Capítulo 64 - Hagase su voluntad

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Capítulo 64

HAGASE SU VOLUNTAD

En la habitación donde estaba recluida Doña Amelia Angarita Viuda de Jiménez, había bastante gente. El padre Aurelio conversaba en un rincón con Don José, esos rostros familiares siempre al pie del cañón. Otras caras se paseaban alrededor de la cama, personas igual de cercanas pero que Vicente no había tratado en profundidad.

Su llegada no pasó desapercibida, y en cuanto abrió la puerta la atención se centró en él. La dama, que respiraba con dificultad a través de una máscara, sonrió. Extendió sus brazos para recibir a Vicente, que se reclinó para acariciarla y brindarle ese aliento de ternura y calor humano que fortalecía a su espíritu moribundo. Ella en su lecho, no perdió la compostura y realizó las acostumbradas presentaciones. Entre los presentes estaban, su abogado, el Doctor Javier Maderos, y dos representantes legales de sus empresas, una asistente, igualmente mayor y con un aire señorial, y dos caballeros menos elegantes, con aspecto campesino, pero recio, que fueron identificados como el capataz de la finca en Barinas, y un mayordomo.

Era un cuadro extraño para Vicente, que gozó de espacio para compartir tranquilamente con Doña Amelia, y que en tan delicado predicamento, solo figuraba como una pieza de ajedrez en el tablero de la vida de la poderosa empresaria. Don José, se excusó con el padre Aurelio y tomó del brazo al joven confundido. Lo escoltó hasta el pasillo, el único sitio libre de burocracia:

-¡Allí adentro parece un circo! ¡No entiendo porque hay tantos curiosos en esa habitación!- Reclamó Vicente.

-¡Una mujer de la envergadura de Amelia no sufrirá una muerte desolada! ¡Es poderosa, existen intereses económicos, siempre habrá un enjambre legal a su alrededor!...Hizo muy mal al no ponerte al tanto. Ahora es que empieza Cristo a padecer.- Don José, se rascó la barba incipiente. Estaba nervioso.

Vicente comprendió el lenguaje corporal de Don José. Suspiró y optó por hablar directamente con el médico de cabecera de Doña Amelia. Cuando lo vio en el pasillo dando indicaciones a una enfermera lo reconoció en seguida y lo abordó inmediatamente.

-Buenos días. ¿Me recuerda?

-Por supuesto que te recuerdo. Eres el inquieto hijo de Doña Amelia. Viniste angustiado preguntando detalles de la enfermedad. Dame un minuto, por favor – Dirigió su atención a la enfermera nuevamente, le dio instrucciones adicionales y regresó al encuentro de Vicente. – ¿Así que sigue llegando gente a esa habitación? No puedo someter a mi paciente a tanto estrés. Voy a ordenar restricción de las visitas, máximo dos personas.

-Por favor Doctor, sea honesto. ¿Doña Amelia como esta?

-Ella está en estado crítico. Se lo advertí, no debe andar a sus anchas en su condición.- El médico realizó otra breve pausa, minimizando el impacto de su siguiente frase.- Quiere que la den de alta. Dice que morirá en su casa, no en una clínica.

-¡Esa mujer es testaruda!-Vicente se desesperó.

-No la podemos mantener hospitalizada sin su consentimiento. Me temo lo peor.-informó el médico.

Vicente se desplomó en una de las sillas del pasillo, se cubrió la cara con ambas manos. Don José, abandonó la distancia que los separaba y acompañó en el asiento vecino a su empleado y amigo.

-¿Qué debemos hacer en este caso? No podemos dejarla morir....- clamaba Vicente mortificado.

-Veras Vicente, ya ella está muriendo por dentro.- Explicó con suma calma Don José.

-¡En dos días me caso, ella es la invitada de honor! Todo este esfuerzo...es en vano.

-Habla con Celeste. Vive poco a poco, ella entenderá – Al experimentar la tragedia con Vicente, Don José revivía su propio dolor. La inminencia del final, la trampa del destino.

-¿Es posible brindar atención especializada en casa de Doña Amelia? Contrataría una enfermera, alquilaríamos equipo médico de ser necesario...

-¿En qué estás pensando muchacho?- preguntó el Doctor algo desconcertado.

-En hacer su voluntad.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora