Capítulo 58 - Buenos amigos

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Capitulo 58

BUENOS AMIGOS

Vicente descansó tanto como pudo, y se regocijó entre su familia, esa que él decidió suya. Diego disfrutó de su compañía y jugaron tranquilamente en el parque. Celeste se quedó en el apartamento, cocinando para sus dos amores. Ya imaginaba una vida de felicidad, juntos, y sonreía inconscientemente. Buscó el móvil para invitar a su amiga Karla. Quería hablarle de sus extraños sentimientos, aquellos que le quemaron el cuerpo la noche anterior. Tras varios intentos sin respuesta, desistió.

Para no perder la costumbre, prendió el televisor, y continuó con sus labores. Un avance informativo la descolocó. La noticia destruyó si apacible calma, sus ojos se clavaron en la pantalla, intentando asimilar el contenido del bloque informativo.

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Diego era indetenible, un niño rubio de ojos grandes y azules, lleno de vitalidad. Por fin tenía un padre, un amigo. Ahora con nueve años, analizaba el mundo con otros ojos y esa inquietud callada necesitaba orientación y guía. El trabajo de Vicente era delicado, al irrumpir en ese hogar de dos, y asumir un rol, que quizás le quedaba grande. Se sentaron bajo la sombra del impresionante árbol, y comieron una barquilla cada uno, para recuperar fuerzas. "Seré Todo oídos para mí nuevo amigo", pensó el recién nacido padre, al tiempo que Diego confiadamente le abría su corazón:

-¿Estas emocionado por la boda?

-Claro Diego. Sera un comienzo para todos. Ahora ustedes serán mi familia.

-Creí que ya lo éramos.

-Sí, pero ese día, Dios bendecirá este amor.

-Tú...serás como... ¿Mi padre?

-Solo si así tú lo deseas.

-Cuando era más pequeño le preguntaba a mi mama donde estaba mi padre. Ella me dijo que él murió... pero no le creo... no me dio ni una foto de él.

-¿No le has vuelto a preguntar?

-No. Creo que no le gusta que le pregunte.

Conservaron ese silencio durante algunos segundos. Diego volvió a hablar.

-¿Tú me dirías la verdad? – Esa pregunta venia acompañada de una madurez atemporal. Los ojos de Diego se hicieron profundos.

-Yo te diré mi verdad. Al igual que tú, tampoco conocí a mi padre.

-¿Tu mama también te ocultó la verdad?

-No conocí a mi madre.

-¿Y quién te cuidó?

-Gente buena, que puso Dios en mi camino.- Vicente sonrió al recordar a esa gente buena- un día de estos te presentare a mi familia. Te gustaran.

-¿Por qué no tienes padres? ¿Dónde están? – preguntó con cierta incredulidad el osado niño.

-No sé dónde están. Pero te aseguró que siempre estaré para ti, como un padre o simplemente un amigo.

El niño abrazó con gran afecto a Vicente, como intentando compensar la soledad de tantos años. Eran filiales, cercanos y sobre todo amigos. 

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora