Capitulo 77
CUERPO Y MENTE
Raúl, solitario en un sillón, en la sala de espera de una reconocida Clínica de la ciudad, con los ojos tristes, cristalinos, los brazos cruzados y la mente en Dios. Estaba agitado por su breve entrevista con el Inspector Alberto Morales. Ese grandulón calvo de ojos instigadores y expresión severa, lo minó de preguntas en menos de veinte minutos y coordinó una citación formal a la comisaria para dar su declaración ante las autoridades. No se reservó nada, solo se lamentó de no haber llegado antes, para proteger a su amigo de ese fatídico destino. Ahora solo quedaba esperar, un milagro. Nadie salía, nadie entraba, desconocía la gravedad de la lesión, aunque el inspector fue crudo en su comentario, "Recibió un impacto de bala en la cabeza. Es probable que muera en la ambulancia o en el quirófano". En la distancia se escuchaban los pasos atropellados de alguien que pisaba fuerte y seguido, el moreno se levantó del asiento para comprobar que su esposa había llegado, acompañada de Don José, tan estremecidos por la noticia como Raúl, con el luto en el rostro y los ojos hinchados de llorar. Vanesa se abalanzó en sus brazos y no le dio tiempo de hablar, lo besaba como si él hubiese estado en aquella sala, esperando también un disparo certero. Don José, no decía palabra alguna, sabía que Doña Amelia había muerto y procuraba mantener la calma para consolar a Vanesa en su dolor.
-¿Qué fue lo que pasó?- Preguntó Don José.
-Es una historia larga, que aun no ha terminado. Mi amigo esta al borde de la muerte y acabo de cantar mas que gallo en un corral. Don José, esto es una tragedia y es posible que existan otras victimas.
-Negro, hay policías por todos lados ¿Qué te preguntaron?- Intervino Vanesa.
-Pues si conocía al asesino. Yo le dije todo lo que Vicente me contó acerca del antiguo novio de Celeste. Espero que ella este bien.
-Yo no conozco esa historia.- Alegó Don José perturbado y confundido.
-Yo me enteré hoy patroncito. Vicente me llamó para que lo acompañara, porque iba a casa de Celeste que desapareció desde temprano. Resulta que entre los fugitivos de la Cárcel que se incendió estaba el padre de Diego, el pequeño hijo de Celeste. Al parecer ese hombre tenia una cuenta pendiente con ella y... la verdad, no se como, dio con la ubicación de Vicente.
-No entiendo muy bien lo que me dices, pero me queda claro que esto fue por un simple ajuste de cuentas. ¿Y acaso ya comprobaron la identidad del asesino?
-Hay cámaras en el edificio, y también en casa de Doña Amelia, en el área de la sala, donde todo ocurrió.- Raúl reconoció al medico que ingresó con Vicente en quirófano.- Ese es el medico que atendió a mi pana.
-¿Cómo sabes todo eso? – Preguntó Vanesa.
-Porque ya me entrevisté con un inspector de la policía. Yo fui franco con el y cooperé, y en retribución me dijo lo que les conté.
El medicó se quitó la gorra y el tapaboca. Miró alrededor y realizó la pregunta de rigor:
-¿Están los familiares de Vicente Engarita en la sala?- Automáticamente Vanesa, Don José y Raúl, rodearon al galeno, esperando noticias alentadoras.
-Somos nosotros. – Anunció Don José – Díganos como se encuentra Vicente ¿Se salvará?
-El paciente ingresó con un impacto de bala en la cabeza. Realizamos una operación para extraer la bala y controlar la hemorragia. Honestamente, si sobrevive es un milagro. No es posible evaluar la magnitud del daño hasta que despierte. Por ahora esta en terapia intensiva y será vigilado para controlar su estado.
-Doctor, pero si sobrevive... ¿Cómo quedaría?- Preguntó Raúl.
-Es imposible saberlo, esta en coma, inflamado, su cuerpo esta luchando, hay actividad neurológica. Si me disculpan, debo informar a las autoridades.- El medicó se apartó, visiblemente agotado, y tal como dijo se reunió con el Inspector Morales, que se había mantenido discreto en un rincón de la sala.
Don José, recibió una llamada en su teléfono móvil que atendió al primer repique, en parte, por obligación, pues pocas ganas de hablar tenía:
-Hola hija...Ya te enteraste...-El gigante hombre de ojos grises y tristes se alejó. Le confirmaba la noticia a su hija Gulliana. Su asistente era eficiente, Alicia Mendoza estaba al tanto de los acontecimientos y reaccionaba con perfección protocolar. La muerte de Doña Amelia Angarita enlutaba los corazones de esta singular familia, los hechos de violencia, manchaban la imagen prístina de quien fuera en vida, un modelo de rectitud, la dama de los negocios, la viuda fiel, no la moribunda victima de un reo prófugo.
Las cámaras eran los únicos testigos lucidos del siniestro. Gerson se expuso en cuerpo y mente, se dejó ver, se dejó escuchar, y protagonizó parte de su venganza, sin saber que el público cautivo de su obra eran las autoridades, de las que huía.
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ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)
RomanceEn vísperas de sus dieciocho años, Vicente, un joven huérfano, sabe que tiene que abandonar la casa hogar y comenzar su vida como adulto. Una vez afuera de las cuatro paredes que protegieron su infancia, tiene acceso a un nuevo mundo, lleno de opo...