Capítulo 69
AL ACECHO
En los hermosos jardines de la Universidad Central de Venezuela, se respiraba naturaleza y paz. Un pequeño pulmón vegetal en la selva de concreto, proveniente del jardín botánico. Con tanto que ver que Vicente se distrajo sin reparar en el transcurso del tiempo. Sus temores se disipaban en este ambiente tranquilo. El sonido de su móvil lo alertó, rápidamente atendió al llamado:
-Ya salí ¿Dónde estás? –Preguntó Raúl, mientras abandonaba el aula, entre la marejada de estudiantes.
-En la plaza. ¿Cómo te fue? – respondió Vicente, que se olvidó de su turismo ecológico y se enfocó en el motivo que lo había llevado a esas instancias.
-Respondí todo. Solo queda esperar.
Animado por su esposa y su amigo, Raúl había comenzado a estudiar en la Universidad Central, en el área de Ingeniería automotriz, con la esperanza de seguir trabajando junto a Vicente, en cualquier proyecto que iniciara. En sus años de preparación continuó apoyándose en su mentor, y su compañía le brindaba confianza. A un día de la boda, no había excepciones a la regla. Dos horas de espera solitaria lo confirmaban. Una amistad a prueba de balas.
Almorzaron en un pequeño restaurante de la zona, un menú sin nombres rimbombantes, solo comida casera. Vicente esbozaba una cálida sonrisa, pero un amigo era capaz de ver más allá de un buen semblante, Raúl no se dejó engañar por esa apacible expresión.
-¿Sigues asustado? ¿Volviste a tener esos sueños?
-No he vuelto a soñar... tengo un sabor metálico en mi garganta, algo de opresión en el pecho... Quizás sean los nervios. – Vicente se excusaba en posibilidades aleatorias, justificando lo injustificable.
-Yo te dije que suspendieras la boda, para que manejaras un problema a la vez. Críticas a Doña Amelia, pero te comportas igual a ella. Son testarudos los dos.- Raúl se alimentaba con el ansia de quien tiene varias horas sin comer. En cambio Vicente jugaba con el tenedor y consumía bocados pequeños, sin ese gusto natural que lo caracterizaba.
-Estoy de acuerdo contigo, le llevo la contraria a la vida. Estoy enamorado y me niego a posponer mi felicidad.- esas palabras no eran enérgicas como en otras ocasiones.
-¿Cómo amaneció Doña Amelia?
-Se despertó temprano dando órdenes, es una mujer fuerte. Lo de llevarla a su casa fue buena idea, colabora con la enfermera y ha progresado. Si continua a ese ritmo le daremos una patada al diagnóstico del Doctor.- esa sonrisa fue sincera, Vicente creía firmemente en sus palabras- ¡Imagínate, que ella insistió en que yo tenía que salir y hacer mis cosas! ¡Es admirable!
-Anímate también con la boda, que Celeste no sienta que se casa sola. Doña Amelia está poniendo de su parte, y acéptalo, tú eres el novio. Nada puede salir mal ¿Por qué habría de salir mal?- Raúl, que renegaba de los pensamientos negativos, respaldaba abiertamente a Celeste.
-Tienes razón ¿Por qué habría de salir mal?....-Pensó Vicente.
Era una respuesta simple. Gerson estaba libre y lleno de ira.
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Era casi de noche cuando Celeste retornó a su departamento. Carla no había regresado. Desde temprano salió con Diego y juntos pasaron el día. Se dio un baño y cambió las hermosas sandalias por zapatos deportivos, un mono gris y una sudadera del mismo tono. Al no estar su hijo, prefirió comprar algo de comida. Salió solo con la billetera en el bolsillo del mono. Sobre su cama continuaba espléndidamente acomodado el vestido de novia, las prendas íntimas nuevas, el teléfono móvil y una caja con los zapatos forrados del mismo material. Bajó confiada, y por fin se relajó. Recordó el restaurante de comida china que estaba a dos cuadras. Caminó en la oscuridad sin miedo, con hambre, y le llamó la atención el auto deportivo rojo que se estacionó justo en frente, era reluciente, ostentoso. Entró para realizar su pedido, tal vez llevaría un poco más, pues Diego también le gustaba.
En el interior de ese vehículo, Gerson vigilaba a Celeste, protegido por los vidrios polarizados, esperando, acechando, admirando como la madurez había transformado a esa niña vulgar y hermosa en una mujer completa y seductora, alguien que despertaba el interés masculino sin proponérselo, con una simple sudadera gris. Ni la noche podía opacarla... un sonido encajonado, desesperado, lo perturbó. En la cajuela del auto luchaba desesperada Ariana, con las manos y los pies atados. Amordazada con un pañuelo, la mantenía callada, pero no quieta. "¡Ya cállate!", insistió Gerson, que se negaba a matarla, porque en algún extraño lugar de su corazón, guardaba la esperanza de humanizarse y dejarla libre. Dos días antes la oyó gemir, pero de otra manera, unidos cuerpo a cuerpo, en el momento cumbre del encuentro sexual, cuando ella confiaba en él. Él se colocó su parche para que por fin entendiera que sus lentes le daban un aspecto natural, en cambio así era un pirata sombrío con un solo ojo azul. El descubrimiento no la detuvo, se dejó llevar por la intensidad de ese hombre tan soez, no imaginaba que se debía al largo periodo que duró en abstinencia. Ahora esos chillidos le molestaban. Ariana se transformó en un obstáculo que se eliminaba con la muerte, dejarla viva era un riesgo que no podía asumir.
Y allí estaba ella. Celeste saliendo con su bolsa, soñando con estar frente al televisor, disfrutando del menú, planeando el resto de su vida en una noche. Su cara libre de maquillaje, con una simple cola alta, bellísima e ingenua. El auto se rezagó un poco, dando una falsa distancia, al doblar la esquina la gente desapareció, pero no el peligro. Celeste se percató. Algo o alguien la seguían... "¡El deportivo rojo!... pero ya era tarde. Gerson la arrastraba hacia el interior del vehículo y una de sus manos, ya se había clavado en la espalda de la joven con un pequeño puñal, en la parte baja.
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ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)
RomansaEn vísperas de sus dieciocho años, Vicente, un joven huérfano, sabe que tiene que abandonar la casa hogar y comenzar su vida como adulto. Una vez afuera de las cuatro paredes que protegieron su infancia, tiene acceso a un nuevo mundo, lleno de opo...