Capitulo 38
LA PELEA
Una hermosa niña descansaba plácidamente en el moisés decorado por su progenitora. Para una madre los hijos son un retrato encantador, que nunca agota a la vista, y Vanessa la miraba con cuidado velando sus sueños. El pequeño Raúl se durmió en la cama matrimonial, ahora sentía el celo natural de un nuevo bebe en casa y se refugiaba entre sus padres por las noches. Habían pasado algunas semanas desde el accidentado nacimiento de Milagro. Raúl, ocupaba su tiempo ayudando a su esposa, que aún no estaba en las mejores condiciones para llevar a cabo todas las actividades que acostumbraba. Vanesa miró la hora en el reloj de la mesa de noche y realizó una llamada para comprobar la ubicación del moreno "En este momento no puedo atenderle, deje su mensaje....", colgó antes de culminar el mensaje de la contestadora. Escribió un SMS, esperando mejores resultados: "Estoy preocupada, olvida los pañales y vuelve que te estoy esperando".
En algún lugar de Caracas, Vicente y Raúl, transitaban en moto con el pedido de Vanesa. En medio de la autopista era difícil escuchar el sonido del móvil repicando. Cercano a la entrada del barrio realizaron una parada adicional para comprar unas cervezas. La licorería estaba atestada de gente. Raúl se animó a consumir una con su amigo antes de arribar. El ambiente agitado era idóneo para descansar un poco y realizar una última parada. Conversaron hasta que Raúl discretamente hizo un comentario que alertó a Vicente:
-No voltees, pero creo que esos tipos estaban en el supermercado también...- Raúl señaló con la vista e inmediatamente se giró para dar la espalda a los sujetos.
-Puede ser una casualidad – observó rápidamente en la dirección que su amigo sugirió – Creo que tienes razón. Terminemos esta cerveza y continuemos nuestro camino.
-Esa moto tuya es mucho para este barrio. Si quieres agarro transporte público en la esquina y tú te regresas. De todas maneras me ayudaste bastante el día de hoy. – Raúl presintió el peligro.
-No puedo dejarte abandonado a tres cuadras de tu casa. Déjame llevarte y me devuelvo por otra ruta.- Vicente porfió la sugerencia de Raúl, aunque en el fondo estaba asustado también.
Ya estaban pagando los consumos cuando uno de los sospechosos se desprendió del rincón y abordó a Vicente directamente.
-Me gusta esa moto. Quisiera montarla. – el hombre de aspecto desaliñado y mirada despectiva, mantenía un cerillo en su boca al mismo tiempo que acariciaba el cuero fino del asiento del conductor.
Vicente se adelantó en un instinto natural, para proteger su propiedad sin prever el posible riesgo.
-Lamentablemente no la prestó pana.- Aunque Vicente realizaba un enorme esfuerzo por lucir confiado y tranquilo el quiebre de la voz delató su estado de ánimo.
-No queremos que la prestes. Simplemente la queremos y punto.- El segundo hombre apareció reforzando su intención. Sus manos ingresaron en los bolsillos. Era imposible confirmar un arma.
-No tenemos plata pana. Yo vivo en el barrio, pero mi amigo no es de la zona y se arriesgó a venir para hacerme un favor. Solidaridad es lo que pido.- Raúl confiaba en la negociación.
Los delincuentes se vieron la cara el uno al otro. El más alto, quien inició el conflicto, asintió con la cabeza.
-Es muy pulidito el greñudo este, se nota que no es del barrio. Su moto es cara, pero también debe ser caro el crucifijo que tiene en el cuello ¿Qué tanto harías por conservarlas?- Le preguntó con tono insolente directamente a Vicente.
-Entrégale las cosas Vicente, no vale la pena. Seguramente están armados. – Se anticipó Raúl.
-Si es por el arma, no se preocupen hacemos esto a la antigua. El que gana la pelea se lleva todo – retó el delincuente más bajo.
-Solo peleare en igualdad de condiciones, uno contra uno, sin trampas, a puño limpio.- Vicente encaró al más alto. Raúl abrió los ojos con asombro.
-Sera un placer demostrarle a este modelito de revista, que no es buena idea retar a un experto.- el hombre se quitó la camiseta.
Vicente hizo lo propio quedando con el torso al desnudo. Raúl quiso intervenir cuando el hombre más bajo, lo detuvo recordándole las normas "Uno a uno". En el transcurso de algunos segundos se estudiaron, hasta que el delincuente lanzó el primer golpe reventándole el rostro a Vicente, a la altura del pómulo. Con este gesto el joven intelectual despertó al guerrero dormido que habitaba en su ser y en una estocada le reventó la nariz a su contrincante. Los golpes se hicieron presentes en ambos bandos. El flaco tenía temple y fogueo en las duras calles. Vicente era un semental nato, que a fuerza de trabajo y ejercicio construyó un templo resistente.
Cuando era evidente que Vicente había ganado con gran diferencia el hombre más bajo le clavó a traición un pequeño puñal en la pierna. El macizo hombre cayó privado del dolor. El perdedor de la pelea dirigió una mirada a la maquina en reposo "¿Nos llevamos la moto?", su compañero, con el puñal ensangrentado en la mano respondió "Olvídalo, ya tenemos lo que pidieron", corrieron hasta alejarse, mientras algunos transeúntes se aglomeraban alrededor del herido. Raúl saco de su bolsillo el teléfono celular, sus dedos temblaban en el teclado, su esposa atendió al primer repique:
-¿Qué sucede?- Preguntó con gran preocupación Vanesa.
-¡Acaban de herir a Vicente!- Respondió entre lágrimas y desesperación Raúl.
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ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)
RomanceEn vísperas de sus dieciocho años, Vicente, un joven huérfano, sabe que tiene que abandonar la casa hogar y comenzar su vida como adulto. Una vez afuera de las cuatro paredes que protegieron su infancia, tiene acceso a un nuevo mundo, lleno de opo...