Capítulo 49 - Como si no hubiera un mañana

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Capitulo 49

COMO SI NO HUBIERA UN MAÑANA

El amor reclamaba su instante eterno. Si no tenemos seguro el mañana, lo más lógico es entregarnos con locura al presente. Ahora, es el momento perfecto de los amantes.

El fantasma invisible de la soledad, era ese monstruo abstracto hecho de la nada que no tenía forma, color, sabor, y además era insípido, que se colaba por las ventanas, que visitaba insistentemente los mismos sitios que Vicente, que se adueñaba de las vidas y se marchaba con ellas a lugares lejanos, ese mismo monstruo que sin ser visible, se presentó en el mirador y como una jauría de lobos, lo persiguió sigilosamente. Vicente recreó las pesadillas de años anteriores, y el miedo regresó. No era normal sentirlo, menos hablar de ello, al menos no con alguien que no fuera un psicólogo.

Celeste, siempre receptiva, desde que confesaron su amor, ya lo esperaba en la entrada de su casa. Con la moto aparcada en una esquina. Era una buena urbanización, casas lindas, bien pintadas, con césped y paisajismo en los arboles podados. No había nada que decir, se abrazaron, se besaron ardientemente, incluso sin el preámbulo de abrir tranquilamente la puerta. Apenas lograron ingresar, entre el frenesí del deseo atrapado entre sus lenguas unidas. Se amaron con tal fuerza, que sintieron la plenitud del orgasmo en varias ocasiones. La química no se planifica, solo se siente, esa brutal electricidad de los cuerpos estremecidos al tacto, las pieles sudorosas, las miradas que gritan "te amo", el leve cosquilleo y la inagotable fuerza que se extingue con el máximo esfuerzo masculino, ese dejarse ir, como abandonando el alma, para luego disfrutar de la calma entre los brazos del bien amado. Se amaron como si no hubiera un mañana, cuando entre sus planes solo había amaneceres hermosos.

-¿Qué te pasa?- Preguntó curiosa Celeste abrazada al pecho de Vicente, relajados después de una inusual entrega sexual.

-¿Por qué lo preguntas?- respondió mecánicamente Vicente, que acariciaba el sedoso y largo cabello de su compañera.

-Esa llamada... esta forma de tomarme, tan intensa... Solo responde, algo te ocurre.

-No quiero seguir perdiendo gente. Eres todo lo que tengo. ¿Y Diego? ¿Con quién lo dejaste?...

-Con Karla...No soy todo lo que tienes, existe Raúl, Doña Amelia, Don José, El Padre Aurelio...

-Doña Amelia está muriendo. Pronto serás todo lo que tengo.

Celeste, se incorporó. Miró fijamente los ojos de su pareja, en ellos confirmó que no había señal alguna de broma. Lo abrazó con fuerza y lo besó con deseo, mientras le afirmaba entre susurros "Nunca vas a estar solo, porque yo siempre te amare. Y estaré aquí para demostrártelo." Se amaron nuevamente, eran los votos de sus cuerpos desnudos, que desconocían el futuro, y la ansiedad del odio por destruir lo que el amor construyó.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora