Capitulo 54
NOCHE DE FUEGO
Esa misma fecha, en horas de la tarde. En la cárcel de Yare. Algunos presos celebraban algo que aún no sucedía. Gerson se guardó las fotos. Y rezó a un Dios en el que nunca creyó, pero sabía que existía. Descaradamente imploraba su perdón. No le ofreció su arrepentimiento, ni su indulgencia. Tan seguro estaba de haberse ganado el infierno, que se hizo amigo de él, o mejor dicho, su representante en la tierra.
El grupo consiguió las llaves de un antiguo sótano. En la oscuridad y reservado en una esquina, descubrieron un ducto, que conducía a un antiguo drenaje de aguas negras, era mínimo, maloliente, sofocante, desconocían el trayecto de ese miserable túnel. Pero cualquier destino era mejor que permanecer un día más en ese encierro. Lo llamaban la muerte en vida.
Infierno alertó a sus secuaces. Ellos sobrevivirían, si lo seguían fielmente.
-¡A mi paso dejo una estela de muerte! ¡No me gane este apodo de gratis!...No quiero escrupulosos, niñitas, blandengues, en una palabra LASTRE... el que me acompañe, hará lo que digo sin chistar. Si tienen que matar, lo harán. Sera la vida de otros o la suya... De todas formas, el que no venga, morirá. Eso es seguro.
Gerson recordó los explosivos. Colocados estratégicamente en diferentes puntos de la cárcel ¿Cómo lograba "El Infierno" introducir C4, en una penitenciaria? Era otro misterio, que se esclarecería, solo si lograban escapar con éxito.
-Gerson, Grillo, mocho, deben activar los relojes. No se queden en la zona, o no lo contaran. Chino, Carlitos y Elías, distraigan a los guardias. Saúl y Monstruo ustedes armaran un motín. ¡Quiero golpes carajo! ¡Necesitamos que tiemble este penal!... y que luego arda- Infierno daba órdenes, lideraba su tropa, y ajustaba el engranaje para que la maquinaria de escape fuese sólida. Solo faltaba una hora para la cena. A esa hora comenzaría el espectáculo sangriento.
Cada explosivo tenía un pequeño reloj instalado. Una vez activo, solo tenían una hora para llevar a cabo sus planes. Todos estallarían en márgenes de 5 minutos de diferencia. La única salida posible seria el pequeño ducto en el depósito. En el comedor se sentaron juntos Gerson, Grillo, que era un minúsculo moreno de complexión delgada y flexible con un tono de voz chillona y Mocho, apodado de esa forma a causa de la falta de unos dedos de su mano izquierda, producto de un disparo recibido en una persecución con la policía durante un atraco. En la mesa contigua comían pacíficamente Saúl, un gigante blanco y musculoso que gozaba con el temor ajeno. Se ganó su fama de asesino múltiple y no tenía enemigos naturales, solo alguien como Monstruo era contendiente en estatura y fuerza, su horrible cara y su piel morena, no se comparaba a su temperamento explosivo, que lo confinó en varias ocasiones al cuarto de castigo. La riña se inició con facilidad, cualquier insulto caldeaba los ánimos. Tal como se les ordenó temprano, los presos se descontrolaron, de la nada todo el comedor gritaba y se aglomeraba alrededor de los amotinados, los guardias abandonaron sus puestos de control para restablecer el orden perdido. Chino aprovechó el desenfreno, el desorden, asaltó por detrás a un guardia, arrebatándole el rollo, y golpeándolo en la cabeza con él, lo desenfundó, quedándose con su armamento. Abandonó el comedor como pudo y fue en auxilio de su líder, que se encontraba en el área de restricción.
Unos guardias contienen con dificultad a las dos moles que iniciaron el conflicto. Saúl recibe una descarga eléctrica y se agita sin cesar en el suelo, con los ojos blancos. Monstruo es incontenible, el guardia no tiene la misma suerte de su compañero. Elías lo asiste, levanta una silla y se la parte por la espalda al vigilante que cae inconsciente. Toma su armamento y somete a otros guardias, que se rinden sin poner resistencia. Carlitos también se armó y grita a sus compañeros, para que partan, "¡Muévanse, no joda, esta verga va a explotar! Todos miran a Gerson, que asiente con la cabeza, como comprobación de la tarea hecha. "¿Y chino?, preguntó Mocho, "Rescatando a Infierno", respondió Elías, que había tomado el mando sin problema alguno. Bajaron los escalones casi de dos en dos. Miraban sus relojes y sudaban, en parte por la euforia, y en parte por el miedo a ser consumidos en las llamas del incendio que ellos mismos provocarían.
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ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)
RomanceEn vísperas de sus dieciocho años, Vicente, un joven huérfano, sabe que tiene que abandonar la casa hogar y comenzar su vida como adulto. Una vez afuera de las cuatro paredes que protegieron su infancia, tiene acceso a un nuevo mundo, lleno de opo...