Capítulo 74 - Vivir o morir

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Capitulo 74

VIVIR O MORIR

Celeste había roto la soga que aprisionaba sus manos. Su nueva lucha era contra el reloj. Gerson se fue de la escena, dejando un obstáculo en su camino.

La necesidad humana de conservar la vida, esa prueba de fuego que separa a los guerreros de las víctimas en la batalla, porque las circunstancias nublan la razón de algunos y otros se engrandecen, sobreponiéndose a los obstáculos ¿Vivir o morir? Simplemente vivir, esa era la respuesta lógica y única que impulsó a Celeste a luchar en medio del horror, con la conciencia dispersa, como la sangre en el tapete de los asientos, que exponían su fragilidad mortal, contemplando la inercia de su compañera, vencida, sumergida en el sueño eterno. Comprobó su estado, aceptando lo inevitable, había muerto. Registró su cuerpo en busca de información, cualquier vestigio de identidad, que le permitiera conocer un poco de la historia de aquella muchacha. En el suelo, sobre la alfombra encontró una billetera, sin el efectivo, con las tarjetas de crédito y la cedula, leyó el nombre e instintivamente la guardó. Algo se estaba quemando, poco a poco se viciaba el aire, haciendo imposible respirar. Gerson debió planear la destrucción de la evidencia, en algunos minutos la combustión haría estallar la máquina, necesitaba salir a como dé lugar o seria cenizas. Se liberó los pies y como por arte de magia, una palanca se asomó discretamente por debajo de un asiento. Esa misma palanca, la ayudó a romper el vidrio de una de las ventanillas, regalándole una nueva oportunidad a Celeste, que se deslizó a través de ese pequeño espacio y una vez afuera corrió hasta que el sonido de la explosión a su espalda la detuvo en seco, impulsándola hasta el suelo rocoso.

Derrumbada boca abajo, con las manos cubriendo sus oídos, observando el fuego abrasador, consciente del problema, en medio de la noche, herida, en algún recóndito lugar, presa del miedo, de la terrible posibilidad de coincidir nuevamente con Gerson, de morir después de sobrevivir.

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Raúl estacionó la moto frente al edificio donde vivía Doña Amelia, angustiado por las luces de una ambulancia, y el acordonamiento de la recepción por parte de las fuerzas policiales, la cinta amarilla indicaba muchas cosas. El presentimiento ya no era una corazonada absurda. Un oficial que tomaba notas y controlaba a los pocos curiosos que deambulaban a esa hora por la calle, reparó en el moreno que violaba el cordón de seguridad e invadía el área de investigación:

-Caballero ¿Hacia dónde se dirige?- a su vez que interrumpía el paso de Raúl.

-Voy al departamento 84, a ver al Sr. Vicente Angarita.

-Como se dará cuenta, en estos momentos no es posible ingresar al edificio.

-¿Me puede decir qué sucedió?

-Hallaron al portero muerto. Le recomiendo que venga en otra oportunidad.

Un hombre calvo y alto con la sagacidad en los ojos, se congregó al dúo.

-¿Qué está pasando Ramírez? Lo mande a vigilar el área, no a socializar.

-El caballero desea ir al departamento 84, dice que un amigo lo espera.

-Continúe con su labor, yo atenderé al señor.- su expresión era introspectiva. Se retiró del cordón e invitó a Raúl a tomar asiento en una banca solitaria, apartado del bullicio y la gente - En ese departamento sucedió algo. Es tarde para hacer una visita ¿No le parece?

-Por favor, dígame que sucedió, y yo le contaré todo lo que se al respecto...

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO (PRIMERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora