Capítulo 35 - La ceremonia

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Capitulo 35

LA CEREMONIA

La magia del amor se esparcía como las esporas de las flores en primavera, Todo era blanco, níveo, puro, cada parte de la preparación fue celebrada con algarabía, desde la selección del vestido hasta la decoración en una solitaria playa, la misma donde algunos meses antes Raúl pidió la mano de su amada Vanesa. En aquel pueblo llamado La Sabana, que no tenía grandes infraestructuras. Una pequeña iglesia de medidas estrechas fue considerada para el evento. Raúl insistió en eliminar las paredes y los techos, y dejar como marco el paisaje tropical. Esta resolución molestó al Padre Aurelio, que sin remedio lidió con la arena, el sol, la brisa y su atuendo largo ancho y cerrado. La pareja vistió de blanco, Vanessa en un estilo escotado, ceñido solo en el busto, con la tela libre en la cintura, permitiendo a su embarazo ser parte de la ceremonia sin arruinar su imagen de novia. Un tocado de flores amarillas en un moño perfectamente recogido, a prueba de viento. Raúl con una camisa suelta blanca recogidos los puños hasta los codos, y un pantalón de pinza del mismo tono, sin zapatos.

Los invitados eran los padres y hermanos de la pareja, además de un grupo íntimo de amistades cercanas. Don José asistió con Doña Amelia y Walter. Vicente se presentó con Celeste y Diego. Por primera vez las dos mujeres de su vida coincidían en una misma celebración. La recepción tuvo lugar en un caney al lado del rio. Los invitados se quedarían en la enorme casa del tío de Raúl en otra que se alquiló para cubrir la demanda de dormitorios.

El ambiente familiar despojado de etiquetas fue perfecto para compartir en armonía, hubo carne a la parrilla y un hervido de res. Celeste destacó, en un vestido tres cuartos blanco, de espalda descubierta, dejando su esplendorosa melena al viento. Doña Amelia la observaba con detenimiento, estudiaba sus modales, su comportamiento, la manera encantadora de abordar a su pareja sin interrumpir sus instantes de despliegue masculino. El Padre Aurelio en cambio permaneció callado, sentencioso y con una actitud sospechosa, lejana a su afabilidad habitual.

Cuando Vicente las presentó la tensión era inminente, y conforme la dama de los negocios y la reina de la noche se fueron despojando del miedo y el recelo, una relación de respeto surgió entre ambas. Sin embargo el sacerdote no dejó escapar a la sensual Celeste y discretamente entablaron un intercambio de palabras casi secreto.

-¡Dios santo, como es posible que el mundo sea tan pequeño y la fatalidad tan grande!- exclamaba suavemente el Padre Aurelio a Celeste en un rincón.

-Yo tampoco me emocioné al verlo. Deje el melodrama y más bien deme la bendición.- contestó entre confundida y mortificada, celeste.

-¿Vicente está enamorado de ti precisamente?- Preguntó en tono irónico el acalorado sacerdote.

-No debo ser tan mala, cuando alguien tan digno del reino de los cielos se fijó en mi ¿No le parece padre? – respondió con la misma ironía.

-Espero que él sepa todo de ti señorita. Sería terrible que Vicente te idolatre y de pronto se entere de ese pasado tan oscuro...

-No se preocupe, entre su consentido y yo no hay secretos. Al menos por mi parte. ¿A que le tiene miedo?- Celeste seguía siendo la misma retadora de siempre.

-Quiero verlos a ambos en la iglesia. Hoy dejaremos este asunto en santa paz. No has cambiado Celeste Bastidas.

Fueron interrumpidos por la presencia de Vicente, que traía en sus manos dos platos con carne a la parrilla y yuca asada.

-¡Veo que ya se están conociendo! Disculpen que no me quede a conversar. Estoy ayudando a servir los platos. – Repartió un plato a cada uno y se devolvió.

En otra parte de la misma reunión, Amelia Angarita hablaba de otro tema y exponía sus razones ante Don José:

-Sé que sigues molesto conmigo por apoyar a Gulliana en sus planes. Por si no te has dado cuenta, ella es toda una mujer – reiteró la dama mientras degustaba los platillos de la reunión.

-Tú no entiendes nada. Ese gringo cree que la muchachita es como un perro sin amo. No se presentó, no pidió su mano formalmente y además quiere la bendición de una unión más que consumada...

-Bryan es un hombre ejemplar. Su familia posee uno de los bufetes de abogados más importante de Nueva York. Los formalismos no son tan importantes. Tu hija estaría más que protegida. – Doña Amelia hablaba del asunto con frivolidad. Su cualidad de empresaria le impartía un sentido práctico a la situación, las emociones se relegaban a un segundo plano cuando sopesaba los beneficios.

-Esto no tiene nada que ver con la fortuna del hombrecito, es una cuestión de principios. Yo no tenía nada cuando me enamoré, solo mis valores y mis ganas de trabajar. Di la cara y me enorgullezco de haber actuado correctamente.- Don José no había probado bocado alguno.

-¿De qué sirvió tanta moral? No te querían y lo más triste es que ustedes se casaron sin la bendición que tanto te niegas dar. Yo te entiendo, viví lo mismo...- Doña Amelia hizo una pausa- Ahora estoy de acuerdo con mi padre, la pareja debe tener los mismos intereses, proyectarse hacia una misma meta. Es la única forma de tener un matrimonio feliz.

Don José la miró pensativo, respetó su declaración aunque no la compartió. Su amiga guardaba un infinito universo de insatisfacciones que de cuando en cuando se asomaban a través de los espejos de su alma, alguna frase hostil, dejaba entrever el gran desencuentro que fue su relación amorosa. El por el contrario vivió el amor con ternura en brazos de una mujer elegante pero menos ambiciosa en su proceder, que se desvivía por ejecutar a la perfección sus roles de señora de la casa, sin acumular riquezas. La diferencia fundamental de estas amigas aristocráticas fue la maternidad. Amelia se convirtió en la madrina sobre protectora de Gulliana y su modelo a seguir. La niña creció admirando su destreza y poder, su formación fue enfocada en seguir los pasos de Amelia Angarita para dar continuidad a los negocios que inició con dedicación.

José Santamaría, no estaba de acuerdo con esta línea elitista y defendía la normalidad como estilo de vida pero resultó imposible ocultar el intelectual encanto de su hija que, además de ser increíblemente inteligente era hermosa, y terminó por aceptar que su pequeña princesa estaba destinada a buscar en otros horizontes el paraíso prometido.

La fiesta se extendió hasta bien entrada la noche, cuando un grupo de tambores amenizó la ya colorida celebración, y la pareja bailó al compás de los ritmos primitivos sellando su unión.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora