Capitulo 61
CEGADO POR LA IRA
Desahogar la ira no siempre traía la paz a un alma atormentada, era posible desencadenar aún más ira. Claro que una vez abierta la caja de Pandora, era probable que todos los fantasmas internos ahora rondaran por cada rincón de la enorme mansión que servía de refugio a Sebastián. El festín de sangre que celebró junto a su padre, horas antes, le demostró que entre el amor y el odio no había separaciones kilométricas, ahora sabía que ambos sentimientos habitaban en un mismo ser sin estorbarse.
Contra todo pronóstico sucumbió a su instinto depredador y violó el juramento hipocrático que lo embestía, al destruir una vida en vez de salvarla. No se excusó con nadie, pues a su alrededor solo había animales salvajes que lo alentaban a continuar con su cacería. Sí, ya no valía la pena lamentarse. Los que murieron lo merecían, el solo realizó la noble labor de acabar con un poco de la basura que deambulaba por las calles disfrazada de gente decente. "Después de todo, soy igual a mi padre", pensó Sebastián, durante su larga ducha. Como si con agua se pudiera lavar la conciencia. No había suficiente agua en todo el planeta que limpiara la sangre de sus manos.
Y ahora que Laura había sido ajusticiada ¿Qué haría? La ira continuaba siendo parte de Sebastián, como un órgano más de su cuerpo. Recordó diferentes pasajes de su juventud cuando se preparaba a ayudar al prójimo con sus estudios de medicina, con tanta dedicación para terminar convertido en un paria, o peor un cínico delincuente millonario, como su padre. Recluido en una flamante prisión con acabados de mármol para proteger su identidad maldita. Esas muertes eran el comienzo de una guerra sin cuartel, por esa causa regresó al exilio voluntario. ..."La vida normal se acabó". Aun no asimilaba el desgaste que representaba para sus sueños. Era un camino distinto al que se trazó. Todo sucedió solo por ser quien era. Se prometió asimismo:
-¡Prohibido soñar! Cuando eres un Restrepo, te toca lo que te toca....
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El potrillo no era un novato en ninguna área. Se cercioraba del estado mental del adolorido hijo del Patrón. Con su acostumbrada malicia de hombre montaraz, se introdujo en el cuarto y comenzó a revisar las pertenencias de Sebastián, buscando algún débil rastro de arrepentimiento, aprovechando su interminable permanencia en el baño. Todo indicaba que se rendía a la voluntad de su casta, engullendo a grandes bocados el lado oscuro del negocio familiar. Eso no lo convencía del todo. Su noble corazón arrepentido en cualquier momento sufriría un revés y terminaría renegando de sus actos vandálicos.
Estaba inmerso en registrar el fondo de una gaveta cuando la puerta del baño se abrió dejando en evidencia al rechoncho indígena:
-¿Qué haces en mi cuarto?- exigió iracundo Sebastián, envuelto en una bata de baño.
-Compruebo su recuperación.- aceptó calmado el Potrillo, que cerraba el cajón y enfrentaba a su nuevo líder.
-¡No hay nada que comprobar! ¡Si necesitas algo me lo pides! No me gustan las intrusiones en mi espacio personal. – con el gesto descompuesto, y la piel aun húmeda, el inquietante Sebastián repasó la habitación de un solo vistazo.
-Las emociones del día resultan extremadamente duras para seres comunes. En su condición de hombre pacífico presumí que esta experiencia era incomoda y abrumadora... No quisiera que cometiera una locura.
-¡No hare nada descabellado! ¡Tú me preguntas y yo te contesto! Por ahora, quiero estar solo... ¡Y no se te ocurra presumir nada acerca de mí! – Sebastián bajó la guardia, manteniendo el ceño fruncido en actitud sospechosa.
-Entonces me retiro- la última frase del Potrillo no lo libraba del aprieto.
-¡Potrillo!- llamó Sebastián al misterioso hombre, que volteó con atención. - ¡Nunca más vuelvas a registrar mi habitación! Ya no sería tan condescendiente y comprensivo como ahora.- En su mirada filamentos de maldad se asomaban como aguijones punzantes.
El indígena salió con mala cara aceptando al nuevo Sebastián, uno tenebroso, calculador y asesino.
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ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)
RomanceEn vísperas de sus dieciocho años, Vicente, un joven huérfano, sabe que tiene que abandonar la casa hogar y comenzar su vida como adulto. Una vez afuera de las cuatro paredes que protegieron su infancia, tiene acceso a un nuevo mundo, lleno de opo...