Capítulo 30 - Los días felices

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Capitulo 30

LOS DIAS FELICES

La ausencia del ser amado no causó su olvido. Los meses posteriores al reencuentro fortificaron la relación entre Vicente y Celeste. Renovados por su apertura mental y su disposición a vivir el presente con intensidad, mirando hacia el futuro como una verdad posible, los jóvenes amantes disfrutaron, a luz de día, de cara al mundo, de sus sentimientos. El pequeño Diego se unió al retrato familiar, siendo un hecho natural la simpatía mutua entre Vicente y el.

Karla, una mujer más práctica, no dejaba de admirar el idílico romance. Su única objeción era la juventud de Vicente, su limitado ingreso económico y su poca experiencia de vida. Esa carencia de malicia lo hacía victima fácil de los inescrupulosos, titulo con el que ella bautizó a los estafadores de oficio. Esos detalles no perturbaron el creciente amor de Celeste por su gallardo hombre. Era indiscutible la disciplina con que manejó sus estudios, el trabajo y el espacio que dedicó a su grupo familiar. En la universidad siguió destacándose y recibió una invitación para presentar su motor previamente patentado en una feria en Boston. La vida generosa brindaba frutos de una vasta cosecha de buenas acciones.

Celeste, por su parte se dedicó de lleno a su pequeño negocio de postres y tortas. De vez en cuando era sorprendida por un ramo de rosas rojas, que siempre venía acompañado de una nota simple:

"Una Joya tan hermosa merece Rosas Rojas.

Aun espero una llamada tuya"

Al leer el mensaje, comprendía perfectamente quien era el remitente, Carlos Ignacio Restrepo. Ese hombre sabía con detalle sus acciones, la vigilaba, esperando pacientemente una señal, que le permitiera volver al ruedo y entrar en la contienda. Celeste no comentó nada y prosiguió con su vida haciendo caso omiso del ramo semanal, tarde o temprano se cansaría, pensó ella con optimismo.

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En el taller mecánico, Raúl, mucho más maduro en su condición de padre y sostén de familia, apreciaba el contenido de una pequeña caja que guardaba en su interior un anillo de oro, que había estado pagando desde hacía un buen tiempo y que pretendía entregar a su amada Vanesa.

Era el momento preciso para bendecir su hogar, ya su hijo estaba creciendo y esperaba otro. Walter se lavó las manos después de almorzar y entabló conversación con su quejumbroso compañero de labores:

-Imagino que estas planeando como vas a proponerle matrimonio.

-Ya tengo una idea vaga de lo que quiero hacer, pero no tengo ese toque romántico. Siempre pensé que uno primero cortejaba a la mujer, se casaba con ella y muchos años después llegaban los hijos...

-¡Eres cabeza hueca, no piensas con el cerebro y si no te pones pilas, llenaras la casa de niños!-ratificó Walter.

-No me arrepiento de nada Walter, cada mañana despierto a lado de mi negra y soy feliz, cargo a mi carajito y siento que vuelvo a nacer. Es por esa causa que me quiero casar.

-¿Por qué no le pides consejo al galán? Se nota que está enamorado.

-Esa es otra vaina. No me ha presentado a su novia y tienen tiempo saliendo juntos. No sé si sienta que somos menos.- Raúl se levantó de su improvisado asiento y guardo el anillo con todo y caja en un bolsillo del pantalón.

-No te guardes nada, dile lo que piensas y resuélvelo. Me consta que son amigos. – Walter tenía un buen concepto de Vicente y ahora lo defendía reconociendo que era parte del grupo.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora