.-Vicente se acomodó en uno de los bancos de madera ubicado en una esquina.

El Padre guardó silencio. Vicente aprovechó su reacción para descargar su malestar.

-¿En qué lio me metió? Yo acepté la propuesta, con la certeza absoluta de que hacía lo correcto. No suelo arrepentirme de mis acciones, pero tal vez me equivoqué.- Vicente, maltratado y trasnochado, suplicaba entre líneas, algo de consideración.

-No te equivocaste, al menos en aceptar el apoyo de Doña Amelia. En un futuro entenderás que fue la mejor decisión de tu vida... Ella debe ponerte al tanto de todo, para que no te tome por sorpresa nada de lo que pase...-Un desfile de frases inconclusas se paseaban por los labios del cura.

-Usted es igual a todos...- Vicente, se disponía a levantarse cuando el Padre Aurelio cambió de tema bruscamente.

-¿Cuándo vas a traer a tu novia? Te pedí que vinieran juntos, para conversar de temas que los afectan – El Padre, esperaba esa oportunidad única, para declarar a viva voz, que conocía desde la infancia a Celeste.

-Todo se complicó. ¿Algún problema con Celeste? Creí que le agradaba. En la boda de Raúl parecían amigos de toda la vida.- Vicente no sabía cuánto había de cierto en su último comentario.

-De eso quería hablarte. – Dejó escapar el Padre Aurelio.

-¡Otra sorpresa! ¡Lo que me faltaba! ¿Se conocen?

-La deje de ver estando su hijo recién nacido. Conozco su origen. Espero que sepas lo que estás haciendo. Celeste es muy hermosa, pero...-El Padre Aurelio volvió a dejar una frase en el vacío.

-Otro "pero". ¡Me estoy cansando de este jueguito! Ya Celeste me habló del padre de su hijo, de su infancia, de sus hermanos irrecuperables, de su padrastro abusivo, de la noche que huyó con su hijo en brazos...-El Padre interrumpió la larga lista de "peros".

-¡Para, Para! Celeste te contó la historia. Creo que esta demás lo que pueda agregar. Ahora tienes el peso de un apellido importante. Una mujer con un pasado tan oscuro no es la compañera ideal. Su belleza te embelesa. Es hora de asumir tu puesto, en un año serás todo un profesional.

-Padre, yo sé todo eso, "pero"... -El adverbio que se repetía una y otra vez, en la boca de Vicente, se adormeció en la dulzura de su declaración – ¡La amo!

-Me gustaría decirte que me alegra lo que sientes. He cimentado un camino de bendiciones para ti, cumpliendo con el cometido impuesto por el Padre Andrés. – El silencio inundó el recinto. Vicente se levantó con dificultad, el sacerdote lo escoltó hasta la entrada.

Los rayos del sol iluminaron la desgastada vista de Vicente, el Padre comprobó el cansancio en su rostro.

-¿Has dormido? Te ves agotado –Preguntó el sacerdote.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora